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bloc de notas

Evasión imposible

"Hombres en prisión" es el duro testimonio penitenciario de Victor Serge, el escritor y pensador anarquista que no dudó en unir su suerte al bandolerismo

Ilustración de Pablo García.

Aquel hombre caminaba sin mirar a ninguna parte por el patio de la prisión alrededor de su jaula. Frente ancha, retraída, nariz aguileña, rostro vigoroso y un algo inacabado en su expresión. La cabeza gacha. Un funcionario le preguntó entonces a Victor Serge si lo conocía. "Ya sabes, es el asesino", le dijo. ¿El asesino? La descripción de Serge es de las que quedan grabadas. "(…) Escruté aquel rostro, acaso algo más atormentado que un rostro ordinario, con una frente más ancha y una vida más reconcentrada, más doliente, que le contraía los músculos y le marcaba las arrugas. La cabeza barbuda de un viejo hombre de negocios, semejante a las que pueden encontrarse en los bancos y las fábricas, rodeadas de un rumor de trabajo. Para consumir la estampa, T… se detuvo frente a la ventana, se puso los quevedos y releyó una carta… Nuestras miradas se cruzaron sin que él me viera, seguramente. Tenía los ojos oscuros, extraviados y ausentes, más bien dulces, y el aspecto enfermizo de un hombre atormentado por la jaqueca". Victor Serge, el escritor olvidado, el autor maldito de "Hombres en prisión", confesó haber conocido desde entonces muchos sujetos con las manos manchadas de sangre y aprendió que en nada difieren del resto. Son simplemente asesinos ordinarios. La clase de individuos que para apoderarse de un fajo de billetes oprimen el cuello de una anciana con sus manos nudosas.

Antes de leer el libro de Serge, que acaba de publicar Gatopardo sobre sus años en La Santé y Melun, uno de los testimonios más potentes que conozco de la vida carcelaria, ya había seguido su turbulenta existencia como la de otros fuera de la ley, piratas, insumisos, ventajistas del gatillo, rebeldes de toda condición y anarquistas. El belga Victor Serge (1890-1947) pertenecía a estos últimos. Como cuenta en "Memorias de un revolucionario" siempre tuvo la sensación de vivir en un mundo sin evasión posible, en el que la única solución era luchar por una evasión imposible. Con un afán innegable de trascender, agregaba que la vida consiste en participar constantemente en el avance de la historia. Nacido en Bruselas de padres rusos antizaristas, se unió al anarquismo a la edad de quince años. En 1912 fue condenado a cinco años entre rejas tras el llamado caso de los "bandidos trágicos". Precisamente "Hombres en prisión" es una transposición romántica de ese tiempo de encarcelamiento. Expulsado de Francia en 1917, se unió a los anarcosindicalistas en Barcelona, luego respondió al llamado de la revolución rusa. Después de haber sido arrestado nuevamente en el país vecino, llegó a Petrogrado en 1919. Serge conoció la hambruna, el frío y el terror blanco, y respondió a ello con el terror rojo. Fue arrestado en 1928 y liberado por Stalin en 1936 tras la intervención de Romain Rolland. De vuelta en Europa, denunció los Juicios de Moscú, se unió al POUM en la revolución española y tradujo a Trotsky. En junio de 1940 abandonó París, vivió en Marsella junto a Varian Fry y André Breton y se exilió en México. Persistió en escribir, sin esperanza de publicar, y concluyó "Memorias de un revolucionario" y "El caso Tuláyev" antes de morir completamente arruinado en 1947. El olvido le persiguió una vez desaparecido.

Desde el primer momento en que Victor Lvóvich Kibálchich, más tarde Victor Serge, decidió en París solidarizarse con sus camaradas fuera de la ley, autores de asesinatos y atracos a bancos, dejó claro que estaba con ellos pese a condenar sus maniobras delictivas ciegas. En realidad hubiera preferido el combate de las ideas a aquella espiral insumisa suicida; la pluma era su arma predilecta. Su munición, los artículos incendiarios que publicaba en "L’Anarchie". Negarse más tarde a denunciar a sus camaradas seducidos por el bandolerismo ante Jouin, el subdirector de policía que pisaba los talones de la banda de Jules Bonnot, le costó la cárcel en 1912, acusado de ser el ideólogo del grupo. Lo condenaron a cinco años de prisión por supuestamente esconder en los locales del periódico dos revólveres cuya presencia desconocía. Cuando abandonó el encierro en 1917, sin haberse beneficiado de remisión alguna de la pena, la guerra destruía Europa. Refugiándose en Barcelona, empezó a firmar como Victor Serge. "Hombres en prisión" contiene en su epígrafe que todo es ficción en el libro y todo en él es verídico. Cuando el lector desciende a los infiernos que Serge propone en sus páginas de modo sobrecogedor no tiene tiempo siquiera a pensar cuál de los dos terrenos es el que pisa.

Hombres en prisión

Victor Serge 

Traducción de Álex Gibert

Gatopardo, 288 páginas, 20,95 euros 

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