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Entrevista

Miguel Bosé: "Tuve que sobrevivir a un dios y a la mujer más bella del mundo"

El artista desvela en la novela biográfica 'El hijo del Capitán Trueno' aspectos nunca contados de su infancia y adolescencia (amores incluidos)

Miguel Bosé. EFE

Miguel Bosé ha 'desconfinado' su infancia y su adolescencia en un libro, 'El hijo del Capitán Trueno' (Espasa). Y no compone un retrato almibarado. Habla de la decepción de su padre, el torero Luis Miguel Dominguín -"yo era un pusilánime que le sacaba de quicio"-, del fondo y la forma de la ruptura del matrimonio con Lucía Bosé, la posterior penuria económica, la relación con Picasso, la pérdida de la virginidad... Una porción de intimidad en 480 páginas que dará para horas de debate.

-¿Tocaba una salida de todos los armarios posibles?

-El momento te elige, no lo buscas tú. Por mucho que me senté en el pasado a intentarlo, no pudo ser.

-¿Por pudor?

-Porque las historias tienen que fluir.

-¿Se ha liberado de un peso?

-Es un gesto generoso más que una terapia. Cuento la historia de un niño, Miguelito, y de un adolescente de los que no teníais noticia porque la atención mediática estaba puesta en dos dioses. Es un recuerdo bello, sin rencores, sin suciedad. Tuve que sobrevivir según las cosas iban sucediendo.

-En la relación con su padre sucedieron cosas que calificaríamos de maltrato.

-A ver, si quiere que nos entendamos, ponga las palabras justas y no intente hacer amarillismo.

-No pretendo. Se lo llevó de safari a Mozambique con 10 años porque temía que saliera "maricón".

-No hubo violencia. No hubo maltrato. ¡Por el amor de Dios!

-No le dio quinina, enfermó de paludismo y le obligó a seguir.

-Había mucho desentendimiento porque yo no respondía a las expectativas de ser como él: un cazador, un pescador, un bruto, un machote. Se encontró con un hijo que tenía una línea de sangre mucho más de la Lombardía, más sensible. Con el tiempo, el padre se dio cuenta de que aquel hijo que quería reformar había crecido y volado sin jamás pedirle nada. Eso fue lo que lo dignificó.

Con el tiempo, mi padre se dio cuenta de que aquel hijo que quería reformar había crecido y volado sin jamás pedirle nada. Eso le dignificó

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-¿Picasso fue la figura paterna que no tuvo?

-Picasso fue el abuelo. Era una persona que me hacía sentir importante. Yo no recibía atención de nadie, y él me la daba. Cuando en los veranos hablábamos, por ejemplo de arte, siempre me preguntaba: "¿Y para ti qué es?". Le interesaba mi opinión, todo lo que le decía le parecía fascinante. Él no recordaba haber sido niño tal vez nunca.

-Nadie recuerda que Lucía Bosé y sus hijos pasaran estrecheces.

-En aquella España muchas familias tenían que mantener las apariencias. Si habías tenido y dejabas de tener, había que fingir y había que mentir. Y nosotros, tras la separación de mis padres, lo vivimos. Cuando me dijeron "hay que fingir", pregunté qué era eso. No tenía la suficiente dosis de malicia como para caminar en la cuerda floja entre la verdad y la mentira. Fue horriblemente desagradable.

Cuando me dijeron "hay que fingir", pregunté qué era eso. Fue horriblemente desagradable

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-¿Todo eso dejó huella?

-Claro. Capa tras capa, de forma geológica, todo moldeó mi personalidad. Pero era más importante sobrevivir a las figuras de un dios en la España del régimen y de la mujer más bella del mundo, la novia de Italia, con un carácter de tigresa. Lo primero era no dejarse ahogar por esas personalidades tan poderosas.

-¿Lo logró, sobrevivir?

-Dígamelo usted.

-Emocionalmente, digo.

-Todo aquello ha sido apaciguado. Las cosas pasan, arrasando con toda la fuerza y, cuando les das la espalda y se alejan, les dices: "Que te vaya bien, bonito". Ya no tengo sangre para seguir arrastrando problemas. Lo único que quiero es simplificar.

-¿Y confesar que perdió la virginidad con Amanda Lear en casa de Dalí?

-[Ríe] Lo recuerdo con cariño.

-Cuente.

-No voy a contar más de lo que está en el libro.

Mi primer amor fue una niña que se llamaba Bárbara Blasco. Íbamos de la mano por las comuniones diciendo que éramos novios

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-También cuenta que Helmut Berger, amante de Luchino Visconti, fue su primer amor.

-Mi primer amor fue una niña que se llamaba Bárbara Blasco y hoy sigue siendo íntima amiga. Íbamos de la mano por las comuniones diciendo que éramos novios.

-Me refería al amor carnal.

-¿Cree que se lo voy a contar ahora?

-Lo cuenta usted en el libro.

-Cuento lo que sale y si no cuento más es porque no debo. Sucedió de forma bonita.

-En todo caso, es la primera vez que pone por escrito su orientación sexual.

-Me han dicho que en Catalunya hay tormenta, ¿es cierto?

-Oído. ¿Cree que el libro tendrá un efecto reparador tras un año de polémicas?

-No sé a qué se refiere.

-Al negacionismo del covid, a la batalla judicial con su expareja...

-Que cada uno interprete el libro como quiera. Lo mismo me ha pasado con las canciones. No se puede imaginar la cantidad de interpretaciones que desencadenaron canciones como 'Si tu no vuelves', una de las más conocidas de mi repertorio.

-Alguna versión correcta de usted querrá proyectar.

-Cuando las cosas salen de uno ya no le pertenecen a uno. No quiero manejar las voluntades.

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