Un recurso escaso

Sigri Sandberg entona en "Oda a la oscuridad" una loa a las cosas que solo se admiran sin luz

Ricardo Menéndez Salmón

Ricardo Menéndez Salmón

Permítanseme dos recuerdos personales.

El primero tiene una década, cuando durante un viaje a Creta comprendí que había perdido la experiencia de la oscuridad. Una noche, paseando por una de las diminutas localidades que desde el sudeste de la isla se asoman al mar de Libia, alcé la vista y el esplendor del mapa estelar se me vino encima como una cascada de asombro. Fue algo más que el pasmo ante un espectáculo que hablaba de mi pequeñez. Fue la revelación de que la vida en las ciudades había afectado a otras cosas además de a la ley moral dentro de mí. El segundo recuerdo es de septiembre de 2020, cuando justo doce meses antes de la erupción del volcán de Cumbre Vieja gocé del privilegio de recorrer la isla de La Palma y disfrutar de su Ley del Cielo, la pionera legislación que desde 1988 regula cuatro tipos de contaminación, la lumínica, la radioeléctrica, la atmosférica y la generada por el tráfico aéreo, con vistas a proteger la visión de los cielos insulares. En La Palma asumí una de esas verdades políticas, colectivas, que a menudo obviamos: que el cuidado del cielo puede y debe ser una cuestión de Estado.

"Oda a la oscuridad", de la periodista y divulgadora Sigri Sandberg, es un libro menor que atiende a un asunto mayúsculo, de una magnitud emocional, vivencial y ética extraordinaria. Sucede a veces que libros poco memorables convocan en sus páginas asuntos de capital importancia. El libro de Sandberg, una especie de cuaderno de bitácora de la protagonista durante una reclusión voluntaria de cinco días en una cabaña del norte de Noruega, no es un texto notable ni desde el punto de vista estilístico ni por la profundidad de sus reflexiones, pero pone el foco sobre un tema importantísimo: cómo estamos olvidando la experiencia de la oscuridad; cómo, de forma paradójica, al inundar el mundo de luz lo estamos apagando sin remedio; cómo al iluminar cada rincón del planeta (y de paso, al desnudar también sin piedad nuestra intimidad) corremos el riesgo no sólo de ignorar algunos de los espectáculos más bellos y aleccionadores de la naturaleza, sino de alterar el sentido de nuestras vidas desde el punto de vista sensorial e intelectual.

En un momento del libro, una de las interlocutoras de Sandberg, oftalmóloga de profesión, pronuncia una frase inquietante: "La oscuridad se ha convertido en un recurso escaso". Una consideración que cualquier urbanita puede hacer suya a poco que medite. Hacia fuera, calles arrebatadas por las luces multicolores, rutilantes bulevares donde la publicidad nunca duerme, cielos encendidos por la estela de los aviones o velados sin remedio por alguna forma de polución insidiosa; hacia dentro, personas siempre en estado de vigilia, cautivas de las bombillas LED, la tecnología eternamente disponible, el latido insomne de nuestras prótesis informáticas. "Oda a la oscuridad" recoge, desde esa lógica, tanto una advertencia como una enseñanza. La insoportable claridad de nuestro mundo nos vuelve ciegos a las cosas que sólo se admiran sin luz.

Un recurso escaso

Un recurso escaso / Ricardo Menéndez Salmón

Oda a la oscuridad

Sigri Sandberg  

Traducción de Ana Flecha Marco

Capitán Swing, 128 páginas

17 euros

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