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Música

El alma eslava de la pianista Noelia Rodiles

Publica un magnífico disco con el violonchelista Fernando Arias

Portada del disco de Noelia Rodiles y Fernando Arias.

Una de las últimas sorpresas que guardaba 2021, un año de muy buena cosecha para Asturias en el ámbito de la grabación, ha sido el disco editado por la pianista asturiana Noelia Rodiles que, acompañada por el violonchelista Fernando Arias, nos sumerge en un apasionante viaje por la música eslava.

Rodiles es una intérprete que siempre sorprende con sus proyectos. No se anda por las ramas y establece puentes creativos, entre estilos, épocas y autores muy diferentes, como hizo en un anterior y deslumbrante trabajo suyo en el que dio la mano a Schumann, Mendelssohn y Schubert con Jesús Rueda, David del Puerto o Joan Magrané. Anteriormente ya había, asimismo, emparentado, con enorme acierto, a Schubert con Ligeti. Hay en ella una capacidad única para buscar puntos de unión con un resultado asombroso por las invisibles conexiones que la música tiene a lo largo del tiempo y que ella sabe rastrear con una sensacional mezcla de talento, valentía y creatividad.

Ahora Rodiles cambia de tercio, pero no por ello va a lo fácil. Pianista y violonchelista han decidido entrar de lleno en el vastísimo territorio de la música eslava –y alrededores– a través de dos obras apenas frecuentadas en los auditorios y de otra más conocida, pero no excesivamente popular. Von Dohnányi, Janácek y Shostakovich son mundos paralelos, en los que, de la mano de Rodiles y Arias, encontramos puntos convergentes en las atmósferas y temáticas musicales, a través de esos hilos finísimos que suman una forma especial y única de sentir la música y transmitirla.

La primera obra puede ser un descubrimiento para el público. El compositor Ernst von Donhnányi –abuelo del maestro Christoph von Dohnányi– se nos muestra en su “Sonata para violonchelo y piano, op. 8” como un fabuloso transcriptor de la tradición romántica en una partitura que atrapa de inmediato por su fiera fuerza dramática, por su peculiar concentración expresiva dentro de un concepto de mixtura estilística que ofrece un resultado de sublime belleza. No le va a la zaga “Pohádlka” (“Cuento de hadas”) de Leos Janácek, uno de esos autores que el mundo de la música tardó en descubrir, pero que ahora es un compositor imprescindible. El perfume de la música popular morava está aquí expuesto con gran sutileza y esa delicadeza expresiva los intérpretes nos la hacen llegar con magisterio. Cierra el trabajo la “Sonata para violonchelo y piano op. 40” de Dmitri Shostakovich, obra de un periodo creativo efervescente para el compositor ruso, y en la que está toda su intensidad melódica y los potentes rasgos formales que moldean su música.

El acierto tan notable en el repertorio se completa en el disco con la excelencia interpretativa que caracteriza el trabajo de Rodiles y Arias. El equilibrio impecable entre ambos, el mordiente expresivo con el que abordan cada obra, el rigor expositivo con el que las ofrecen llega de forma inmediata al oyente. Sin duda, uno nuevo paso adelante en una carrera que espanta el conformismo y que no se queda en lo obvio.

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