arquitectura

La casa y el árbol

El arquitecto Ricardo Devesa analiza la ósmosis contagiosa entre construcción y vegetación

Rogelio Ruiz

Rogelio Ruiz

Después de este verano en que todo quemó, vemos de otra manera los árboles, que ahora son seres vivos (¿cuándo no lo fueron?). Qué cierre más tremendo el de "Bearn", de Llorenç Villalonga, cuando arde el Pinar. Los árboles fueron mil veces literarios, desde el árbol de la Vida o el de la Ciencia hasta el Barón Rampante, y cinematográficos como en "Avatar" o los niños perdidos de Peter Pan. También en el "Libro de la Selva" las raíces invaden los edificios como en la civilización Khmer. Otra, aquí, en la que un olivo trasplantado a un edificio, es el tema central. Sin embargo, en zonas donde sobran los árboles, los campesinos cortan aquellos que no dan fruto, y en el Norte de Europa, lo lírico es el claro de luna, el espacio que queda sin bosque y permite ver el cielo. En el Sur el oasis es el tema complementario.

El profesor Ricardo Devesa acaba de publicar "Domesticidad a la intemperie", donde recoge una parte de su tesis doctoral, leída en la Universitat Politècnica de Catalunya, y con dos lujos añadidos, un prólogo de Teresa Muñoz, que empieza con una cita de Adorno que muestra la contradicción entre la arquitectura moderna que quiere ser un artefacto y la belleza natural. Este enfrentamiento es en realidad la trama del libro, ya que entre los cinco ejemplos concluyentes que el autor escoge como muestra del mundo, la presencia del árbol contamina la vocación conclusiva del proyecto.

También incluye un epílogo de Iñaki Ábalos, que lógicamente elogia el trabajo, pero echa de menos una definición mayor de los árboles tratados en estos proyectos. Hay que pensar que Devesa no es Linneo, ni está buscando crear un prontuario de árboles; la búsqueda del profesor tira más bien por la idea del árbol como sujeto que debe ser conservado, pero, sobre todo, como generador de riqueza en el proyecto. Y es que, aunque sabemos –y así lo trata en una parte dedicada al tiempo de lo construido y al del árbol–, aunque sabemos, decíamos, que el árbol, como ser vivo, está sometido al ciclo de la vida, que incluye la muerte, lo construido pretende ser más amigo que lo intemporal. Aunque, muchas veces, en árboles longevos, como el tejo que acompaña a la capilla rural, marca un lugar de ritos ancestrales que en ocasiones es anterior.

Los ejemplos escogidos por Devesa son muestra de varias actitudes hacia el verde compañero, y si bien sus arquitectos son bien conocidos, quizá algunas de estas casas no lo sean tanto, por lo que su estudio nos enriquece doblemente. Así pues, aparece Rudofsky con su casa personal en Málaga, que recogía la exposición sobre "La casa mediterránea" que se celebró un par de años atrás en el ICO de Madrid. Es ésta una construcción que va ocupando el paisaje ("ajustándose a los árboles y al entorno, y contradiciendo la costumbre de talarlos y allanar el terreno"), acomodándose a él e incorporando los olivos, algarrobos y pinos que se encontraban por la zona y marcándolos en el terreno, y en el proyecto, agujereando incluso muros de la casa para pasar ramas.

En el Cottage Caesar de Marcel Breuer, lo que desaparece es el suelo de esta casa elevada en la terraza, para dejar paso a un árbol existente que abre su copa así sobre el salón. En Le Corbusier estudia dos ejemplos; por un lado, la Villa La Roche, como saben sede de la Fundación Le Corbusier en París, y también la pequeña casa que hace para sus padres junto al lago Lemán, en Ginebra. En la primera aparece un árbol existente en dibujos y en alguna de las maquetas y vemos cómo su situación afecta, o genera, el patio creado; en la segunda, los muros exteriores crean un espacio abierto hacia el lago donde las ventanas se abren también hacia los árboles. Vemos en los ejemplos tomados, la proximidad, como en la casa propia de Rudofsky, la de los padres de Le Corbusier, y ahora comentamos la que pertenece a Navarro Baldeweg en el interior alicantino y muy poco publicada; privada, donde una vez más los recorridos, presencias, miradores, albercas van buscando la compañía premeditada, y muy meditada, de estos generadores de sombra. Cierra con unos arquitectos distintos, los ingleses Alison y Peter Smithson, que en la Hexen Haus dibujan árboles con la madera, crean espacios habitables entre las ramas del bosque de Hansel y Gretel. Espero que después de leer el libro de Ricardo Devesa, meditemos y dejemos a estos expansivos compañeros, que nos regalen su vivido tiempo y así anclemos, con más fuerza, nuestro proyecto al suelo.

domesticidad a la intemperie sobre las relaciones entre rboles arquitectura y habitantes

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Domesticidad a la intemperie

Ricardo Devesa

Actar, 326 páginas, 32 euros 

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