El extraño que nos mira

"Las caras", de Tove Ditlevsen, es un fascinante estudio de la fisicidad del rostro: espejo y máscara

Ricardo Menéndez Salmón

Ricardo Menéndez Salmón

La lectura de "Las caras", obra de la escritora danesa Tove Ditlevsen, propone de forma casi inevitable un diálogo con uno de los logros mayores de la historia del cine del pasado siglo. Me refiero a "Persona", de Ingmar Bergman. No sólo novela y película comparten época (la novela se publica en 1968; la película es de 1966) y marco (Escandinavia, en ambos casos), sino algo mucho más profundo y relevante: constituirse como dos estudios en torno a la locura en la mujer. Su semejanza, además, no nace sólo de compartir un mismo clima cultural, ese peculiar statu quo vinculado a la relación que los países nórdicos mantienen con lo que podríamos denominar la pregunta por la identidad, sino que abunda en una dirección muy específica. Esta singularidad tiene que ver con el hecho de que novela y película comparten un imaginario que se alimenta del rostro como depósito de las pasiones humanas y sus conflictos. Cualquier espectador que haya visto "Persona" recordará el fascinante, por momentos casi obsceno, escrutinio al que Bergman somete los rostros de Liv Ullmann y de Bibi Andersson, hasta convertirlos en embajadores de cuanto una imagen puede llegar a concedernos. De forma parecida, aunque mediante el expediente de la palabra, Ditlevsen organiza el complejo material narrativo de "Las caras", algo así como el viaje al final de la noche de una mujer cuyos cimientos físicos y éticos se tambalean, en torno a lo constantemente expuesto en el ser humano: su semblante.

La lectura de la novela propone un diálogo inevitable con "Persona", la película de Bergman

Lise, la protagonista de "Las caras", es una escritora de literatura infantil que habita en la obsesión de la imagen que cada rostro otorga y que a la vez cada rostro esconde. Consciente de que nuestro rostro es un espejo, pero también una máscara, su análisis de la fisicidad genera un clima de pesadilla por momentos insoportable. Caras postizas escondidas bajo las caras reales, caras de quita y pon, caras de niños que llevan ya consigo la cara del anciano que un día serán, caras que se acumulan y que se anulan como en un palimpsesto infinito, caras que se conforman como los estratos geológicos del ser. Del mismo modo que un libro puede tener diversas ediciones, también cada uno de nosotros puede ser reproducido una y otra vez en los archivos secretos del deseo y del dolor. Un fragmento entre otros sirve para evidenciar este accidentado paisaje de las pieles y de los gestos: "Sus pensamientos buscaban la cara del doctor Jorgensen como quien revuelve un cajón en busca de algo que hace tiempo no usa. La encontró bajo muchas otras caras y la contempló asustada. Era larga, plana e infinita, como una representación de la ley de que dos líneas paralelas nunca se cruzan". "Las caras" conforma en definitiva un fascinante análisis de ese extraño con el que paradójicamente convivimos a diario, el mismo que nos contempla, uno y múltiple, siempre incompleto, jamás constante, desde cada superficie de la que el mundo se vale para contenernos y reflejarnos.

Las caras

Las caras

Las caras

Tove Ditlevsen 

Traducción de Blanca Ortiz Ostalé

Seix Barral, 176 páginas

18 euros  

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