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Centenario de un expresionista académico

La Academia de Bellas Artes de San Fernando homenajea al pintor Álvaro Delgado

Centenario de un expresionista académico Luis Feás Costilla

Hubo un tiempo en que el madrileño Álvaro Delgado lo fue todo, o casi todo a lo que podía aspirar un pintor figurativo de su generación, la primera plenamente abstracta. Artista destacado de la denominada Escuela de Madrid –continuadora de la de Vallecas–, con temprano reconocimiento en el Salón de los Once de la Academia Breve de Crítica de Arte (1947) y premios internacionales como el de la Bienal de Alejandría (1955), tras una exitosa carrera rica en experiencia y amistades llegó a ser ilustre miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, en la que sobresalió por su labor renovadora al frente de la Calcografía Nacional entre 1989 y 2006.

Centenario de un expresionista académico

Centenario de un expresionista académico Luis Feás Costilla

Fallecido en 2016, este año se cumple el centenario de su nacimiento en 1922, que en el verano se celebró en la villa asturiana en la que veraneaba, Navia, con una exposición comisariada por la historiadora María Antonia Fernández Ochoa, ceñida a paisajes y retratos locales, y este otoño con una exposición antológica en el museo de la que fue su casa, la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid, comisariada por el profesor y académico Víctor Nieto Alcaide y por el crítico Tomás Paredes, presidente de honor de la Asociación Española de Críticos de Arte.

En ella se dan pequeñas pinceladas de la estrecha relación que tuvo Álvaro Delgado con Asturias, desde que comenzara sus estancias estivales en 1955, después de haber conocido la región al ser invitado por el indiano Luis Álvarez, uno de sus coleccionistas. Su interés por Navia nació entonces, pues en esa zona del occidente asturiano abundaban los colores que ya entonces eran frecuentes en sus cuadros. Suya es la acertada apreciación de que Asturias no es en realidad verde, sino azul y negra. Con su mujer, hermana de la pintora Menchu Gal, y su hijo Álvaro Delgado-Gal ocupó una casa del barrio naviego de San Roque, desde donde recorrió todos los alrededores pintando acuarelas que luego expuso en la biblioteca de la villa.

El pintor se hizo entonces asiduo del veraneo en Navia, donde solía pasar cuatro meses, desde junio a octubre, y su dedicación hizo que se conocieran los paisajes de la zona gracias a sus exposiciones madrileñas. Cambiando con frecuencia de domicilio y de estudio, Álvaro Delgado veraneó en localidad asturiana hasta 1966, y en 1967 y 1968 lo hizo en Luarca, donde conoció al crítico Jesús Villa Pastur, de quien haría posteriormente un magnífico retrato.

Tras unos años de interrupción en los que el pintor y su familia pasaron los veranos en el pueblo madrileño de Olmeda de las Fuentes, cuya crónica de paisaje y paisanaje también realizó y se recoge en la exposición, en 1975 volvió a Asturias con motivo de su nombramiento como hijo adoptivo de Navia, que le decidió a buscar acomodo definitivo para los veranos. Lo encontró en El Espín, en la margen izquierda de la ría. En esos años, el pintor realizó numerosas exposiciones en Asturias, en las galerías gijonesas Altamira, Tantra, Tioda y Durero y en las salas ovetenses Cristamol, Benedet, Nogal y Vértice, así como en la sala de la Caja de Ahorros de Asturias, donde expuso en 1962, 1964, 1980 y 1994. En 1985 recibió el homenaje del Certamen Nacional de Pintura de Luarca y en 1997 el título de hijo adoptivo de Valdés.

Aunque se ha discutido mucho sobre la influencia de Asturias en la técnica pictórica de Álvaro Delgado, lo cierto es que ha tenido una indudable repercusión en los temas de sus cuadros, no ya sólo los de paisaje, que incluyen buena parte del occidente asturiano, de los que únicamente se muestran tres ejemplos, sino también en el retrato, otro de los géneros en los que el pintor madrileño mostró lo mejor de sí mismo, desdibujando los rasgos sin llegar nunca a la caricatura. Suyos son los retratos de Valdés Salas, Jovellanos, Campoamor, Clarín, Pérez de Ayala o Alejandro Casona, entre otros personajes históricos, y de Severo Ochoa, Margarita Salas, Gil Parrondo, Sabino Fernández Campo, Ángel González o Ángeles Caso, entre las personalidades asturianas que frecuentó el propio artista. En la exposición sólo figura el que realizó de Santiago Carrillo. Muchos de ellos fueron donados al Museo de Bellas Artes de Asturias y al Principado.

Asimismo pintó, con su tradicional fuerza expresiva, que tanto debe a Chaim Soutine, tipos humanos de la región en series como la titulada "Gaiteros", la dedicada a los Reyes asturianos o la crónica bautizada irónicamente como ramirense. La mayoría de estas series fueron presentadas, bajo el título de "Crónica Astur", en el Centro de Arte Moderno Ciudad de Oviedo en 1999.

Entre las 58 obras sí que está presente su producción gráfica, muy extensa, en colaboración con su amigo el crítico Ramón Faraldo o en homenaje a Leonardo o Miguel Ángel. Pintor de pintores y en diálogo con los maestros, también aparecen El Greco y Goya, con una aún más expresiva versión de "Los fusilamientos del 3 de mayo", así como Durero. El catálogo ha sido financiado por la empresa naviega Reny Picot, a cuyo presidente, Francisco Rodríguez, igualmente conoció.

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