La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Mitología de un destino trágico

Muchos de los personajes de “Malaventura”, de Fernando Navarro, viven en la brutalidad descarnada y sanguinaria de lo atávico

Cultura - Libros

El wéstern, que se construye en la narración de lo que Harold Bloom llamó, a propósito de “Meridiano de sangre” de Cormac McCarthy, “la guerra perpetua”, no es un género habitual por estos lares. El guionista de cine Fernando Navarro (Granada, 1980) debuta en la ficción narrativa con un libro de carácter híbrido que juega con esa estética wéstern suturando, con la fuerza centrípeta de una insaciable mitología del destino trágico, la vida de unos personajes pergeñados por los ecos lorquianos del “Romancero gitano” para ahogarlos en un escenario enraizado en la violencia que a todos alcanza y donde la muerte señorea el mundo: “El hombre trae muerte. Y es que la muerte misma puede parecer un mendigo ‘desarrapao’ con la chamarra llena de polvo y sangre seca en un labio que parece partido y un par de dientes rotos que hacen al mellao sonreír poco. Podría ser un espectro si se pudiera volver de la muerte. Podría ser un demonio si existiera el infierno. Nada de eso existe. Solo existe la muerte”.

El epígrafe con el que Navarro abre el libro (“Cuando canto, me sabe la boca a sangre”) es ya una declaración de intenciones en un libro que ni es novela ni son relatos, sino más bien un texto hilvanado por una geografía atemporal, por un tono oral más que destacable, por una sintaxis narrativa más que eficiente y por unos personajes que van en busca de una intimidad que no pueden comprender y en el que la soledad es el emblema de unas vidas enraizadas en una violencia de la que no se pretende dar cuenta. Muchos de los personajes que pululan por este libro viven en la brutalidad descarnada y sanguinaria de lo atávico, pero no pueden –ni quieren– explicarla. De ahí que aparezcan niños, porque es en esa figura en la que Navarro aúna la pura inocencia con la brutalidad más animal: “Matar se convierte en algo que uno hace como si bebiera anís: calienta el cuerpo porque lo alimenta”. Y de ahí que en el paradigmático “La navaja oxidá” sea la figura de la mujer barbero la que sufra una muerte gratuita mientras los hombres del cuento siguen a lo suyo. Los niños y las mujeres primero, pero serán los hombres quienes cerrarán el círculo infernal extremo y desesperado.

Navarro, guionista de cine, debuta en la ficción con un primer libro deslumbrante y con una fuerza narrativa "a merced de una corriente salvaje"

decoration

Todo en este libro huele a soledad, a mil heridas, todo huele a ausencia de ley moral, todo viene en este libro de muy lejos. Con destellos líricos como golpes firmes (“Otra calada. El humo que ensucia los pulmones. La sangre en las venas: turbia”), todo parece muy antiguo aquí, aunque el mundo del que se da cuenta no solo sea el de unas estampas universales cosidas con el hilo rojo de la violencia, sino que alcanza a un lector atónito que no da crédito ante un libro que hermana la belleza con la tragedia, la soledad con el murmullo de unas voces incapaces de levantar la mano y pedir auxilio.

Voces silenciadas que ya han perdido, cuyo relato no pueden comprender y que están locas de dolor. Una voz “grave como si hablara dentro de una campana. Aguda como un aullido… una voz que daba miedo. Sé que usaba palabras raras y rebuscadas, palabras antiguas. Y que como nadie había cogido un libro en este pueblo, no podían entenderlas”.

Un primer libro deslumbrante y con una fuerza narrativa “a merced de una corriente salvaje”. Fernando Navarro.

Malaventura

Fernando Navarro 

Impedimenta, 192 páginas, 19 euros

Compartir el artículo

stats