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Identidades ficticias

El empleo de las máscaras como estrategia literaria en la primera poesía de Louise Glück

Louise Glück. | Efe

Louise Glück no ha perdido el gusto por contar historias en sus poemas, pero a medida que su obra ha ido creciendo y madurando, su escritura se ha decantado más por interiorizar las voces que la imaginación le deparaba, que por mantenerlas perfiladas y distinguibles de la suya propia. (Eso suponiendo que, tras tanta operación de desdoblamiento múltiple y multiforme, quede algún rastro de identidad que no sea la que determina en cada caso el tratamiento rítmico y lingüístico del material poético, es decir, lo que llamamos poesía.) Excepción a esta tendencia a interiorizar las personae quizá sea el pintor en sus estertores vitales y creativos que conjuga en “Noche fiel y virtuosa”, poemario de 2014 traducido este 2021 entre nosotros. Recién publicado en Estados Unidos su nuevo libro de poemas, “Winter Recipes from the Collective” (el primero tras la concesión del premio Nobel), la editorial Visor ha reunido, por parejas, sus cuatro primeras entregas: “Primogénita”, “La casa en el marjal”, “Figura descendente” y “El triunfo de Aquiles”, las únicas que, junto con “Noche fiel y virtuosa”, no habían salido bajo el sello de Pre-textos, el que dio a conocer su obra en castellano.

Precisamente el paso de una escritura constituida por máscaras a otra menos inclinada a escudarse en ellas para plasmar las propias preocupaciones –menos reticente a decir en primera persona lo que uno espera o teme de la vida– es el que se observa entre “Primogénita” (1968) y “La casa en el marjal” (1975). Los siete años que median entre una y otra colección hablan por sí solos del profundo replanteamiento al que la poeta sometió sus métodos compositivos para abrir a otra tonalidad su discurso. En su debut, Glück ensaya una y otra vez la creación de personae imaginando situaciones, muchas de ellas en un entorno de familia desestructurada o de violencia en el hogar, en las que cede la voz a mujeres y hombres que protestan por la aspereza de sus vidas, y que fraguan en poemas elusivos y elípticos, secos como puñetazos, con cierta tendencia a caer en lo críptico y, bastante más a menudo, en el tremendismo. Así, sin ir más lejos, en el poema inicial, “El tren de Chicago” (“Vi la entrepierna palpitante de ella… los piojos hozaban en el pelo del bebé”), o el titulado “Canción de la nodriza” (“Duerme, angelito mío, acurrucado con tu osito naranja. / Grita cuando el amante de tu madre te atuse el pelo”). Poemas que, leídos de seguido con otros –como los tres que cierran la segunda sección del libro, “El filo”–, destilan una evidente preocupación por el maltrato infantil, las relaciones de pareja que hoy denominamos “tóxicas” y la incapacidad para sentir limpia y honestamente amor por los otros cuando la precariedad laboral y las taras genéticas acechan. Hay resquemor, irritación, amargura; y, sin embargo, la expresión adquiere casi siempre un tono templado y expositivo, humorístico incluso, gracias al distanciamiento que permite el uso de las identidades ficticias; que, no se olvide, no obligan a asumir como propias las opiniones de un personaje histórico, ni a ceñirse a los hechos de su vida, razón por la cual no hay en todo el libro más que un monólogo dramático pleno (“La celda”, sobre Jeanne des Anges y el caso de las poseídas de Loudun).

En cambio, en “La casa en el marjal” Glück inaugura su característico tono átono y monocorde, ese que algunos críticos han percibido como carencia y otros como virtud; la atonía vocal de poemas que, como “El árbol de los sábalos”, “Mensajeros” o “Ciruelo en flor”, nos dan ya a la Glück madura, con su inconfundible luminosidad gris, como de planta en día nublado o custodiada en vitrina. Los vínculos temáticos y formales con “Primogénita” aun son firmes, pero la mayor atención que presta a la naturaleza y, por decirlo de un modo grueso, la sustitución del resentimiento por la resignación –la conformidad estoica con la vida– muestran a una poeta que ha depurado sus costumbres y encontrado una voz más personal y autorretributiva (no obstante lo cual, todavía ensaya la fórmula del monólogo dramático en tres ocasiones: “Gretel en la oscuridad”, “Juana de Arco” y “Abisag”). El verso, que sigue siendo libre, es mucho menos cortante y tenso que en “Primogénita”, y el traductor, Andrés Catalán, lo vierte con esmero y precisión, respetando, en un caso, su abrupta concentración sintáctica y, en el otro, su fluidez.

Cubierta del libro

Cubierta del libro

Primogénita / La casa en el marjal

Louise Glück

Traducción de Andrés Catalán

Visor, 220 páginas, 16 euros 

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