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La cuadratura del círculo

Caitlin Ring Carlson define el discurso del odio y se adentra en los debates cruciales que suscita

Desde épocas remotas, la humanidad ha confiado en la educación más que en cualquier otra cosa para alcanzar un día una vida confortable y una convivencia civilizada. El sueño de los ilustrados era dejar atrás la barbarie y elevar la condición humana mediante un progreso continuo, armónico e irreversible. Las sociedades invierten en la escuela una cantidad cada vez mayor de recursos. Los individuos dedicamos una parte creciente del tiempo a nuestra propia formación, estar enterados, comprender el mundo y tener un criterio con el que juzgar todo lo que se dice y se hace. Pero las cosas no marchan según lo previsto y aquel optimismo ha ido adquiriendo un tono bastante mustio. La guerra ha vuelto al primer plano y la polarización denominada afectiva se acentúa, en cierta medida gracias al discurso del odio que se difunde por la esfera pública, sobre todo, a través de las redes sociales.

Ese discurso carece de una definición precisa y consensuada. No debe confundirse con cualquier manifestación que resulte ofensiva y tampoco con el delito cuya principal motivación sea el odio. Para Caitlin Ring Carlson, profesora de Comunicación en Seattle, es "toda expresión que busca difamar a un individuo por sus rasgos inmutables, como su raza, origen, religión, género, orientación sexual o discapacidad". He copiado literalmente la cita porque la autora enumera entre los rasgos invariables algunos que podrían ser considerados mudables. El discurso del odio causa daño en la víctima, perturba las relaciones sociales e inhibe la participación política, como demuestra, por ejemplo, el comportamiento electoral de los negros en Estados Unidos. Pero, lo que es peor, prepara el terreno para conductas más agresivas e incluso violentas, que pueden ascender por una especie de pirámide hasta llegar a su máxima expresión, que es sin duda el genocidio.

Se odia, afirma Carlson, para reforzar la identidad propia, haya o no una amenaza real sobre ella. En el libro describe la fabricación, y más en detalle aún la difusión, del discurso antisemita del nazismo, del que lanzaron los hutus contra los tutsis que acabó en una de las grandes matanzas del siglo pasado y del que alienta la limpieza étnica de los rohingyas, minoría musulmana perseguida en Myanmar, país de mayoría budista. El discurso del odio no solo se ha manifestado en tiempos y lugares lejanos. En la actualidad sopla con la fuerza de un vendaval en los campus universitarios estadounidenses. El sistema educativo no ha sido capaz de frenarlo, ni siquiera en su nivel más elevado, y por tanto debemos preguntarnos si podemos confiar todavía en la pedagogía para detener la espiral de odio que nos azota. Lo que cabía suponer que sucediera después de someternos a una intensa socialización es que los individuos mostráramos una actitud tolerante y amistosa hacia los demás. El problema que llama la atención, por el contrario, es el menosprecio, rechazo y hostilidad con que con demasiada frecuencia una persona o grupo trata a semejantes suyos. La gran cuestión es cómo garantizar el respeto a la dignidad humana sin menoscabar la libertad de expresión, y viceversa. Podríamos estar ante uno de esos casos, tan lúcidamente desmenuzados por Isaiah Berlin, en que resulta imposible conciliar plenamente dos valores porque en algún punto se hacen incompatibles. Caitlin R. Carlson, en este muy interesante libro, define el discurso del odio, presenta casos y se adentra en los debates cruciales que suscita el tema. En Estados Unidos la libertad de expresión es sagrada. En Alemania, sin embargo, lo primero es la integridad física y moral del individuo. La regulación ha alcanzado en varios países un alto grado de sofisticación, pero el discurso del odio sigue su avance y, al final, seguimos ante el dilema de tener que priorizar la libertad de expresión o la protección integral de la persona. Lo que no sabemos es cuánto habría que esperar para que el problema quedara resuelto por acción y efecto de la educación.

El discurso del odio

Caitlin Ring Carlson 

Cátedra, 142 páginas, 16 euros

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