La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Música

Aniversarios

La ópera de Oviedo celebra 75 años que, en realidad, son muchos más

Público en una representación de ópera en el Campoamor. Luisma Murias

Hace unos años, el teatro Real festejó a lo grande su bicentenario, que, en realidad, no era otra cosa que el de la colocación de la primera piedra. El teatro se inauguraría décadas después, que es lo que usualmente se celebra –la primera velada lírica que en él tiene lugar–, pero todo fasto es poco en la villa y corte para sacar dineros a través de las más diversas técnicas de marketing, sabedores de que cuantos más años se sumen, más tradición se atesora y, asociado a ella, el prestigio que da sobrevivir a lo largo de los siglos.

En Oviedo, todo lo contrario. Aquí la moda es quitarse años, sin duda somos más modestos. Este otoño la Fundación Ópera de Oviedo festeja el 75 aniversario de la temporada del Campoamor. Pero ¿qué es realmente lo que estamos recordando? Los medios reproducen acríticamente las notas y ruedas de prensa en las que se lanzan mensajes inanes que, lejos de explicar la historia tal cual, la enmarañan en un barullo. Se ha perdido el conocimiento real de los hechos y todo acaba colando en una información que, al final, no se ajusta a la realidad.

Lo que en estos meses se enfatiza como 75 aniversario es la seriación del ciclo desde la reapertura del teatro en 1948, con la reconstrucción realizada tras su destrucción durante la Revolución del 34. A partir de ahí, en plena dictadura franquista, se empieza desde cero a numerar la temporada –entonces de ópera italiana, incluso la embajada de Italia estaba entre sus benefactores– y de un plumazo se borra la historia operística del Campoamor que ahora cumple 130 años desde que se inaugurase en 1892 con la ópera "Los hugonotes" de G. Meyerbeer, una "grand ópera" muy en boga en las postrimerías del siglo XIX.

El Ayuntamiento de Oviedo impulsó la temporada desde 1948 hasta finales de la década de los setenta del siglo XX, cuando da un paso al lado al propiciar la creación de la Asociación Asturiana de Amigos de la Ópera –que imitaba a la ya consolida entidad bilbaína–. No obstante, se siguió celebrando el ciclo en el Campoamor y siempre con ayudas públicas. Más adelante, a inicios del XXI, la asociación impulsó la puesta en marcha de una fundación para gestionar con más eficacia la temporada que llega a nuestros días. Quiero con esto decir que no estamos ante un proceso plano, sino que el tiempo ha añadido vicisitudes a la historia lírica ovetense, que tiene grandes matices y riquezas que se pierden por falta de explicación clara.

No entiendo por qué lo que no se celebran con más fuerza son los 130 años de ópera en el Campoamor. Toda la ópera, desde finales del XIX hasta la Segunda República, queda oculta en el silencio y hay que reivindicarla como un legado esencial. Lógicamente, en ese medio siglo no todos los años se hizo la temporada por diversos avatares, como, por otra parte, en la mayoría de los teatros europeos. El Campoamor vive la historia de la ciudad de manera plena y esos avances y retrocesos, ayudan, y mucho, a explicarla. Creo que ha llegado el momento de visibilizar toda la historia operística del Campoamor, su legado auténtico, y no sólo una parte. Dejando fuera más de cincuenta años de su trayectoria se hace un flaco favor tanto a la ópera como al propio teatro.

Compartir el artículo

stats