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Uno y los demás pensados con un enfoque original

Rüdiger Safranski selecciona grandes autores que reflexionaron sobre el individuo y el mundo

La humanidad se declina cada vez más en singular. Pero en el transcurso de casi toda su historia no fue así. El historiador suizo Jacob Burckhardt expone en su libro sobre la cultura italiana del cuatrocientos que “el hombre solo se conocía como raza, pueblo, partido, corporación, familia o, por lo demás, alguna forma general”.

Aunque los filósofos de la Antigüedad clásica ya habían reparado en la pluralidad diversa de la especie, el individuo concreto, portando una identidad y una personalidad diferenciadas, emerge y descuella en la esfera pública a partir del Renacimiento, cuando los artistas se deciden a firmar sus obras con el fin de ser reconocidos.

En el medio milenio posterior, los habitantes que han poblado el planeta protagonizaron un proceso acelerado de individuación. Lutero se propuso establecer una relación personal con Dios, rechazando inicialmente cualquier forma de religión tribal. Montaigne exaltó al individuo como actor principal de la vida. Rousseau osciló contradictoriamente entre el impulso vital particular y las exigencias de la comunidad. El romanticismo, el nihilismo y el existencialismo llevaron a tal extremo los estímulos para consumir la existencia en las vivencias propias, que el individuo acabó concibiendo cada vida como un drama.

De la humanidad indiferenciada hasta el ser específico, el derrotero histórico no ha sido lineal e ineluctable. La tendencia a la uniformidad y el cierre de filas ha actuado ininterrumpidamente mediante resortes coactivos, persuasivos o seductores. Pero desde finales del siglo XIX las sociedades avanzadas se debaten entre el individualismo exacerbado, incluso patológico, en un extremo, y la desaparición del individuo en la masa, fenómeno contemporáneo y bien distinto al de su integración en la vida comunal, hermética y cohesiva, de los pequeños núcleos en que se organizaba la sociedad tradicional. Gabriel Tarde, Gustave Le Bon y Sigmund Freud fueron los pioneros en el intento de explicar esta paradoja del individuo que pugna por apropiarse de su vida y sin previo aviso es capaz de entregarse por entero a extraños, que hizo posible por poco tiempo los totalitarismos que podaban cualquier singularidad de la manera más violenta a la vez que postraban de rodillas una sociedad entera ante un caudillo, elevado a una condición sobrehumana.

La relación entre uno y los demás es, definitivamente, tumultuosa. Puede resultar sinfónica, amenazadora o disruptiva. Stendhal concibió la vida como un cúmulo de experiencias y sensaciones, cuyo único sentido posible es intrínseco, solo puede estribar en vivirla, en experimentar las vivencias y emociones que salen al paso. Esta idea de la vida es una invitación al individuo a ponerse siempre por delante y considerarse a sí mismo la prioridad. Los griegos comprendieron que el primer problema de la especie humana después del alimento es la organización de la convivencia y Hannah Arendt, siguiendo su estela, propuso la búsqueda de una fórmula política equilibrada, que albergue y se nutra del pluralismo y la singularidad de cada uno.

Rüdiger Safranski, biógrafo de grandes pensadores alemanes y de ensayos sobre el tiempo y el mal de renombre mundial, selecciona en este libro una lista de autores que han aportado un enfoque original a la relación del individuo con el mundo. Además de los citados, están Kierkegaard, Thoreau, Junger, Heidegger y Sartre, entre otros. El libro merece una oportunidad solo por el placer de la lectura y porque permite observar las vacilaciones del individuo, es decir, de uno mismo, a través del prisma por el que miraron el asunto otros seres sin parangón. Los capitulillos están escritos con claridad y algunos, especialmente los dedicados a Montaigne y Stirner, rozan lo sublime.

Ser único. Un desafío existencial

Rüdiger Safranski 

Traducción Raúl Gabás 

Tusquets, 368 páginas

22 euros

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