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música

Lírica de ida y vuelta

El Palacio de Festivales de Cantabria recupera la lírica escenificada tras más de una década sin representaciones

El Palacio de Festivales de Cantabria es uno de los grandes equipamientos escénicos de la cornisa cantábrica. El emblemático edificio, que Javier Sáenz de Oiza diseñó frente a la bahía de Santander, fue, en su inauguración, una obra polémica tanto por su estética como por su concepto original, que se fue modificando en sus primeros años. Tres décadas después, el palacio santanderino ha demostrado, con creces, su utilidad y ha sido el factor decisivo en la oferta cultural de la ciudad, posibilitando un salto de calidad espectacular en la programación. Una mejora de la que se benefició tanto el Festival Internacional de Santander, como el Concurso de Piano Paloma O’Shea y la programación habitual de temporada.

De manera paulatina logró asentar una programación relevante de conciertos sinfónicos de orquestas invitadas y una temporada lírica relevante, con ópera y zarzuela, en otoño e invierno. Propuestas todas ellas con gran aceptación por parte del público y que insertaron a la ciudad en los circuitos musicales. Sin embargo, buena parte de este trabajo se tiró, hace unos diez años, a la basura.

Lo que llevó tanto esfuerzo construir se trituró de manera fulminante, como una casa que se derriba con dinamita. Una decisión política arbitraria recortó presupuestos y dejó la programación reducida a una mínima expresión, lo que privó a la ciudadanía de lo que es un derecho cultural básico: tener acceso a programación musical y lírica. Esa decisión errónea no sólo hizo daño al público, que se quedó sin la posibilidad de presenciar las grandes obras líricas y musicales –salvo los que pudieron permitirse el desplazamiento a otras regiones–, sino que pulverizó el trabajo de alto valor añadido que está relacionado con estos procesos culturales y que tiene enorme peso en el tejido de la industria cultural local: se rompió la cadena de transmisión de profesionales especializados que trabajan en el teatro o la experiencia de los coros que específicamente se tienen que formar en el conocimiento de la escena, por ejemplo. Todos los oficios que, en definitiva, están asociados a una función lírica. Además, desapareció del beneficio secundario que supone para otros sectores económicos, el valor añadido que es mucho más tangible de lo que pensamos, cuando una formación orquestal foránea, con cien o más músicos, llega de gira en pleno invierno a una pequeña ciudad y ocupa hoteles y restaurantes, y efectúan compras en el comercio local, durante al menos un par de jornadas; o las dos o tres semanas que supone el montaje de una ópera o una zarzuela.

Ana Nebot, durante un concierto  en el Auditorio de Oviedo, el pasado  mes de febrero.

Ana Nebot, durante un concierto en el Auditorio de Oviedo, el pasado mes de febrero. Fernando Rodríguez

Afortunadamente ahora hay otra generación política que ha tenido la inteligencia de ver que una ciudad como Santander no podía seguir inmersa en este erial y se ha recuperado la ópera y la zarzuela. Asistí a una de las funciones de “Luisa Fernanda” en la que hubo representación ovetense: la orquesta Oviedo Filarmonía y cantantes como Ana Nebot o Marina Pardo, cántabra afincada en nuestra ciudad.

El resultado de las funciones, a teatro lleno –la Sala Argenta puede acoger más de mil quinientos espectadores– fueron una auténtica catarsis. No recuerdo una reacción tan entusiasta por parte del público en mucho tiempo. Los asistentes volcaron al final de la velada su adhesión a la lírica, en una reivindicación colectiva que iba más allá de la calidad determinada de la función. Era la expresión palpable de un empeño social que reclamaba que sus responsables no volviesen a dejar a la ciudad al margen de un proceso cultural que sentían como propio. ¡Cuánto daño pueden hacer estos vaivenes que, mirando a los países de nuestro entorno, se ven casi de manera exclusiva en el nuestro ! Nadie imagina que en Francia o en Alemania un cambio político lleve consigo aparejada la ruptura de los procesos culturales. Estos son, siempre, fruto del consenso y de una evolución técnica razonada dentro de políticas culturales de calado. Aquí aún estamos en fase embrionaria en este ámbito. Bienvenido sea el retorno de la lírica y los conciertos de temporada a Santander. Ojalá, esta vez sí, hayan llegado para quedarse.

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