LA CULTURA SE IBA DE FIESTA (y 5)

Warhol en Madrid: cuando la mansión de los March se hizo pop

Durante su visita a Madrid, la alta sociedad capitalina encabezada por la familia March se volcó en agasajar al artista pop con almuerzos, cócteles y fiestas

Andy Warhol durante su visita a Madrid.

Andy Warhol durante su visita a Madrid. / GORKA DUO

Eduardo Bravo

Cada mañana, Andy Warhol recibía la llamada de su secretaria Pat Hackett. Tras charlar un rato de asuntos intrascendentes, el artista pasaba a relatar lo que había hecho el día anterior. "Nada era demasiado insignificante para contarlo en su diario. Estas sesiones, lo que él llamaba mi 'trabajo de cinco minutos al día', en realidad se alargaban durante una y dos horas", recordaba Hackett en el prólogo a los diarios del artista.

Gracias a ese material es posible saber, por ejemplo, que el viernes 14 de enero de 1983, Andy Warhol no tuvo un buen día. Había visitado las obras de su nuevo estudio y comprobó que nada estaba saliendo como esperaba. Con intención de remontar la jornada, al llegar a casa vio Rebelde sin causa. "James Dean tenía su cabeza en el regazo de Natalie [Wood] y luego fue Sal Mineo, colocó su cabeza sobre el vientre de James Dean y se quedó dormido. Luego, James Dean y Natalie se alejaron de puntillas porque querían besarse y ser románticos, y fue triste [porque Mineo] no tenía a nadie", recogía Warhol en su diario, cuya siguiente entrada está fechada el jueves 25 de enero.

A pesar de su meticulosidad, el artista no se preocupó de apuntar nada de lo acontecido en los 11 días que transcurrieron entre una y otra entrada y que coincidieron, justamente, con los que pasó en Madrid. Mientras que para Warhol esas jornadas no fueron relevantes, para una generación de españoles supuso la confirmación de que el país había dejado de ser un poblado carpetovetónico para convertirse en una urbe moderna.

La capital del pop

Ese enero, Madrid se había convertido en la capital del arte pop. El martes 11, Roy Lichtenstein había llegado a la ciudad para supervisar el montaje en la Fundación Juan March de una retrospectiva de su obra. Tras asistir a la inauguración, el pintor abandonó España el sábado 15, apenas unas horas antes de que Andy Warhol aterrizase en Barajas el domingo 16.

Como su colega, Warhol viajó a Madrid para apoyar una de sus exposiciones: Pistolas, cuchillos y cruces. Compuesta por 30 pinturas y 10 dibujos, las obras se veían por primera vez en el mundo gracias a la exclusiva que el galerista Fernando Vijande había firmado con el artista, que había puesto como condición que todas aquellas piezas que no se vendieran fueran adquiridas por la galería, algo que parecía difícil que sucediera.

Andy Warhol durante una rueda de prensa en Madrid.

Andy Warhol durante una rueda de prensa en Madrid. / GORKA DUO

"Hay mucha gente aquí, ¿por qué? ¿Han venido ustedes pagados o son espontáneos", preguntó Andy Warhol al comienzo de la rueda de prensa abarrotada de periodistas, famosos y curiosos, celebrada el 17 de enero en la Galería Vijande y en la que se le formularon preguntas como: "¿Es verdad que tiene plástico inyectado en la cara?", "¿Es todavía católico practicante?", "¿Por qué lleva dos relojes en la muñeca izquierda?", "¿Le gusta el movimiento punk?", "¿Cuál es su personaje favorito en la serie Con ocho basta?", "¿Ha cambiado de marca de calzoncillos?".

A pesar de su timidez, Warhol estuvo simpático y cumplió con el trámite con total profesionalidad, consciente de que su presencia en España no era una visita turística, sino una gira comercial. "Tenía que pagar sus facturas y, claro, intentaba conseguir encargos para retratos. Vivía de su trabajo. Pero también le encantaba empaparse del ambiente de las fiestas. No había estado nunca en España, lo vivía como una nueva experiencia y por supuesto que le encantaba estar rodeado de los artistas que iban a esas fiestas", recordaba al diario El Mundo el fotógrafo Chistopher Makos que, junto a Fred Hughes, representante del artista, acompañó a Warhol en su visita a Madrid.

Aunque consiguió cerrar tres encargos de retratos a particulares a razón de 3.250.000 pesetas cada uno [alrededor de 18.000 euros], las ventas de los cuadros de la exposición fueron un fracaso. "Andy era un total desconocido en España. Un total desconocido. Ahora todo el mundo habla de Andy Warhol. Todo el mundo tiene el cuadro del niño recién nacido en cuatro colores en la pared…", explicaba en el documental Estrellas de Warhol el relaciones públicas Carlos Martorell, calificado por el propio Warhol como "mi amigo español". En consecuencia y a pesar de los esfuerzos de Vijande, que incluso decidió cobrar cien pesetas para poder ver la exposición y puso a la venta 1.000 catálogos firmados por el artista, lo recaudado difícilmente cubrió los gastos de los billetes de avión, el alojamiento en el Hotel Villamagna, el transporte de las obras y los más de 15 millones de pesetas que hubo que abonar por los cuadros no vendidos.

Nada estaba mal visto

Además de encuentros con la prensa, excursiones a Toledo, Chinchón y una visita a la tienda de recuerdos del Museo del Prado, la agenda madrileña de Andy Warhol estuvo repleta de cócteles, almuerzos y fiestas. Entre ellas, la celebrada en el palacete de la familia March en el número 27 de la calle Miguel Ángel, donde Warhol se presentó con pantalones de vestir encima de sus característicos vaqueros, después de que Vijande le advirtiera de que los jeans no eran una prenda apropiada para una ocasión como esa.

"Desde hacía dos o tres años, dos de los hermanos –Juan y Manolo, el primero sobre todo– habían abierto las antaño vedadísimas puertas de su pirámide de supermillonarios (de una al menos de sus residencias fastuosas) a toda la movida radical y novedosa entre la que tenían amigos y que –todo hay que decirlo– además les alegraba la vida. O eso parecía", relata en su libro Madrid ha muerto Luis Antonio de Villena, escritor que tuvo el privilegio de asistir a la cena en honor del pintor, celebrada en el piso superior de la vivienda antes del evento principal. Un acto muy exclusivo del que también formaron parte Carlos Falcó e Isabel Preysler, que ocupó una de las sillas anejas a la de Warhol aunque, debido a la timidez del artista, apenas cruzaron palabra en toda la cena.

Andy Warhol durante la fiesta en la mansión de los March en Madrid.

Andy Warhol durante la fiesta en la mansión de los March en Madrid. / GARBO

Mucho más locuaz estuvo el artista en la fiesta posterior, en la que mantuvo breves conversaciones con los invitados que formaban una mezcla heterogénea, no tanto de clases sociales como de perfiles profesionales. Entre ellos se encontraban Pitita Ridruejo, Pedro J. Ramirez, Lucía Dominguín, la Princesa Tessa de Baviera, Ágatha Ruiz de la Prada, Luis Escobar, Cecilia y Ariel Roth, Carlos Berlanga, Bernardo Bonezzi, Carlos Martorell, María Eugenia Fernández de Castro, Jacobo Fitz-James Stuart, Fabio de Miguel, Jaime Chávarri, Gorka Duo, Ana Obregón —que aprovechó para tomarse una foto junto al pintor ante la total indiferencia de este—, o Pedro Almodóvar, al que el artista le preguntó por qué le llamaban "el Warhol español" si, a primera vista, no parecían tener ninguna similitud. "Debe ser porque en mis películas yo también saco travestís y drogadictos", respondió el realizador que recordaba la escena en el prólogo de Patty Diphusa y reconocía que "la conversación y mi papel en ella eran bastante ridículos".

El escritor Luis Antonio de Villena durante una entrevista.

El escritor Luis Antonio de Villena durante una entrevista. / MONDELO

Según relataba De Villena, durante la fiesta "la gente –los modernos, todos los que estaban allí, tras la cena privada— bailoteaba y hablaba y daba brincos y se reía, y literalmente –y con entera tranquilidad– se metía de todo. Allí, al parecer, nada estaba mal visto y eso me pareció tan maravilloso como alucinante". Sin embargo, la extrovertida actitud de los invitados contrastaba con la del homenajeado. Acompañado siempre de varios jóvenes apuestos de los que De Villena llegó a decir que creía que los había exigido por contrato, Warhol se pasó buena parte de la velada deambulando inexpresivo por los salones del palacete, tomando fotografías a diestro y siniestro con tanta fruición, que muchos pensaron que la cámara ni siquiera tenía carrete.

Lo tuviera o no, es un hecho que, de existir, esas imágenes nunca han visto la luz. Aunque Makos afirmó que Warhol quedó encantado de su visita a Madrid, que los españoles le parecieron muy sexys y que le fascinaron las pastas de Mallorca hasta el punto de llevarse un gran cargamento a Nueva York, lo cierto es que el rey del pop nunca ocultó que Madrid no había sido un destino deseado. Cuando en la rueda de prensa en la Galería Vijande alguien le preguntó: "¿Por qué ha elegido Madrid para dar a conocer su último arte?", Warhol respondió: "Porque estaba desesperado".