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La torturada alma de la máquina

Impedimenta recupera “Sinsonte”, distopía sobre un robot suicida en una sociedad narcotizada

Cultura - Libros

Walter Tevis padece el mismo mal que Robert Bloch o Pierre Boulle: el de los escritores extraordinarios cuyas obras se han visto oscurecidas por las adaptaciones, realmente magistrales, de sus novelas al cine. En el caso de Tevis, prácticamente cada adaptación se sitúa entre la condición de clásico y la de película de culto: “El buscavidas” (Robert Rossen, 1961), “El hombre que cayó a la Tierra” (Nicolas Roeg, 1976), “El color del dinero” (Martin Scorsese, 1986) y la miniserie “Gambito de dama” (Scott Frank, Allan Scott, 2020). Pese a esta extraordinaria cosecha, la obra de Tevis resulta muy desconocida para el gran público y difícil de encontrar traducida al español. Solo el éxito reciente de “Gambito de dama” ha propiciado la recuperación de su novela matriz y unos meses después, ya sea por una afortunada coincidencia o como un feliz beneficio adicional, la aparición de “Sinsonte”, a cargo de Impedimenta.

Antes de esta edición, la novela de Tevis (“Mockingbird” en el original en inglés) solo había visto otra edición en español, bajo el título “El pájaro burlón”, con traducción de Carmen Camps y lanzada en 1982 por Plaza y Janés. Han sido, pues, veinte años de vacío e inmerecido ostracismo para una obra mayúscula, que ahora vuelve a las librerías con una cuidada edición y una minuciosa traducción a cargo de Jon Bilbao.

Tevis construye “Sinsonte” en torno a tres personajes, alternando la primera y la tercera personas en función del punto de vista. Spofforth es un robot Máquina Nueve, el último de la serie más perfecta jamás creada. Robusto y con una inteligencia superior, dotado además de la capacidad de tener sentimientos, es sin embargo un ser asexuado y limitado por una programación que le impide completar su mayor anhelo: suicidarse. Desde su puesto como decano de las facultades de la Universidad de Nueva York, Spofforth conoce a Paul Bentley, un individuo que, de forma casual, aprende a leer, un conocimiento perdido generaciones atrás, y al que el robot encomienda el estudio de una colección recuperada de películas mudas, incomprensibles en ese momento, toda vez que nadie entiende los intertítulos. En medio de su tarea, Bentley conoce en el zoo a Mary Lou, genuina outsider que le hará vislumbrar las grietas de una sociedad narcotizada y construida sobre la apatía, y a la que a su vez enseñará a leer.

Distopía canónica con ecos de Ray Bradbury, Aldous Huxley, Phillip K. Dick, George Orwell e Isaac Asimov, “Sinsonte” imagina una humanidad que, ante un avance tecnológico abrumador que ha dejado en manos de las máquinas todo tipo de ocupación, se ha dejado llevar, presa de una profunda abulia que está a punto de condenar a la especie a su extinción.

Tevis muestra a una humanidad presa de una profunda abulia que se dirige a la extinción

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El control estatal que impera en “1984” o “Fahrenheit 451” se torna, en la obra de Tevis, en una sumisión voluntaria, forjada a través de generaciones de docilidad y respeto a unas normas sociales de decoro y neutralidad emocional, y apuntalada por el consumo cotidiano y masivo de analgésicos, marihuana y antidepresivos, enmascarados bajo el término “sopores”. Una humanidad que huye del dolor, del trauma, protegida por una apariencia de normalidad completada por robots de atrezzo que sustituyen todo aquello que ya no existe (como los animales, pero también los niños que deambulan por el zoo) y que solo ocasionalmente se rompe por la inmolación de aquellos a los que las drogas ya no logran anestesiar. Un destino que, sin embargo, le está vetado al torturado Spofforth, más humano que los humanos, y el único con curiosidad y capacidad para tener anhelos, para sentir deseo o envidia, en ese futuro inquietantemente cercano en el que solo el sinsonte es capaz de cantar en la linde del bosque.

Sinsonte

Walter Tevis

Traducción de Jon Bilbao

Impedimenta, 352 páginas, 23,95 euros 

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