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Narcocapitalismo: el dibujo de James Davies de un planeta sumiso

James Davies muestra en “Sedados” el panorama de una sociedad de colgados que amenaza con hacer del planeta un escenario zombificado

A finales de los años 70 del pasado siglo, coincidiendo con el impulso que el neoliberalismo recibió a través de las ideas económicas de Milton Friedman y su encarnación política durante los mandatos de Reagan y Thatcher, triunfaron ideas como la desregulación de los mercados, la inexistencia de la sociedad y la creencia en el gerencialismo como el mecanismo mediante el que los Gobiernos exprimirían el odre de lo público para asegurar el beneficio de las metas cumplidas. A pesar del desastre de la crisis de 2008, el rescate que los Estados tuvieron que hacer de los principales bancos y la miseria existencial que la oleada de hiperindividualismo sembró por doquier, aún hoy las huellas de esa ideología se manifiestan con brutalidad e impudor en múltiples esferas.

Una de las más dramáticas es la que afecta al espectro de la salud mental. Vivir en una época dominada por el sentimiento del cuerpo improductivo ha convertido a las naciones pudientes en gigantescos contenedores de frustración, anomia y displacer, circunstancias que motivan la conversión de muchas personas en dependientes de todo un arsenal farmacológico con el que poder sobrevivir al día a día. Aunque “Sedados”, del antropólogo social James Davies, fija su atención en el Reino Unido, cabe colegir que los resultados de su ensayo en torno a la connivencia entre poder y capital para construir sociedades enfermas dependientes de ansiolíticos y antidepresivos, puede extenderse a otros países de su entorno, entre ellos el nuestro.

La tesis de James es que esa persona resiliente, optimista y económicamente productiva que el turbocapitalismo anhela ha obligado a modificar el abordaje de la salud mental con el fin de satisfacer su imagen rutilante. El sufrimiento se asocia ahora a un cerebro enfermo en vez de a unas condiciones sociales nocivas. Esta despolitización del sufrimiento promueve intervenciones medicalizadas que son una gran noticia para las farmacéuticas y una pésima noticia para los usuarios de los sistemas de salud. El malestar ya no se percibe como una llamada de atención a favor de un cambio en nuestro modelo de vida, sino que se ha convertido en una renovada ocasión para el consumo. La industria cosmética atribuye nuestro sufrimiento al envejecimiento; la dietética, a nuestro sobrepeso; la farmacéutica, a un problema de nuestra química cerebral. Cada uno de estos sectores ofrece su propio y rentable elixir al respecto, pero todos comparten la misma filosofía consumista al respecto. Cualquier sufrimiento puede ser eliminado con el consumo del remedio adecuado, sea una crema antiarrugas, una oportuna liposucción o la cuota exacta de benzodiazepinas. En la renovada distopía huxleyana del mundo feliz, una sociedad de colgados amenaza con convertir el planeta en un escenario zombificado y sumiso, donde la química ha desligado el sufrimiento de las condiciones materiales de existencia para obrar un milagro portentoso, según el cual nuestro malestar tiene más que ver con los niveles de serotonina que con nuestros trabajos sin sentido, nuestra absoluta falta de empatía, nuestra pérdida de valores y nuestro alejamiento de la naturaleza.

Sedados

James Davies

Traducción de Mireia Bofill Abelló 

Capitán Swing 320 páginas, 22 euros

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