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El veneno del tiempo que siempre ha dejado su estela en la poesía de Felipe Benítez Reyes

La perspectiva del paso de los años es notoria en el autor

El paso del tiempo, ese animal indestructible, ha dejado siempre su estela en la poesía de Felipe Benítez Reyes. “Un mentido color” vuelve a mostrar de forma categórica este aspecto de su trabajo, sin excusas ni evasiones. Si en libros como “El equipaje abierto” se canta a la juventud perdida, aquí se abre a la edad del descreimiento.

La extrañeza de haber pasado ya buena parte de la vida se convierte en un asombro literario que requiere de justificaciones para seguir caminando, las preguntas al trasluz develadas en medio del trayecto: “Sin rumbo el corazón / en la noche indecisa / de quien busca un sentido a su fluir / y de pronto concibe / el himno resonante que celebra la vida / o la elegía veloz / que viaja de un ayer hasta ahora / con su retórica del daño”. La mar dejará de ser ensoñación pretérita para alzarse como una fuerza autoritaria y dominante. La nieve, como en los primeros poemas del escritor de Rota, volverá a transmitir la fugacidad de los días, el alma con que el reloj nos somete. Un paisaje bastará para interpretar todo ello.

El poeta de Rota se abre a la edad del descreimiento en su último libro

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Los personajes arquetípicos que circulan por la literatura de Benítez Reyes, nombrados con claves inteligentes que ejecutan la realidad y toman potestad literaria, están también muy presentes en el libro: “El repartidor a domicilio ejerce de Mercurio / en su moto que suena como una gran carroza / de hierro atormentado”. Otro personaje será Bernardo Soares, heterónimo de Pessoa, recreándolo con maravillosa verosimilitud y belleza. El teclear de la conciencia de sentirse humano. También recurrirá el escritor andaluz a personajes como Ezra Pound para dibujar con agudeza la demencia de lo que muere casi sin sentido. “He visto a Pound durante un segundo / con los ojos que están fuera del tiempo, / y el roce de las aguas con la piedra lamida”, escribe.

Juegos de palabras y metáforas servirán perfectamente para ejemplificar el “tempus fugit”. Incluso la nostalgia llega a parecer lejana. Pero el pasado es intocable, tesoro que, acumulado, logra “la sabiduría contenida en el cansancio del vivir”. Hay un sentimiento de pertenencia que declina en la pérdida: “La mar que era mi mar, / sus alas rotas”. Para contrarrestar lo imperdonable del tiempo, y “Frente al jardín helado que cultiva la nada”, se edificará un bello recuerdo, como sucede en “Silvia”.

El dominio de la poesía le sirve a Benítez Reyes para escribir una variación de un poema a partir de un verso o dejarnos sumidos en la perplejidad lectora. Valores muy notables de esta tremenda e indescifrable elegía.

Un mentido color

Felipe Benítez Reyes

Visor 77 páginas

22 euros

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