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Daños colaterales

Guerras europeas, mundiales y constantes en "La maestra de Stalin", la última novela de Cristina Cerrada

Cristina Cerrada es una autora española, licenciada en Sociología, profesora de escritura creativa y componente del grupo literario Hijos de Mary Shelley. Ha escrito, desde su primera publicación en 2003, nueve novelas y varios relatos, compilados muchos de ellos en dos colecciones, y ha sido receptora de importantes premios literarios.

Su última novela, "La maestra de Stalin", es una muestra excelente de su estilo narrativo. Con muy pocas palabras es capaz de captar nuestra atención y de plasmar sentimientos, temores y anhelos, a la vez que nos da las pinceladas necesarias para situarnos en el tiempo, en el espacio y en aquellos acontecimientos que pasarán a ser Historia.

El título de esta obra se explica en una breve cita de Mischa Bakaleinikoff al inicio del libro y constituye una introducción a lo que se nos narra a continuación. La maestra de Stalin experimentó, sin pretenderlo, tres épocas en su vida, ligadas al desarrollo personal del dictador: primero, cuando el Stalin niño fue su alumno, lo protegió y hasta se apiadó de él "en más de una ocasión". Cuando Stalin estaba en la cúspide de su fama, la maestra fue honrada por el mero hecho de haberle inculcado sus conocimientos en la escuela, pero después de la muerte de aquél "muchos habrían deseado ir tras de ella y castigarla".

Esto es, en esencia, lo que sucede a la ciudadanía que reside en zonas que derivan en conflictos bélicos. Eka, la protagonista de esta novela, que vive la tragedia personal sufrida por su madre a causa de costumbres ancestrales traumáticas para las mujeres, se ve atrapada en los avatares de una guerra decidida por los dirigentes de turno. Lo que había sido una comunidad "tranquila" en términos históricos, si bien compleja en su día a día vecinal, se convierte en un infierno repentino por la lucha armada y los desmanes de los soldados, que, como es desgraciadamente habitual, consideran a las mujeres meros artilugios sexuales para devastar a los otros.

Eka sobrevive, solo para llegar a la capital de su país, que un día fuera un lugar de convivencia de diferentes etnias, religiones y costumbres, pero donde pronto un grupo se convierte en enemigo del otro. Empiezan las "campañas de expulsión" y las "limpiezas étnicas", y la angustia y el estupor se adueñan de la narración: "Toda mi vida he vivido aquí. Mi abuelo construyó esta casa. Siempre hemos vivido aquí. ¿Y los árboles? ¿Y el ganado? Dentro de un mes es la recolección".

Pero Eka ya sabe que la guerra es implacable. Y busca algo que la distraiga y la ayude a seguir adelante, y ese algo, en su caso, es emigrar a Canadá. Conseguir un visado no es tarea fácil y el mercado negro mueve cantidades de dinero desorbitadas para una mujer policía rasa que se mueve en espacios hostiles, donde no quedan ya fuerzas para mantener el apego a los lazos familiares ni a los deberes de una buena vecindad.

Eka mantiene todavía contadas amistades incondicionales, pero sus traumas personales la asaltan cada vez que algo o alguien le causa una mínima desazón. Entonces, la protagonista de la novela deja fluir sus frustraciones y su ira interna y se adentra cada vez más en un abismo sin retorno. Pero, como la semilla de "La última flor" del relato gráfico de James Thurber y como la iglesia del pueblo de Eka, destruida y reconstruida múltiples veces a lo largo de los años, hay algo de Eka que permanece y sobrevive y nos ofrece una esperanza temporal al final de la historia. Los daños colaterales, sin embargo, son irrecuperables.

Cristina Cerrada nos da fechas y nombres geográficos que sitúan la acción en la guerra que enfrentó a Georgia y a Rusia en 2008. Pero lo que narra es lo que sucede en cualquier guerra que queramos nombrar.

La maestra de Stalin

Cristina Cerrada Seix Barral, 236 páginas

18 euros

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