Han pasado ya algunos meses desde que el aliado nazi, sin avisar e informar al aliado fascista, decidió anexar Austria. Galeazzo Ciano, ministro de Asuntos Exteriores, yerno de Benito Mussolini, rico vástago de una familia de clase alta, asume los arrebatos del Duce, que arremete contra Francia y reclama Túnez, Córcega y Yibuti. A finales de mayo aumentan las tensiones entre Alemania y Checoslovaquia, provocadas por la pretensión del Reich de invadir los Sudetes, territorios checos habitados mayoritariamente por una población germana. Para promocionar a su suegro en la escena mundial, Ciano promueve una conferencia de paz en Munich, aceptada por Adolf Hitler, con la condición de que estén presentes Mussolini y los representantes de las potencias aliadas vencedoras en la Primera Guerra Mundial. El Duce obtiene un aparente éxito y empieza a ser considerado como el arquitecto de la paz; el Führer, que entra en conflicto con los representantes de las democracias occidentales, exige sin embargo la amputación de Checoslovaquia.
"M. Los últimos días de Europa", tercer volumen de la monumental obra de Scurati (Nápoles, 1969), está dedicado al período 1938-1940, cuando el mundo se preparaba para la guerra y Mussolini unía la suerte de Italia a la de la Alemania de Hitler. Es la crónica de lo que el propio autor describe como un momento histórico trágico en el que un tirano decide, en solitario, el destino de millones de personas. Scurati utiliza la técnica de reconstruir los acontecimientos en forma ficticia, atribuyendo a los protagonistas y a los actores secundarios diálogos inventados pero plausibles, basados en los periódicos de la época, el archivo y las cartas y diarios de personajes como el Duce. Surgen relaciones políticas y sentimentales, tal como fueron grabadas en las páginas de la historia, de quienes giraron en torno a la órbita del líder fascista: las ambiciones personales y las traiciones de Ciano; los celos y las noches de insomnio de Edda Mussolini en una mesa de juego; las pesadillas, confesiones y efusiones amorosas de Benito Mussolini hacia su joven amante Claretta Petacci; la frustración íntima y silenciosa de Renzo Ravenna, exjefe de la artillería fascista y podestà de la ciudad de Ferrara, obligado a dimitir de la noche a la mañana; y, finalmente, la fuga de Margherita Sarfatti, que de amante favorita de Mussolini pasa a ser una fugitiva de lujo, exiliada, por su origen judío. El suicidio del editor e intelectual Angelo Fortunato Formìggini se alza solo, dentro de esta impredecible y destructiva sucesión de acontecimientos, como el emblema de toda una nación, consciente de que, ahora, la suerte está echada y que no hay vuelta atrás. Formìggini se arroja al vacío desde lo alto de la torre Ghirlandina, en su ciudad natal de Módena. Achille Starace, secretario del Partido Nacional Fascista, y fantoche mayor del Ordine Nuovo, comenta: "Murió como lo hacen los judíos: se tiró de una torre para ahorrarse una bala".
Son los meses en los que el Gran Consejo aprueba y da forma jurídica a las leyes raciales, que pretenden discriminar a los italianos que profesan el judaísmo. Durante la reunión, Italo Balbo, fundador del régimen fascista con Mussolini y exgobernador de Libia, es el único jerarca que expresa duras críticas contra la aberración que priva a una minoría religiosa de sus derechos fundamentales. Un judío notable, Ravenna, abogado, autoridad de Ferrara, primera ciudad moderna de la Edad Media, que había redescubierto el mito de la familia Este y difundido el culto a Ludovico Ariosto, fue destituido de su cargo y excluido de la vida pública.
Ferrara, las leyes raciales, la diplomacia política de Ciano, los encuentros y desencuentros con el aliado nazi, las relaciones sensuales y sentimentales del Duce con Claretta Petacci, son fuentes a las que acude Scurati en el tercer volumen de esta voluminosa crónica marcada por el gran éxito editorial de Bompiani en Italia. A la eficacia del relato y la amplia visión del autor habría que contraponer algún que otro error de bulto como el de confundir a Giovanni Preziosi, líder del antisemitismo fascista, con Alessandro Preziosi, actor italiano de nuestros días. Cualquier elección narrativa es legítima. Scurati, igual que sucede con el francés Éric Vuillard, no teme enfrentarse a la historia más reciente y, siempre cuando los lectores consideren "M. Los últimos días de Europa" una novela sobre la historia y no un libro de historia, el relato se vuelve legible, agradable e induce, además, a una necesaria reflexión acerca del pasado que no deja de llamar a la puerta.

M. Los últimos días de Europa
Antonio Scurati
Traducción de Carlos Gumpert
Alfaguara, 440 páginas, 21,75 euros