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"Gallinas", la novela de Jackie Polzin, un audaz y bello artefacto

Una obra que es una pieza de orfebrería, pura delicadeza literaria

“Gallinas” es uno de esos libros que podrían pasar desapercibidos, lo cual sería injusto. No puede pasar desapercibida una obra tan respetuosa del arte de escribir, tan finamente trabajada, tan elegante. “Gallinas” debería entregarse envuelta en papel de celofán y con una etiqueta advirtiendo que es un objeto delicado. Es una pieza de orfebrería, un ejercicio de filigrana, pura delicadeza literaria. Los varios premios que se ha llevado Jackie Polzin con su primera novela certifican el éxito de un ejercicio en el que la autora ha triunfado sobre su propia osadía, que es la de escribir un libro en el que todo el tiempo habla de gallinas. No es figurado, es literal. Gallinas, sí. Todo el tiempo gallinas.

La historia tiene lugar en Minnesota y la cuenta en primera persona una mujer que vive con su pareja, que cría cuatro gallinas, que se dedica a limpiar casas y que recientemente ha sufrido un aborto. Las gallinas, la limpieza y esa pérdida dolorosa son las tres piedras angulares del relato, y una de las virtudes de las que Polzin hace gala consiste en convencer al lector de que criar gallinas, haber desarrollado una serie de teorías sobre la limpieza y llevar a cuestas el vacío de un aborto no deseado son los vértices de un extraño triángulo, y que en medio de ese triángulo se esconde una suerte de verdad. Al mismo tiempo, Polzin permite que cada quien, libremente, establezca los parámetros de dicha relación. A ningún lector inteligente se le ocurriría pasar por alto la invitación. Puede que sea el momento de decir que el título original en inglés es “Brood”, que traducido al castellano hace referencia al hecho de empollar, de incubar.

¿Hay muchas páginas de gallinas? ¿Se habla demasiado de gallinas? Es la queja de algunos lectores, y no cabe duda: de las tres piedras angulares, es la que se come la parte del león de la narración. Pero es que no son solo gallinas. Y no son solo los huevos que ponen, o el pienso que comen. En el universo de Polzin están concebidas para hablar más que de sí mismas.

Y luego está la forma. Como todo es forma y contenido, y Polzin lo sabe, este bocado lo envuelve en una prosa cuidada al extremo, mimada como debe serlo –como debería serlo siempre– la materia prima de la literatura, que es la palabra. Sin haber leído “Gallinas” en su versión original, uno intuye que en el castellano de Regina López Muñoz palpita perfectamente el inglés contenido, preciso, musical y bello de Polzin. “Es junio y los árboles están cargados de hojas, lo que provoca que las sombras también tengan hojas, y los dos tipos de hojas se mueven con el viento, creando una sombra del viento”. Por ejemplo. O bien cuando uno alumbra un cálido y literario agradecimiento por lo bien escogidos que están los nombres de los animales: “Gam Gam”, “Señorita Hennepin County”, “Gloria” y “Tiniebla”. Por fortuna, no hablan, se dedican solo a ser gallinas, y gracias a Polzin, a servir de espejo, de trasunto, a ser la metáfora de algo más. Es un libro raro, sí, pero eso es virtud, y no es tan raro como para no poder aspirar a un público amplio.

Gallinas

Jackie Polzin  Traducción de Regina López Muñoz

Libros del Asteroide 226 páginas, 19,95 euros

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