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Arte

Un revulsivo necesario para el arte

Plágaro presenta “Cuadros desiguales” en la galería Guillermina Caicoya de Oviedo

Obra de la serie “Cuadros desiguales”.

Sorprende la exposición de Plágaro en la galería Guillermina Caicoya de Oviedo: posee rigor, frescura y una cierta rebeldía. Después de trabajar durante años en el ámbito de la repetición, en series con piezas exactamente iguales y ordenadamente dispuestas, presenta ahora “Cuadros desiguales”, un conjunto de pinturas pensadas para organizarse en combinaciones de cuatro piezas con formatos distintos. Las composiciones se expanden por las paredes de la sala planteando otra manera de mostrar y contemplar las obras y evidenciando la gran ductilidad y posibilidades combinatorias de cada agrupamiento.

El artista plantea alternativas ante ciertos convencionalismos plásticos, ya puestas de manifiesto en sus trabajos anteriores mediante la repetición modular de sus cuadros que, insistentemente, ha venido manteniendo en sus distintas series. Esta apuesta por la réplica y no por la obra única, debería de ser ajena –según los cánones académicos– a una obra de arte con mayúsculas. Sin embargo, la coherencia de los patrones repetitivos en Plágaro encuentra su justificación con tan solo mirar a nuestro alrededor: no son más que un reflejo de la realidad. Como comenta el autor, “repetimos comportamientos todos los días”, muchas veces de manera mecánica y absurda. En este sentido, no es extraño que el artista hable del Dadaísmo como corriente estética de referencia, tendencia inconformista que propició una profunda reflexión ante un arte atado a sus convenciones; solo transgrediéndolas es posible avanzar, aportar nuevas soluciones plásticas, nuevas perspectivas. Hacernos preguntas ante la obra de arte es necesario; si esto no ocurre, la obra es estéril. Sin embargo, ante el trabajo de Plágaro surgen múltiples interrogantes, alguno relacionado con el pensador Walter Benjamin y sus reflexiones en “La obra de arte en la época de su reproductividad técnica”, planteando asuntos ligados al aura que desprende y distingue una obra de arte auténtica de su réplica.

Más allá de estas especulaciones, lo cierto es que “Cuadros desiguales” es un revulsivo necesario para el arte. Cada pieza es parte del engranaje de la composición a la que pertenece, y cada composición conecta con las demás, creando una instalación específica que unifica el espacio expositivo. La armonía que desprende el conjunto proviene de los ritmos formales, cromáticos y compositivos, pero, especialmente, de un absoluto dominio de la escala y de las relaciones espaciales entre las obras; el rigor métrico es el principal protagonista. Pero también se hacen tangibles aspectos intrínsecos a la configuran de cada pieza; es, desde el orden y sencillez formal, desde donde destacan los originales formatos de sus “cuadros” y advertimos la materia prima que los conforma: los bastidores de madera de samba, ligeros y difíciles de alabear, la loneta de tonos crudos y textura rugosa, y la masa pictórica, óleo o pintura poliéster que, aplicada en varias capas, consigue efectos cromáticos únicos.

Otra obra de Plágaro en la exposición.

Contemplando estas composiciones, podríamos derivar a ámbitos del neoplasticismo o del constructivismo; en su estructuración geométrica hallamos paralelismos con el concepto plástico-espacial Proun, creado por El Lissitzky, o con piezas modulares minimalistas, incluso con el riguroso análisis cromático y formal en torno al cuadrado de Josef Albers, artista de referencia para el autor. Sin embargo, el personalísimo tratamiento matérico del color de las superficies pictóricas, le alejan de cualquier influencia. Su atractivo se halla en el equilibrio entre el rigor y el gesto contenido de una pintura densa y magmática, potenciada por un trazo expresivo. Las agrupaciones se han configurado teniendo en cuenta esas premisas; hay armonía de color, proporción y medida, sin olvidar una gran versatilidad que abre nuevas posibilidades creativas. Esta nueva vía que ofrece “Cuadros desiguales”, viene a enriquecer y complementar ese encadenamiento de series repetidas que ya conocíamos, incorporando nuevos alicientes a su trabajo, portadores de una nueva energía. Tenemos la oportunidad de disfrutar y valorar este conjunto de cuadros expandidos que abren, si no una nueva etapa del pintor, un nuevo camino para seguir experimentando en otras vertientes de la plástica actual.

Estas indagaciones, sin duda, han venido propiciadas desde las experiencias vitales que el artista, como el resto de la humanidad, está viviendo en estos tiempos convulsos. Desde esta situación límite, Alfredo Álvarez Plágaro sigue construyendo nuevos itinerarios plásticos, mostrando cómo la vida y el arte siempre están imbricados.

Cuadros desiguales

Alfredo Álvarez Plágaro

Galería Guillermina Caicoya. Calle Principado 11, Oviedo. Hasta el 30 de noviembre.

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