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Bloc de notas

La luz magnética del recuerdo

Emanuele Trevi honra en “Dos vidas”, Premio Strega 2021, la memoria de sus dos malogrados amigos escritores Rocco Carbone y Pia Pera

Primero es 1995, Museo de Orsay, París. Ahí están los tres escritores y amigos, Pia Pera, Rocco Carbone y Emanuele Trevi, absortos, incluso extasiados, delante de “El origen del mundo”, de Courbet, el cuadro que perteneció entre otros a Jacques Lacan, recién adquirido por el Estado, y que refleja la vida abriéndose paso entre el vientre y el sexo de una mujer. Aquel momento acabó por convertirse en un magnético recuerdo luminoso, como si el maestro, de la manera en que Trevi lo cuenta, acabará de terminar su obra ante ellos con una última y ligera pincelada. Del mismo modo que pinceladas son los trazos finos de la escritura en “Dos vidas”, Premio Strega 2021, sobre Pera y Carbone, los dos autores malogrados, que se convierten en protagonistas después de muertos como sucedería con cualquier personaje de ficción.

En la historia de estas vidas interrumpidas demasiado pronto -en el caso de Carbone por un trágico accidente, en el de Pera debido a una enfermedad degenerativa que la fue minando hasta matarla-, Trevi sabe que tiene que superponer el nivel de la experiencia y el literario, porque esa es la frontera de estos dos mundos que los tres amigos han pasado juntos, su existencia compartida. El propio autor de esta preciosa y conmovedora novela biográfica, que ha visto la luz gracias a Sexto Piso, basa el título en el lecho de que vivimos dos vidas, ambas destinadas a terminar, la primera de ellas física, hecha de sangre y aliento, la segunda tiene lugar posteriormente en la cabeza de quienes nos quieren bien. Es esa última misión la que ocupa a Trevi, que no intenta resucitar a los que han dejado de vivir, sino que decide acompañar a sus amigos en la segunda de sus vidas, por medio del dolor y de la sinceridad. Los lectores tienen, asimismo, la oportunidad de hacerlo a través de la imaginación; algunos los que han leído sus libros con el recuerdo y la decantación de las palabras que los preceden para combatir la fugacidad o el olvido, otros mostrando simpatía por el jardín de Pía o el desafío de Rocco a su propia mente desordenada. Dos formas de honrar su memoria.

Emanuele Trevi (Roma, 1964), como ya demostró en “Algo escrito”, acerca de Pier Paolo Pasolini y Laura Betti, es un magnífico escritor, dueño de un estilo fluido e intimista, en el que el ritmo y la ligereza de la palabra son las herramientas adecuadas para acceder a esa última dimensión de la memoria que es la búsqueda interior y espiritual. En “La conciencia de Zeno”, Svevo utilizaba la fuerza del monólogo y la influencia del psicoanálisis; Trevi, en cambio, aprovecha las existencias observadas de cerca de sus amigos escritores para extraer de ellas anécdotas, momentos vividos y otras descripciones del laberinto retentivo, no ordenadas cronológicamente y sí más bien vinculadas a un estado de ánimo personal, o por decirlo de otra manera a un procesamiento racional del dolor. La intensidad en la prosa es grande en apenas 130 páginas salpicadas por la tristeza pero también por la alegría. “Dos vidas”, de Emanuele Trevi, es un viaje inspirado en la necesidad de encontrar explicaciones, de vuelos rasantes sobre el final de la vida, miradas siempre curiosas sobre la escritura, búsqueda de soluciones y aceptación de los fracasos y las derrotas, entre las que, por desgracia, a veces se cuenta la muerte.

Cuenta Trevi que veía a Carbone tan a menudo que es incapaz de recordar la última vez que eso sucedió. Pero sí, se acuerda de la última vez que habló con él por teléfono, la tarde del 17 de julio de 2008, pocas horas antes de que se matase al estrellar su moto contra un coche aparcado en doble fila. Acababa de regresar a Roma de Estados Unidos, adonde había pasado un par de semanas, y quedaron en verse para ir a cenar al Biondo Tevere, un restaurante con una terraza que daba al río y el lugar donde vieron por última vez vivo a Pasolini, la noche en que lo asesinaron en el Idroscalo. “Haces bien en llamarme”, le dijo su amigo. Entonces no llegaron a verse, la cena se pospuso a última hora por un compromiso ya adquirido de Carbone. De cuando se despidió, sin pretenderlo de Pia Pera, describe cómo después de atravesar las frondas de su jardín, el sol entraba en la estancia del primer piso para envolver con un polvillo dorado la imagen del cuadro de Courbet, “El orden del mundo”, que su amiga conservaba en una postal comprada precisamente aquella mañana imborrable de sus vidas en el Museo de Orsay. La luz jamás abandonó al recuerdo.

Dos vidas

Emanuele Trevi 

Traducción de Juan Manuel Salmerón  

Sexto Piso, 2022 132 páginas

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