Risa congelada
Oportuna reedición de una novela espeluznante: "Las muertas", de Jorge Ibargüengoitia

Cultura - Libros
"Las muertas" (1977) es la obra maestra del mexicano Jorge Ibargüengoitia (1928-1983). Cristaliza en ella –nunca mejor dicho– un estilo que de suyo tiende hacia la dureza de los cuerpos reflectantes, y que en esta novela, además, congela el otro rasgo principal de su escritura: un humor tan negro que mata la risa; o si no la mata, la reseca hasta dejarla en una mueca helada. El texto presenta situaciones cómicas evidentes, pero Ibargüengoitia disfruta pintándolas absurdas, más merecedoras de incomprensión y desprecio que del aprecio de la risa. Ocurre así, en parte, gracias a su dominio de los mecanismos distanciadores que utiliza, y en parte, también, porque sabe que incitándonos a reír, y luego reprobándonos por hacerlo, lo envuelve todo en un aire impasible, astringente, justo el que necesita para estudiar, como si de un juez se tratase, el grado de depravación de unos personajes que, pese a su maldad, resultan ridículos. O que resultan ridículos en su maldad. Como escribió en su día Octavio Paz a propósito de la novela: "La maldad es doblemente terrible porque no tiene pies ni cabeza".
La historia es conocida, y real. Pura crónica negra. Serafina y Angélica Baladro son aquí el trasunto de las hermanas González Valenzuela, "las Poquianchis", madrotas y asesinas seriales mexicanas que entre 1945 y 1964 mataron y enterraron a decenas de mujeres, prostitutas de los burdeles que regentaban en el estado de Guanajuato, donde Ibargüengoitia nació. El autor, que ya había abordado el asunto en "El libro de las Poquianchis" (una primera versión o borrador del texto de 1977) y en algunas de sus celebradas crónicas periodísticas para "Excélsior" y "Vuelta", se decide finalmente por una novela coral, con un narrador forense que aprovecha parcialmente el expediente judicial del caso –que el escritor pudo consultar durante unas horas– y una temporalidad circular con saltos, aquí y allá, hacia el presente de escritura. Pero, sobre todo, opta por un fraseo que acaba siendo el tesoro más valioso del texto. Definido en la contraportada de esta oportuna reedición como "directo pero elegante", cabría más presentarlo como ejemplo muy acabado de una oralidad ideal, no reñida nunca con la precisión que demanda el dato, ni siquiera cuando, como ocurre en Rulfo, directo antecesor de Ibargüengoitia, la palabra justa es también la más idónea para explorar la mezanine que se abre entre los vivos y los muertos. Con ese fraseo, y una estructura tan rica como dúctil, Ibargüengoitia nos sirve aquí la espeluznante historia de las Baladro y sus putas muertas y enterradas; risible si no fuera terrible; terrible si no fuera ridícula.

Las muertas
Las muertas
Jorge Ibargüengoitia
Cátedra, 264 páginas
16,50 euros
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