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Las minúsculas vidas ajenas

Begoña Méndez y Nadal Suau traman un intercambio epistolar con el matrimonio como asunto

Cultura - Libros

En el prólogo a “El matrimonio anarquista”, sus autores Begoña Méndez y Nadal Suau apelan a un lector interesado por las minúsculas vidas ajenas. Tengo la sensación de que la alusión a ese potencial lector es pertinente pero no nueva. Las minúsculas vidas ajenas llaman la atención del lector desde hace ya tiempo, tanto como Chéjov empezó a dar a conocer sus relatos. No obstante, el deseo de Méndez y Suau nos evoca referencias tan ineludibles como Pierre Michon y Marcel Scwob.

Pero la apuesta de “El matrimonio anarquista” va mucho más allá. Supera los planteamientos más canónicos a pesar de la brillantez de los escritores franceses antes citados y se coloca en una situación nueva por tono, tema y formato. Por supuesto que no es el primer ni el último libro que tiene el matrimonio como asunto ni tampoco es el único que usa como método el formato epistolar, pero no es tan habitual que se escojan las cartas como camino para hacer avanzar una narración (al fin y al cabo “El matrimonio anarquista” podría titularse “Relato de un matrimonio”) y el matrimonio en el libro es mucho más que un tema: es su médula, el músculo que hace mover cualquier otro asunto trivial o importante que alcance la órbita de esa pequeña institución sostenida por una pareja.

De lo que se cuentan Méndez y Suau destacaría la importancia de las contradicciones (aprender a vivir con ellas es casi establecer una poética); su capacidad para dinamitar los compartimentos estancos (existe en no pocos escritores la tendencia artificial de mantener a salvo la escritura del resto de la vida, como si eso se pudiera) y como lector de este vitaminante texto agradezco especialmente la constatación, casi científica, de que, al final, todo está junto y revuelto.

Escribe en un momento Begoña Méndez: “Qué bien cuando conseguimos que nuestro matrimonio sea una máquina de generar extrañeza y reventar expectativas. Ojalá lo consigamos un poco con estas cartas”. Estimulante que se escriba desde el matrimonio contra el matrimonio (al menos contra la idea más aceptada y convencional del mismo). Generar extrañeza y reventar expectativas es también lo que se espera de la buena literatura y lo deseable para un escritor: que resulte extraño para sí mismo y reviente lo que él mismo aguarda de él. En “El matrimonio anarquista” se nos está diciendo que todo libro debe ser un salto al vacío. Leyendo las cartas que conforman el libro somos testigos de un texto que se va construyendo. Otra cuestión atractiva del planteamiento es que sitúa a las autoras en la perspectiva más de exploradoras que de arquitectas (entendiendo las primeras como escritoras que van descubriendo lo que escriben según lo van escribiendo y las segundas, aquellas que necesitan planificar todo antes de que llegue el momento de escribir). Las cartas, por su propia naturaleza y aunque pueda existir una corrección posterior, son espontáneas, es a la escritura lo que la música en vivo es a la música. Ahí radica uno de sus atractivos. Además Méndez y Suau aciertan con el repertorio. Felizmente se inmolan para pasar a ser un Callejón del Gato de los lectores que leemos sus cartas. O quizás es todo más sencillo, que no fácil. Se dice también en el prólogo: “lo hicimos porque nos dio la gana”. No es tan habitual que sea así.

“El matrimonio anarquista”

Begoña Méndez y Nadal Suau 

Ed. Hurtado & Ortega. 168 págs. 18 euros 

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