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Variaciones contra el aburrimiento

La galería José de la Mano de Madrid expone los “mecánicos” de Manuel Calvo

Variaciones contra el aburrimiento

En 1963, cuando realizó su serie de pinturas “mecánicas”, el pintor Manuel Calvo era ya una de las figuras de la naciente abstracción geométrica española. Nacido en Oviedo en 1934, y exiliado en Madrid tras el fusilamiento de su padre en la Guerra Civil, empezó a practicarla en París en 1957, en contacto con miembros del Equipo 57. En 1960, participó en la presentación de la tendencia en España, la exposición conjunta “Arte Normativo Español”, bautizada así por el crítico valenciano Vicente Aguilera Cerni, y en 1962 realizó una exposición individual en la galería Denise René de París, el templo de la abstracción geométrica mundial, con diez óleos en torno a la figura del círculo a los que puso títulos de minas asturianas, en homenaje a las huelgas mineras de ese año.

Pero se aburría. La pintura geométrica le interesaba después de acabada, pero el proceso de realización le cansaba. Necesitaba algo más rápido y con cierta capacidad de sorpresa, que admitiera la posibilidad del error y se pudiera rectificar en el momento. Así, a la vez que pintaba cuadros geométricos sobre tela y cartulina, ensayaba otras cosas con tinta china sobre papel, por lo general más figurativas y de contenido social. Ya a finales de 1961 había entrado a formar parte del grupo de grabadores de Estampa Popular y en 1963 expuso en la galería Prisma de Madrid temas como las torturas franquistas, la guerra de Argelia o la revolución cubana. Ese mismo año inició sus series “No a la violencia”, el homenaje al político fusilado Julián Grimau y sus “Hombrecitos”, que diversificaría durante su estancia en Brasil en 1965, con más color y contraste.

Variaciones contra el aburrimiento

A su vuelta, Denise René le dice, durante una cena con ostras en París, que en su galería no puede estar un pintor geométrico que hace arte figurativo a la vez, y mucho menos si lo expone. Calvo recoge sus bártulos y se despide, tan amigos. Ese acto supuso el abandono de la geometría por su parte, a la que no volvió durante mucho tiempo. Algunas personas le reprocharon haber roto con la galería parisina e incluso le acusaron de traidor. A Manolo Calvo siempre se le echaron en cara este tipo de confrontaciones, que le costaron dejar de estar en las listas del arte analítico español, o en las retrospectivas del arte de la época, sea o no figurativo, pero bueno era él para que alguien le dijera lo que tenía que hacer.

Con su serie de dibujos “mecánicos”, que ahora expone la galería madrileña José de la Mano, Manolo Calvo ensayaba un tipo de pintura más automática, hecha a tinta china y acrílico y extendida con rodillo sobre papel, en la línea de movimientos de vanguardia que surgirían después como el francés “Support-Surface”, en defensa de la “pintura-pintura”, sin más atributos. Se mantuvieron inéditos hasta 1984, cuando expuso en Asturias una amplia retrospectiva de su obra que okupó (con k) el Museo de Bellas Artes en Oviedo, el Museo Jovellanos de Gijón y la Caja de Ahorros, de cuyo catálogo fueron portada. En uno o dos colores, aplicados en franjas paralelas que parecen pedir continuidad, combinan sabiamente proceso y expresividad, en un pintor que, ya para entonces, era dueño de sus recursos, a pesar de su autodidactismo proclamado. También están los papeles “arrugados”, en los que el soporte condiciona la pintura pero a la vez ofrece nuevas posibilidades, con el azar como compañero de un viaje experimental de índole constructivista.

Variaciones contra el aburrimiento

Es de destacar el número de variaciones que Manolo Calvo consiguió obtener con tan pocos elementos, en una sinfonía pictórica que en José de la Mano se refuerza con un montaje juguetón a pesar de la austeridad, que el propio artista admitía. Aunque las pinturas tengan una sola posición frontal aparente, en la que domina lo vertical, se permite su colocación giradas en horizontal, o vueltas del revés, por firmas duplicadas en la misma obra e indicaciones por detrás que incitan a su presentación lúdica, muy propia de un artista al que no le gustaba repetirse y vivía libre de consignas artísticas y políticas de cualquier clase.

La galería madrileña, que aúna estrategia comercial y exigencia investigadora, muy centrada en el arte español de los años sesenta y setenta, fue muy importante para él al final de su trayectoria, sobre todo a partir de que retomara la geometría desde al menos 2005. En 2009, expuso sus estudios y composiciones espaciales realizados entre 1957 y 1964, y en 2014 sus silenciosas pinturas en blanco y negro de entre 1958 y 1964, que primero mostró en el Museo Oteiza de Alzuza y al año siguiente en la Fundación Evaristo Valle de Gijón. También lo llevó a la feria ARCO. Tras el fallecimiento de Manolo Calvo en Madrid en 2018, se ha ocupado del inventario de todo lo que dejó en su piso del 17 de la calle Elvira, un habitáculo de experimentación y ruptura de cuyos cajones inagotables todavía saldrán más novedades.

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