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Música

Un eslabón operístico esencial

Luis A. Bartolomé, un presidente ejemplar de la Ópera de Oviedo

Se fue en silencio Luis Álvarez Bartolomé el pasado fin de semana. Con la misma discreción y buen hacer que caracterizaron su vida profesional, tanto en el campo de la medicina como en sus responsabilidades al frente de la Ópera de Oviedo -entonces la Asociación Asturiana de Amigos de la Ópera-, entidad que mantuvo vivo el género en Asturias, pese a tenerlo casi todo en contra, entre otros elementos a una clase política que casi nunca estuvo a la altura.

Luis se hizo cargo de la presidencia de la ópera en Oviedo en un momento delicadísimo a comienzos de los años noventa. De la mano de José Ramón Gutiérrez Arias la institución empezó a intentar la modernización de su estructura, pero ese primer impulso no lograría su consolidación definitiva hasta que él comenzó a establecer nuevas líneas de actuación, en alianza con el entonces apoderado de la asociación, Guillermo Badenes, que fue un puntal esencial al servir de puente generacional posibilitando los cambios sin perder la referencia de la tradición.

Luis era un hombre culto, un melómano de verdad, amante de las voces, y que sabía que el porvenir de la ópera en la ciudad pasada por un cambio profundo de la estructura organizativa. Para ello también contó con la alianza de una Junta Directiva que remó a favor y logró la complicidad de talentos como Emilio Sagi que ayudó, y mucho, en ese proceso.

El cambio fue espectacular: el festival pasó a ser, por fin, una temporada de verdad, se ampliaron las funciones, lo cual permitió la entrada de nuevo público, se modernizaron las puestas en escena y, sobre todo, se amplió el repertorio, introduciendo el barroco, Mozart, Wagner y otros compositores cuya presencia era anecdótica en el ciclo lírico asturiano. Apostó por un coro que trajo grandes alegrías al teatro y que hace unos meses se sepultó, décadas después de su creación, casi de tapadillo, tras una gestión, al menos cuestionable, de la que nadie se ha hecho responsable. Ya se sabe que la culpa es soltera.

Luis Álvarez Bartolomé

Luis Álvarez Bartolomé Nacho Orejas

Su intuición fue acertadísima y sentó las bases del futuro con una capacidad de trabajo infatigable, y aciertos deslumbrantes que formaron a una nueva generación de aficionados a la lírica, ensanchando la base hacia un público mucho más variado, sin perder al que llevaba décadas asistiendo a la temporada. Ahora que parece que el público mayor está de más y que sólo hay que programar para los jóvenes, su trabajo ha sido y es tremendamente inspirador.

Luis A. Bartolomé tenía la capacidad de aprender de los errores, de corregir el rumbo y de ir más allá en la consecución de objetivos cada vez más ambiciosos. Se encontró con un muro infranqueable: la infrafinanciación pública del ciclo lírico ovetense. No encontró recursos institucionales adecuados para dar el salto que Oviedo merecía. Todavía hoy sucede. Todos los presupuestos que se manejan en la región en el ámbito de la lírica y de la música clásica son raquíticos en comparación con otras comunidades autónomas, y no digamos nada con el resto de Europa. Pese a ello, presentó proyectos de gran ambición artística que quedarán en la historia del teatro Campoamor y también en la memoria de los que tuvimos el privilegio de asistir a ellos.

Detestaba el postureo tan típico ovetense, esa obsesión por estar en la “pomada” haciendo alardes absurdos. Con la misma prudencia que se hizo cargo de la temporada, la dejó sin armar ruido, ¡y motivos hubiera tenido para ello! Su legado, frente al de otros, es firme y ahí queda. También esa mesura puede explicar el que no se le hubiesen reconocido en vida sus enormes méritos en favor de Oviedo y la Ópera. Este silencio habla muy mal de la ciudad, de cómo deja marchar sin reconocer su trabajo al que, como él, de forma totalmente desinteresada -esto quiero resaltarlo mucho- se vuelca en favor del bien común.

Coincidimos hace unas semanas en el Auditorio, en el concierto de los tres tenores en el que cantaba José Bros, un tenor al que Luis adoraba y viceversa: Bros sentía enorme respeto y admiración por Luis. Como muchos otros cantantes que respetaban su intachable trayectoria en al frente de la asociación lírica. Luis era todo corazón, lo caracterizaba una bonhomía natural, y lo vamos a echar mucho de menos en la ópera, en los recitales. Confieso que seguir viéndolo, siempre acompañado por su esposa María Jesús Fernández, en el teatro y en el auditorio, era para mí un motivo de alegría. Gracias a personas como Luis la ópera se hizo accesible y cercana, dejó de ser un mero divertimento burgués y comenzó a ocupar el lugar que le corresponde como eje de la cultura en la ciudad. Espero que, aunque sea a título póstumo, ahora sí tenga el reconocimiento que merece.

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