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por lo visto

La huella de Bruce Willis

El actor, aquejado de afasia, se convirtió a sí mismo en personaje a base de no tomarse nunca en serio

El actor Bruce Willis, en “Jungla de cristal” (1988).

Afasia es la dolencia que ha afectado a Bruce Willis y la razón por la que ha dejado su carrera de actor completamente. Lo siento, no tanto porque este actor me parezca de los mejores que he visto, sino por otras razones. El hecho de sufrir una enfermedad que incapacita a alguien para comunicarse es ya en sí más que suficiente para sentir empatía o compasión pura y dura hacia cualquier ser humano que la padezca. Cuando se trata de alguien que vive de comunicar palabras y emociones que otra persona ha escrito para que se pongan en escena, la afasia parece aun más onerosa, más cruel, aunque de hecho no lo sea (no hay manera de medir lo insidioso de una dolencia según a quién aqueje). En este caso, como digo, no se trata del mejor actor, y su desaparición de las pantallas no representará un hueco irrellenable en la historia del cine. Y aun así lo echaremos de menos, porque ha dejado cierta huella. Si alguien me pregunta cuáles son mis películas preferidas, probablemente se me ocurrirían docenas y ninguna de ellas protagonizada por Bruce Willis. La huella a la que me refiero es la de su propio personaje.

Willis consiguió hacer el personaje de Bruce Willis de manera única: parecía haber en sus interpretaciones un continuo ironizarse, un no tomarse en serio a sí mismo, un mira-lo- que-estoy-haciendo y lo-muy-bien-que-me-lo-estoy-pasando. Quizás su papel icónico, sin despreciar algunos que nos sorprendieron (como Butch Coolidge en “Pulp Fiction”), fuera el de John McClane en las múltiples versiones de “Die Hard” (“Jungla de cristal”). Pero ya en la serie televisiva “Luz de luna” apuntaba maneras: su química con Cybill Shepherd se convirtió en modelo de relación para docenas de series que la siguieron; sus frases breves, pero cargadas de doble significado en cualquier situación, devinieron en su estilo de actuar; su manera de infravalorar la violencia fílmica (particularmente la que su personaje sobrellevaba y ejercía) estableció parámetros de masculinidad cargados de ironía que definitivamente darían sus frutos en “Die Hard”. No sé si hay muchos actores así, que no se crean (o no parezcan creerse) merecedores de elogios y premios a lo largo de sus carreras, o que no discurseen sobre sus métodos de entrar en las profundidades de sus personajes. Willis probablemente tenía claro que no iba a bucear en aguas turbias a este respecto y se limitó (con buen juicio, creo yo) a pasárselo muy bien haciendo versiones fantásticas de sí mismo. No tengo ni idea de su vida personal ni de si alguna vez intentó convertirse en actor de cierto fuste dramático. Tampoco me importa demasiado. Me quedo con la diversión que me ha proporcionado en pantalla y echaré de menos su sonrisa burlona convencida de que el objeto de burla era siempre él.

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