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Harry McCoy no sabe nada de discos de oro

Alan Parks vuelve al Glasgow violento y rockero de los 70 en “Bobby March vivirá para siempre”

“Bobby March vivirá para siempre” es, después de “Enero sangriento” e “Hijos de febrero”, la tercera entrega de la saga escrita por Alan Parks y protagonizada por Harry McCoy. En las tres, la acción se desarrolla en la ciudad de Glasgow en la década de 1970. Una ciudad plagada de tipos duros, un mundo de fuerza bruta y “gente cansada, golpeada por la realidad” (p. 314). Sin embargo, Glasgow “es el puto París, si lo comparamos con el estercolero de Liverpool”, nos dirá. Además, Belfast es como Glasgow, pero en guerra, y Edimburgo se aleja de las otras tres por su acento y estilo pijo. Así define Parks las cuatro ciudades que aparecen de forma constante en sus novelas.

La ciudad es el hábitat en el que nacen, se desenvuelven y mueren los personajes; es, pues, como una radiación de fondo siempre presente en las tramas de Parks. De ahí que nos pinte un Glasgow industrial, de cielos grisáceos, donde las organizaciones obreras presentan pulsos diarios a la patronal y a los gobiernos, y la esperanza de supervivencia se sumerge en las gélidas aguas del río Clyde. Un mundo decrépito con mucha agitación política, con la industria pesada a las puertas de la crisis, la construcción de rascacielos, los bloques de viviendas negros y sucios, solares llenos de ladrillos, azulejos y cristales rotos, y fábricas abandonadas del extrarradio, donde los yonquis se protegen de las inclemencias climáticas.

Es una urbe industrial de los setenta que vive con toda su crudeza el día a día; donde la muerte acecha en los callejones; la Policía baila entre la decencia y la corrupción; donde el ácido llena las calles y la heroína, droga de bohemios y de la pequeña burguesía, se extiende a todas las capas sociales. De esa manera, todo lo que rodea a los personajes es whisky, amores tormentosos, pubs, pintas y música.

Es el traslado del “hard-boiled” norteamericano a las calles de Escocia para crear un género autóctono, el “tartan noir”, con Dashiell Hammett y Raymond Chandler como grandes maestros y James Ellroy y Lawrence Block como actuales compañeros de pupitre. Es una forma de contar la cruda realidad a través de los parámetros de la antigua novela policial. De ahí que se considere a William McIlvanney como el padre del “tartan noir”, y a la escritora Val McDermid, a Allan Guthrie y al exitoso Ian Rankin, con la saga de John Rebus, como los baluartes de este estilo escocés de género negro.

Dentro de ese “tartan noir”, Alan Parks creó al investigador Harry McCoy, un tipo con una dura infancia en hospicios y que posee amigos en los bajos fondos, por lo que camina por las calles de Glasgow con una “mochila emocional”: su madre lo abandonó de niño y su padre era alcohólico y él logró sobrevivir por la ayuda de Stevie Cooper, un narcotraficante de bajo nivel al que le une una deuda de gratitud. En esta entrega, McCoy, acompañado del joven Wattie Watson, ha de investigar la desaparición de Alice Kelly, una niña de 13 años, y la muerte de un músico no aceptado en The Rolling Stones, Bobby March, en tiempo récord, del 13 al 21 de julio al 1973. Todo ello mientras planta cara a la corrupción policial, representada en el agente Bernie Raeburn, que acepta sobornos, arregla casos y se deja llevar. Mientras eso ocurre, “So you want to be a rock ‘n’ roll star”, de The Byrds, o “All right now”, de Free, suenan en las calles, repletas de chicos de pelo largo y barba, uniformados con pantalones vaqueros, y chicas con el pelo lacio y largo, con minifaldas y zapatos de plataforma.

Parks colocó a David Bowie en “Enero sangriento” y en “Bobby March vivirá para siempre” nos presentará un recital de Allen Ginsberg, que fue tan espantoso en la realidad como nos cuenta en la novela. Además, hay otra escena que nos muestra cómo se veía a la policía por parte de las generaciones de aquella época: “Soy policía, no sé nada de discos de oro (McCoy). ¿Eres policía? Perdón, no pretendía ofender tu sensibilidad pequeñoburguesa (Laura)” (p. 159).

Bobby March vivirá para siempre

Alan Parks

Tusquets, 452 páginas

19,90 euros

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