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Lo que no saben las masas, pero sí Joe Abercrombie

El escritor inglés presenta en la última entrega de su decalogía, “La sabiduría de las multitudes”, los entresijos de una revolución social

El escritor Joe Abercrombie, en Avilés. | Julián Rus

En un mundo inventado e inclasificable en una escala temporal moderna, el escritor inglés Joe Abercrombie mezcla sin remilgos crueldad, violencia, traición y las más oscuras artimañas políticas para controlar a una masa popular cansada de unos gobernantes sobre los que han perdido la confianza tras años de continuos abusos.

Bien pensado quizás no sea un mundo tan irreal como parece el que describe este psicólogo –de formación– en las páginas de su última obra, “La sabiduría de las multitudes”, el punto y aparte (aunque se supone que final) de una su saga titulada “El Círculo del Mundo”, que, a su vez, forma parte de una decalogía literaria que engloba tres trilogías (La primera ley y la Era de la locura), tres novelas independientes (La mejor venganza, Los héroes y Tierras rojas) y un libro de relatos (Filos mortales). ¿Qué es lo que saben las multitudes? Más bien poco sobre cómo se mueven los hilos en los grandes salones políticos donde se toman las grandes decisiones de los que depende su vida y donde, aunque las caras cambien, todo sigue igual. Así que no, definitivamente, el mundo sobre el que escribe Abercrombie no es demasiado diferente al real.

El “Gran Cambio”, así en mayúsculas, es el motor de esta trilogía (La era de la locura), en la que el pueblo trata de deponer a reyes y gobernantes –por las bravas y derramando una gran cantidad de sangre– hartos de años de abusos, los habitantes del desarrollado sur de este mundo inventado tienen horarios interminables en fábricas para, a final de mes y con suerte, cobrar una miseria. Definitivamente, no es tan diferente a la vida real. Pero allí si que cuaja la revolución. Incluso cae hasta la banca.

Abercrombie –que se hace llamar a si mismo Lord Grimdark (algo así como el caballero sombrío)– es psicólogo y se nota en su obra literaria. La personalidad de sus personajes tienen una profundidad difícil de encontrar en otros autores del género como Brandon Sanderson o Steve Erikson, más preocupados de que los trucos de magia sean creíbles y tengan fundamento. A Lord Grimdark le preocupan más otras cosas y en algunos aspectos de su escritura está cercano al famosísimo George R. R. Martin –autor de la inconclusa (desde el punto de vista literario) saga Canción de Hielo y Fuego–, ya que ambos se preocupan en exceso porque sus personajes no sean unas simples marionetas sin personalidad.

Cómo hacen los buenos futbolistas, Abercrombie explota al máximo sus virtudes literarias y esconde sin el más mínimo reparo sus defectos. En la literatura fantástica moderna, desde los tiempos de J. R. R. Tolkien, una parte fundamental del desarrollo de la historia la marca el propio mapa ideado por el escritor en cuestión. A veces, el propio terreno es protagonista fundamental de muchas de las historias. En el caso del inglés lo del mapa es algo secundario. La división de su mapa se basa en un Norte difuso dominado por los norteños, unos bárbaros, que están cómodos luchando entre ellos y que viven bajo el yugo de un sistema político completamente autoritario. Mientras que abajo, en el igual de impreciso Sur, gobierna un régimen monárquico.

Hasta aquí los defectos. Pocos. En la otra cara de la moneda, una de las grandes virtudes de Abercrombie es su maestría a la hora de describir batallas inventadas, una tensión en la pluma de la que –aunque parezca sorprendente– carecen muchos de los escritores de este género. La mayoría prefiere llevar a sus personajes por miles de recovecos de sus complicados mapas y enfrentarlos a magos con los poderes más excéntricos que dejarlos en un campo de batalla.

Este último tomo de la saga es el del tremendo empoderamiento de los personajes femeninos. Al norte, una guerrera –Rikke– bendecida (o mal bendecida, depende del momento de la historia) por lo que se conoce con el ojo largo, gracias al que puede ver un futuro, gobierna con benevolencia en el Norte. Hasta que llegan las batallas y tiene que tirar de ingenio y de crueldad para evitar que Calder el Negro –el antiguo gobernante de aquellas tierras y un sanguinario sin escrúpulos– consiga volver a tocar la Silla de Skarling (símbolo del poder en el Norte).

Al Sur es donde las multitudes andan enfadadas buscando un nuevo futuro. Uno bueno. Allí Savine dan Glokta –inversora, empresaria y culpable de mucha de las penurias que pasa su pueblo– busca devolver a su medio hermano Orso al trono monárquico que les ha arrebatado el pueblo. Lo hace gracias a un matrimonio, que es más una alianza de negocios, con uno de los grandes guerreros del Sur, Leo dan Brock.

El “Gran Cambio” se obra gracias a que “En el problema de la paz” (la obra de la saga anterior a esta que ahora se publica) los rompedores –una especie de luditas de la revolución industrial que se dedican a sabotear las máquinas que marcan un dudoso progreso– llegan al poder, y a que ahora en “La sabiduría de las multitudes” son los quemadores (obviamente mucho más radicales que los anteriores) los que se hacen con el gobierno del pueblo. La conocida como La Jueza (otro personaje femenino que acumula muchísimo poder) es una de las protagonistas claves dentro de este entramado y una muestra de que, en ocasiones, es oportuno hacer valer ese dicho que dice algo así como que “más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer”. Sin embargo, las sombras del pasado son, por normal general, muy alargadas, tanto que llegan a tapar las buenas voluntades escondidas detrás de los cambios sociales. También en los libros de fantasía.

Se supone que “La sabiduría de las multitudes” es el punto final de esta decalogía, pero Abercrombie deja las suficientes pistas en su final para pensar que no será así, y que una nueva generación –la de esta trilogía ya eran los hijos de la anterior– está llamada a tomar el mando.

El mundo creado por Joe Abercrombie recuerda peligrosamente al pasado de su Reino Unido natal, con los asilvestrados escoceses en el Norte y los estirados burócratas en el Sur. También es la analogía perfecta para todas aquellas revoluciones sociales (tanto de izquierdas como de derechas, aquí no hay distinciones) que buscan forzar un cambio político mediante la fuerza o invadiendo otros países. Porque Rikke, Savine, Orso, Leo o el traidor de Trébol (un guerrero y maestro de esgrima que cambia de bando según sople el aire) pueden ser perfectamente políticos o empresarios actuales.

Así que, ¿qué saben las multitudes? Que constantemente es necesario que todo cambie para que nada cambie.

La sabiduría de las multitudes

Joe Abercrombie

Traducción Manu Viciano

Alianza Editorial 796 páginas, 25,5 euros

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