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música

Primera piedra

"Sancta ovetensis" es un sensacional trabajo de recuperación patrimonial del grupo Forma Antiqva

Forma Antiqva, en un concierto en el Auditorio de Oviedo. Irma Collín

Ningún responsable político tiene la menor duda en invertir en la protección del patrimonio artístico. Con una excepción: la música patrimonial. Ahí la desidia manda, aún en nuestro tiempo, con fuerza. Cuesta mucho esfuerzo y tiempo explicar que la música encerrada en los archivos está muerta y que ésta debe ser grabada e interpretada en vivo y que, para ello, es imprescindible un trabajo musicológico previo.

La catedral de Oviedo conserva un magnífico archivo musical y, salvo alguna excepción por alguna iniciativa puntual, que los asturianos desconocen por completo. Diversos especialistas han trabajado en ese archivo con dedicación y empeño personal, sin recibir nada a cambio. Pero ese ingente patrimonio está, en su mayor parte, insisto, yermo, encerrado en armarios y anaqueles.

Aarón Zapico, líder de la agrupación asturiana Forma Antiqva, lleva años luchando para intentar sacar a la luz ese legado. Con paciencia infinita, en reuniones con políticos no siempre atentos a lo que se les explica, no se ha desanimado ante los portazos que habitualmente reciben los proyectos musicales. Y, por fin, se ha podido poner una primera piedra, un primer jalón, en el largo camino de rescate que aún queda de nuestro archivo catedralicio. Una colaboración de la Consejería de Cultura del Principado y del Ayuntamiento de Oviedo, con el impulso de la Concejalía de Turismo, ha conseguido el "milagro" de un concierto en vivo en la catedral en el verano de 2021 y ahora la edición del disco "Sancta ovetensis" del prestigioso sello Winter&Winter que nos acerca al esplendor musical de la catedral en el tramo final del siglo XVIII.

Hay, como fondo, un trabajo musicológico esencial de la profesora de la Universidad de Oviedo María Sanhuesa, una de las mejores especialistas de nuestro país en el repertorio de los siglos XVII y XVIII. Sanhuesa conoce a fondo el archivo y tiene un control exhaustivo de los fondos que allí se atesoran. Las notas al programa de la grabación son un impecable trabajo de divulgación musical de un repertorio, de un compositor –Joaquín Lázaro– y de una época que pueden y deben servir para reivindicar la importancia de un legado que hemos de ser capaces de difundir y cuidar como se merece.

En el disco hay mucha y buena música. Diría, incluso, que magnífica. El resultado interpretativo es fastuoso, de primera línea, con unos resultados que ponen de relieve el magnífico momento que atraviesa la formación asturiana, convertida ya, por derecho propio en una referencia inexcusable en el repertorio español.

Las piezas vocales, con el acertado trabajo de la soprano Jone Martínez, son de un inusitado fulgor, tanto las de temática navideñas como las dedicadas a la patrona de la diócesis Santa Eulalia de Mérida. Ahí se deja ver, como explica Sanhuesa, "el pictorialismo musical y el lucimiento del solista" que se explicita en composiciones plenamente insertas en las corrientes musicales europeas del momento. Hay en el disco, asimismo, varias obras instrumentales anónimas: una muy interesante "Música de procesión" y un "Concierto para violín solista, violines y continuos" –recuperado con ingenio e ingeniería, podríamos decir– sensacional, una verdadera joya y que, sin duda, merece recorrido interpretativo en otras agrupaciones historicistas. El conjunto configura un corpus magnífico, formalmente exquisito y que ha de ser un punto de partida, no un hecho aislado.

Espero que las instituciones públicas no flaqueen ahora que se ha demostrado la calidad de las obras catedralicias. Señores políticos, ya no es una cuestión de fe. Tienen una prueba tangible. Compren y escuchen el disco y apuesten por poner en el lugar que se merece nuestro patrimonio musical. La trayectoria de un compositor a reivindicar como Joaquín Lázaro es un elemento esencial que le da una importancia capital a este proyecto. María Sanhuesa sintetiza estupendamente su legado: "La trayectoria de Lázaro condensó en un breve tiempo su oficio y su capacidad de innovación y experimentación con las músicas que creaba para los efectivos vocales instrumentales al servicio del templo. Fulgores sonoros, música de luz: la fugacidad de una existencia consumida en la llama de su arte".

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