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El universo psicodélico y underground de Víctor Moscoso

El Centro Niemeyer acoge la exposición del diseñador de origen gallego promovida por la Fundación Luis Seoane

La Fundación Luis Seoane es una de esas instituciones dedicadas a un solo artista que trascienden con mucho el objeto de su actividad. Creada en 1996 a instancias del Ayuntamiento de La Coruña gracias a la donación de su viuda, Maruja Fernández López, del archivo epistolar y documental y un importantísimo legado artístico compuesto por más de dos centenares de óleos, toda la obra gráfica y un millar de dibujos, bocetos y primeras ediciones de libros, su fin era constituir un espacio enfocado hacia el estudio de la obra del pintor, grabador e ilustrador Luis Seoane (Buenos Aires, 1910-La Coruña, 1979) realizada tanto en Argentina como en Galicia.

Pero, además de su importancia como artista renovador en el ámbito local, Seoane destacaba por su altura moral y su compromiso cultural al frente de una generación marcada por la emigración y el exilio y por eso, señala su actual directora, Silvia Longueira, la fundación a él consagrada tiene entre sus objetivos destacados restituir a aquellos artistas gallegos, nacionales e internacionales que desde el éxodo han conseguido sobrellevar creativamente la pena, tanto desde la morriña y el llanto como también a veces desde la celebración y la fiesta, aunque con un poso de tristeza no siempre bien disuelto en paraísos artificiales, por potentes que éstos sean.

Es lo que ocurre con Víctor Moscoso, uno de los diseñadores más importantes del siglo XX, pionero de la gráfica psicodélica americana, que se mantiene un tanto apartado y al que dedica una exposición comisariada por David Carballal, especializado en diseño editorial y comunicación corporativa. El recorrido por la trayectoria de Moscoso establece diferentes secciones temáticas que recogen los aspectos más destacados de su trabajo, como la célebre serie de carteles de rock realizados entre 1966 y 1967 o su participación en la revista underground “Zap Comix”, en la que colaboraría a lo largo de cuarenta años compartiendo derechos. La exposición incluye además una selección de la obra gráfica del artista perteneciente al Ayuntamiento de La Coruña, que relaciona el trabajo de este creador cósmico con el de Luis Seoane, también excelente grabador.

Moscoso relumbró en una década, la de los años sesenta, que por reciente todavía no ha sido debidamente historiada. Nacido en 1936 en la localidad coruñesa de Vilaboa, de la que todavía guarda recuerdos infantiles, tras la Guerra Civil se trasladó junto a sus padres a la ciudad de Nueva York, en cuyo barrio de Brooklyn se establecieron. El joven se formó como diseñador y artista en el Industrial Art Institute de Manhattan, en la escuela Cooper Union y en la Escuela de Arte de la Universidad de Yale. Atraído por el movimiento beat, en 1959 se trasladó a la costa oeste para continuar sus estudios en el San Francisco Art Institute, donde, tras graduarse, pasó a ser profesor de litografía.

Esa incipiente carrera académica dio un vuelco al surgir en San Francisco el movimiento psicodélico, que unió a la nueva escena musical una nueva escena visual, a la que Víctor Moscoso rápidamente se incorporó, publicitando a bandas como Grateful Dead. Durante los pocos meses que van desde finales de 1966 a los previos al “verano del amor” hippie de 1967, abandonó la pintura, en la que estaba llamado a convertirse en una de las estrellas de la escuela figurativa de la costa oeste, para dedicarse en exclusiva al diseño de carteles de rock psicodélico, a un ritmo frenético de dos o tres a la semana, para salas de conciertos como The Matrix. La disposición del conjunto al completo permite apreciar la evolución lisérgica del trabajo, testimonio de toda una época. El artista cuenta que no era durante el viaje, sino después, cuando comenzaba a dibujar.

Su arriesgado lenguaje, basado en la tipografía distorsionada e ilegible, las imágenes descontextualizadas y el contraste cromático vibrante, puso en jaque unos cuantos dogmas del diseño gráfico moderno, como los que había aprendido de su maestro Josef Albers sobre la interacción del color. Pósters suyos como el de The Chambers Brothers siguen teniendo influencia hasta hoy en día. Dedicado posteriormente casi en exclusiva al cómic underground, vive a sus 86 años en un pequeño estudio del Valle de San Jerónimo (West Marin, California), donde continúa dibujando, haciendo collages y pintando.

Ilustraciones, cortos de animación, cubiertas de discos y documentación biográfica completan la exposición, que, con la colaboración de Acción Cultural Española AC/E, es una coproducción de la Fundación Luis Seoane, el MUSAC de León y el Centro Niemeyer de Avilés, donde ahora se recibe, bien adaptada a un lateral de la Cúpula. En el montaje destaca una habitación final en la que se muestran sus “carteles cinéticos”, que varían al ser expuestos a luces intermitentes rojas y azules, con un método desarrollado por el artista durante su etapa psicodélica que también se aplica al cartel de la exposición, diseñado por el propio Moscoso, quien además se ha encargado de la dirección de arte del catálogo, toda una joya bibliográfica e histórica.

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