música
Un lento despertar
Las orquestas sinfónicas afrontan la temporada buscando ganar nuevos públicos
El curso musical que ahora se inicia tiene ante sí retos muy importantes en lo que a la música sinfónica se refiere. Las orquestas españolas encaran una temporada llena de interrogantes, tras unos años en los que no se ha logrado remontar con rotundidad en la afluencia a los auditorios. La propia crisis que el sector llevaba arrastrando más de una década se ha visto muy amplificada por la pandemia y, ahora, la salida de la enorme herida que dejó todo el proceso derivado de la misma hace que no se hayan, ni de lejos, recuperado los niveles previos de asistencia en las temporadas de abono orquestales.
Se ha abierto un enorme agujero de público entre las muertes que se produjeron y la pérdida de hábitos culturales que ha sido muy acusada en el público de más edad. Además, como la reposición, en el ámbito de la música patrimonial, es lenta no está consiguiendo recobrar los niveles previos con la rapidez inicialmente prevista.
Frente a ello las orquestas españolas están tratando de ofertar nuevos formatos con el fin de ganar otras audiencias. El reto es enorme y requiere de un enorme esfuerzo colectivo, tanto profesional como económico y, este último, desconozco si las administraciones están dispuestas a afrontarlo con decisión.
Las temporadas de abono, a día fijo semanal, están sufriendo de manera notable. Por poner un ejemplo, la orquesta de Navarra, que tenía dos días de abono en el Baluarte de Pamplona, ha reducido a una sesión semanal el contacto con el público de la capital. No será la única. En muchos auditorios en los que la orquesta residente ofrece doble función los problemas para lograr una ocupación aceptable son tremendos y, a corto plazo, va a ser extremadamente difícil revertir la situación.
Ante este panorama las formaciones orquestales están apostando por nuevos formatos en localizaciones lo más diversas posibles para romper el estatismo de los auditorios. Estos nuevos espacios no siempre cuentan con la acústica adecuada, pero se prefiere sacrificar la calidad de la oferta con el fin de acercarse a unos espectadores más jóvenes, no habituados a los estándares habituales de las salas de conciertos, pero que, por otra parte, valoran de forma positiva que una orquesta abandone su zona de confort y trabaje con artistas procedentes de otros ámbitos.
El problema está en, a posteriori, conseguir que los recién llegados se enganchen a la programación habitual. Que sean capaces de adentrarse en la belleza de un viaje musical infinito como es el del mundo sinfónico. Aquí la colaboración del sector educativo es esencial. Sin una cooperación efectiva de la comunidad docente en su conjunto el resultado puede ser frustrante.
Esperemos que el trabajo colectivo que el sector está realizando con fórmulas equilibradas entre los formatos tradicionales y otros más innovadores de su fruto. Este año será el primero de una nueva etapa para la que hay que dar tiempo en unas orquestas que, también en estos años, están gestionando su primer gran cambio generacional dentro de sus plantillas, por la jubilación de la primera generación de músicos que conformaron la fundación de la mayoría de las mismas en las décadas de los ochenta y noventa del pasado siglo.
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