Arte

La luz de Vermeer ilumina Ámsterdam en una exposición histórica

El Rijksmuseum acoge la mayor exposición celebrada nunca sobre el misterioso artista con piezas llegadas de todo el mundo | La retrospectiva ha conseguido reunir 28 de los 37 trabajos que se conservan del poco prolífico autor de ‘La joven de la perla’

cvuadro vermeer

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Natàlia Farré

Poco se sabe de él. Murió pobre y sin dejar rastro de cartas, contratos u otros documentos. No tenía taller ni seguidores. Su aspecto es un enigma. Se cree que llegó a realizar un autorretrato que no se ha conservado, como tampoco han sobrevivido una buena decena de sus obras. Hizo pocas: una cincuentena siendo generosos. De estas, solo 37 han desafiado el paso del tiempo. Y una de ellas está en paradero desconocido: en marzo de 1990, ‘El concierto’ fue una de las piezas sustraídas en uno de los robos de arte más espectaculares de la historia, el que se llevó del Museo Isabella Stewart Gardner de Boston (EEUU) este óleo y otros 12, entre ellos ‘Tempestad en el mar de Galilea’, la única marina de Rembrant que se conoce. Su padre era posadero y tratante de arte. No viajó. Se convirtió al catolicismo para casarse y, pese a que murió joven, tuvo 15 hijos. 

Un hito difícil de conseguir

Hasta aquí, la poca biografía conocida de Johannes Vermeer (Delft, 1632-1675), uno de los grandes maestros del siglo de oro de la pintura holandesa, y uno de los pintores de todos los tiempos más reconocidos y admirados. Su popularidad es abrumadora. Tanto que la muestra que a partir de este viernes (y hasta el 4 de junio) le dedica el Rijksmuseum de Ámsterdam (Países Bajos) pasa por ser la exposición del año o, mejor, el acontecimiento del año en el mundo del arte, y es, por ahora, la mayor muestra dedicada a Vermeer de la historia.

“Ni siquiera Vermeer logró ver en vida tantos óleos suyos juntos. Reunirlos era una cuestión de una vez en la vida. De ahora o nunca”, asegura Taco Dibbits, director del museo holandés. De manera que los responsables del Rijksmuseum prevén medio millón de visitas, la venta de entradas anticipadas funciona sin descanso (ya se han despachado más de 200.000) y, antes de empezar, la pinacoteca ya ha ampliado horarios. El porqué de tanto entusiasmo lo explica el nombre de Vermeer, por supuesto, pero no solo, el número de obras en exposición es lo que proporciona la etiqueta de ‘excepcional’ a la muestra. No en vano reúne 28 de las 37 telas conservadas del artista. Un 75% de su obra. Y un hito nunca conseguido antes y seguramente difícil de repetir después. 

'La joven de la perla', una de las piezas que acoge la exposición del Rijksmuseum.

'La joven de la perla', una de las piezas que acoge la exposición del Rijksmuseum. / JOHN THYS

Obras que nunca viajan

El despliegue de poderío del museo holandés bebe mucho de la suerte. Tres de las obras salidas del pincel de Vermeer están en la Frick Collection y no abandonan nunca sus paredes, pero el proceso de ampliación del centro neoyorquino ha obrado el milagro y las tres piezas -'Señora y doncella', 'La lección de música interrumpida' y 'Militar y muchacha riendo'- estarán en la exposición, como harán acto de presencia ‘Alegoría de la fe católica’ y ‘Mujer con laúd’, dos obras custodiadas por el Metropolitan de Nueva York, la sala que más trabajos atesora de Vermeer: cinco. Las otras tres -'Una criada dormida', 'Mujer con una jarra de agua', y 'Estudio de una joven'- no viajarán porque los términos en que fueron legadas impiden el préstamo. Y así hasta llegar a 28 con dos de los óleos más conocidos a la cabeza: ‘La joven de la perla ‘, que deja temporalmente su casa del Mauritshuis en La Haya, y ‘La lechera’, que solo se ha movido de sala ya que es una de las cuatro que forman parte de la colección del Rijksmuseum junto con ‘La carta’, ‘Mujer leyendo una carta’ y ‘La callejuela’.

Una mujer observa 'Dama bebiendo con un caballero' de Vermeer, ayer durante la presentación de la exposición a la prensa.

Una mujer observa 'Dama bebiendo con un caballero' de Vermeer, ayer durante la presentación de la exposición a la prensa. / JOHN THYS

Arte robado por los nazis

Se echarán de menos nueve trabajos, entre ellos el que posee la Colección real británica -su frágil estado desaconseja el trastorno que supone un traslado- y ‘El astrónomo’, que hasta junio estará en Abu Dabi prestado por el Louvre. Otros como ‘Joven con una copa de vino’ y ‘El arte de la pintura’ no viajan nunca porque sus propietarios, el museo alemán Herzog Anton Ulrich y el Kunsthistorisches de Viena, no conciben sus salas con el vacío de su ausencia. Como anécdota, recordar que este último y ‘El astrónomo’ formaron parte del arte saqueado por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial, tesoro que permaneció escondido en una mina de sal suiza hasta que los famosos Monuments men consiguieron recuperarlo en 1945. 

En el sumidero de la historia

Un siglo antes de rescatar dos de las pocas obras producidas por el maestro holandés, hubo que recuperar la figura del propio artista. Ya que pese a la popularidad de la que goza actualmente, Vermeer permaneció en el sumidero del arte durante dos siglos, hasta que en 1866 el crítico de arte francés Théophile Thoré-Bürger lo elevó a los altares –y lo bautizó como ‘la esfinge de Delft’, por lo misterioso y enigmático que resultaba- tras ver el óleo ‘Vista de Delft’ (también presente en la exposición del Rijksmuseum), el mismo que el escritor Marcel Proust consideraba “el mejor cuadro del mundo”. El porqué de tanto olvido es difícil de descifrar, aunque seguramente su poca producción y su poca inclinación a pintar grandes escenas costumbristas y de género que le pudieran reportar encargos –como hicieron sus contemporáneos Frans Hals y Jan Steen - algo tuvo que ver, así como el hecho de que no gozará de una legión de coleccionistas: la mayoría de sus piezas fueron a parar en manos de Pieter van Ruijven, un vecino de Delf. 

Misterio poético

Lo de Vermeer era más el intimismo doméstico: escenas normalmente de mujeres sorprendidas realizando alguna tarea ordinaria: leer o escribir una carta, bordar, tocar un instrumento, verter leche en un recipiente… a las que consigue suspender en el tiempo y con ello elevar a sublime lo cotidiano. "Es difícil describir dónde reside la magia de Vermeer. Sus cuadros no son sinfonías, como las de Tiziano o Rubens: son música de cámara. Sugiere más de lo que explica. No lo cuentan todo, y ahí radica su misterio poético”, a juicio de Friso Lammertse, conservador del Rijksmuseum. Mucho de este misterio se explica por su magistral manera de iluminar las piezas, normalmente interiores. Y en el cómo usaba la luz incide uno de los muchos estudios efectuados por el museo holandés que acompañan a la exposición, que revela que fueron los jesuitas quienes mostraron al pintor el uso de la cámara oscura. No se trata tanto de creer que utilizó uno de estos instrumentos ópticos como que conocía su funcionamiento y lo aplicó. 

Más de un 'pentimento'

Hay más descubrimientos, pues algunas de las piezas han pasado por las técnicas más modernas de investigación. Así, en ‘La callejuela’ se ha encontrado más de un ‘pentimento’, con personajes borrados y añadidos, al igual que ventanas y contraventanas. Lo mismo se puede ver en la ‘La lechera’, donde en un principio Vermeer pensó en colocar un colgador de jarras y brasero que luego desaparecieron. Y puede apreciarse también una línea negra bajo el brazo izquierdo de la joven que da entender que la figura fue previamente abocetada. Detalles que van deshilvanando los misterios del personaje pero que no quitan ni un ápice de misterio a sus hipnóticos lienzos.