Entrevista

Ayanta Barilli, escritora e hija de Dragó: "Mi padre dijo que mi novela le estaba acompañando hacia una buena muerte"

Apenas dos semanas después del repentino fallecimiento del autor y polemista, Barilli presenta un nuevo libro que relata una experiencia similar, la relación entre una hija y un padre enfermo

Ayanta Barilli.

Ayanta Barilli.

Juan Cruz

Este libro de Ayanta BarilliSi no amaneciera (Planeta), que sale hoy a la venta, está concebido como una criatura de ficción y realidad por una mujer que, en la escritura, ha tardado cuatro años. La historia misma, donde se respiran las tragedias de la vida y de la muerte, sólo pasan veinticuatro horas. Aunque ni uno ni otro han presumido del parentesco tan cercano que les une, es relevante aquí decir que Ayanta es hija de Fernando Sánchez Dragó, recientemente fallecido a causa de un infarto, y por tanto en circunstancias inesperadas que se pueden asociar con la realidad dramática que marca Si no amaneciera. Cuando ella le envió a su padre el manuscrito, éste le dijo a su hija: “Veo que me estás acompañando hacia una buena muerte”.

En medio de la peor amenaza reciente, la del covid, el padre de ficción de esta mujer protagonista, Anita, cae en la enfermedad más tenebrosa de las plagas recientes. Ella busca ayuda hasta que encuentra al padre, de noventa años, en peligro de muerte. El miedo pasa de la escritura al lector como si esa trepidación fuera también la mirada del que asiste, leyendo, al drama que vive Anita y, quién sabe, la escritora que la inventa o la concibe. Es imposible leer todo ello sin imaginar a Sánchez Dragó en la novela, ficción y realidad a la vez, y a la hija de veras amarga ante un hecho que no está en la escritura sino en la realidad de la vida.

Esta historia que cuya escritura alterna la imperiosa realidad de la muerte o su amenaza es ahora una expresión de lo que el azar hace con la imaginación: la envuelve y la devuelve como el resultado amargo de lo que la vida hace con la imaginación. 

Ahora la lectura, incluso el origen de la escritura, alcanza el valor de una autobiografía. Aunque los detalles sean distintos a los que podrían asimilarse a la vida del padre real, lo cierto es que aquella trepidación llega a ser ahora una metáfora de lo que le ha ocurrido a la propia Ayanta en su familia. 

Ella tiene 54 años, fue finalista del Planeta en 2018, con Un mar violeta oscuro. Otros libros suyos son Un año de amor, Pacto de sangre (escrito con su padre) y Una mujer y dos gatos, autobiográfica, aparecida en 2021. Ha hecho cine, teatro y tiene un programa literario en esRadio. Es también productora y bailarina. Es a la vez fuerte y suave, como si estuviera siendo la Anita del libro y la que ha sufrido las historias que cuenta, incluida esa noche que ahora resulta un trasunto del impacto que hay en ella a raíz de la muerte de su padre, sobrevenida como si la ficción y la realidad convivieran en el azaroso clima de la literatura.

P. ¿De dónde nace la historia?  

R. Recibí una película del padre de mi hija que él hizo desde cuando ella era pequeña hasta que cumplió los 18. Es una película bien hecha, montada, con música, en la que se veía el crecimiento de mi hija. Al verla me emocioné mucho y luego la vi varias veces, y entonces empecé a recordar todo lo que había detrás: nosotros como pareja, los amigos, la familia y la casa. Y esa fue la chispa que encendió la historia de este libro, la historia de un padre y de una hija que reviven situaciones a través de una película.

P. El pavor a perder el padre es algo que está aquí muy presente.

R. Sí. Es algo que me ha acompañado a lo largo de estos años. Supongo que nos sucede a todos. Esa es la razón por la que esta novela se desarrolla en 24 horas, en las que un padre y una hija vuelven a recordar toda su vida. Es decir: en 24 horas se reconstruyen 100 años de historia. 

P. Es todo más dramático porque ha coincidido con la muerte de su propio padre. 

R. Mi padre decía que en la vida no había casualidades sino causalidades. Yo creo que cuando escribimos removemos energías, cosas que tienen luz o que están en la parte más oscura. He tardado cuatro años en escribir esta novela y se la di a mi padre hace unas semanas. La leyó y… fíjate lo que me dijo: “Veo que me estás acompañando hacia una buena muerte.” Y… luego falleció. O sea: es algo que no tiene explicación, ¿no? Hay cosas que suceden y que pertenecen al misterio y las acepto como tales. 

P. ¿Cómo se sintió ante la noticia?

R. Fue una experiencia muy espiritual. El otro día, en los premios de Castilla y León, leí el discurso que él había dejado escrito para el premio de las Letras que le daban. El hecho de su muerte estaba muy reciente y yo no leí esas páginas antes de leerlas ante el auditorio. Entonces, según lo iba leyendo, sus palabras iban saliendo de mi pecho y de mi boca y… realmente fue una experiencia gozosa. Y yo me sentí completamente en paz. O sea: fue algo muy espiritual que agradezco. 

P. Es como si todo se hiciera una especie de lluvia concreta, ¿no?

R. Sí. Así es. Y lo veo como algo muy luminoso.

P. ¿Incluso sanador?

R. Sí, sí.

P. ¿Qué encontró su padre en el libro para que le dijera que con él le daba usted una buena muerte?

R. Pues… supongo que una larga despedida, la serenidad de entender que antes o después nos vamos. Yo creo que mi padre tenía una conciencia muy clara de eso. 

Mi padre era un hombre cautivador, en contra del sistema por definición, que jugaba, aunque otros crean que iba en serio"

P. Debido a su muerte se ha escrito mucho sobre él. ¿Qué es verdadero y qué es inventado?

R. Es que no he leído nada. Porque no estoy para leer la prensa en estos momentos. Mi padre era un personaje público y me imagino lo que se habrá dicho. Pero no me interesa. No me interesan los halagos ni los insultos. En estos momentos me interesa quién era mi padre para mí. Nada más. Mi padre era un hombre cautivador, en contra del sistema por definición, que jugaba, aunque otros crean que iba en serio. Sé que muchos no lo entendieron, pero yo me quedo con la persona que fue, una persona que en parte está dentro de esta novela. 

P. ¿No le sobrecoge el paralelismo entre esta novela y la vida real?

R. Pues… hay cosas que uno no puede racionalizar. Pero al escribir una novela, o en la literatura en general, no es que escribas lo que ha sucedido, es que escribes lo que va a suceder. 

Ayanta Barilli.

Ayanta Barilli. / Carlos Ruiz B.K.

P. Cuando supo la noticia, ¿se fijó en la novela?

R. Yo me quedé huérfana de madre a los diez años. Entonces, al enterarme, en lo primero que me fijé fue en mi hermano pequeño, su hijo, que tiene diez años. Luego traté de entender lo que había pasado, porque había sido muy repentino, y empecé a recibir miles de mensajes… Luego pensé en el cuento Las zapatillas rojas, de Andersen, que siempre me ha obsesionado, y luego me fijé en mi novela y… la empecé a ver con cierto temor. Pero me gusta que él la haya leído. 

P. ¿Cómo se planteó el libro? Porque no es fácil contar un día entero con esa fortaleza de combinar la realidad y la ficción… 

R. Es que 24 horas pueden ser nada o pueden ser la vida entera. A mí me interesa mucho el tiempo. Para escribir este libro he leído hasta ensayos sobre física que hablaban del tiempo. Al escribir me di cuenta de que había el deseo de que no acabaran esas 24 horas. 

P. Eso hace pensar en la foto que subió su padre con un gato acariciándole el pelo horas antes de morir.

R. Sí. Eso es algo que también podría haber estado en la novela. También que yo le llamara por teléfono y él no contestara, como así ocurrió… 

Para mí, escribir es un acto de fe, algo que no tiene nada de organizado. Escribo muy lento, necesito que la vida real corra por las páginas que escribo"

P. ¿Es la primera vez que se impone esa franja de tiempo?

R. Sí, pero… Es que no lo puedo explicar. Yo empecé a escribir, sin saber mucho, y luego dije: esto se tiene que desarrollar en 24 horas. Pero no lo pensé al principio. Fue algo que surgió. Para mí, escribir es un acto de fe, algo que no tiene nada de organizado. Escribo muy lento, necesito que la vida real corra por las páginas que escribo, pero… también soy muy impaciente. Esa es la verdad. Entonces: necesito crear algo que enganche, que tenga ritmo, que vaya llevando al lector. Una música que acompañe, ¿no?

P. Y paisajes. 

R. Sí, sí.

P. Y autobiografía.

R. Sí. Evidentemente yo no soy bailarina ni mi padre es zapatero, pero… toda ficción es autobiográfica, ¿no? Mira: la historia del estadio de fútbol que aparece en la novela la escuché en un bar. Soy cotilla, escucho las conversaciones ajenas, y una persona estaba contando que durante la guerra vivió en un estadio de fútbol y que por eso tenía ducha y privilegios que no eran comunes durante esa época. Eso me fascinó y por eso se coló en este libro. 

P. ¿No temía que las cosas que contaba se le atribuyeran a usted?

R. No. Nada. Yo estoy acostumbrada a los malos entendidos, a los prejuicios… sobre mi padre o sobre mi familia. Yo ya estoy curada de todo eso. Que cada uno piense lo que quiera. 

P. ¿En qué se parece Anita a usted?

R. En la pasión por la danza. De pequeña quería ser bailarina y luego no lo fui. Pero con la literatura puedes ser de todo. Anita niña es una niña soñadora, como era yo. Anita mujer es capaz de reconstruir su pasado y… eso he intentado hacer yo. Entonces… yo soy las dos Anitas.