Entrevista

Irene Vallejo: "La literatura me ha acompañado en los momentos difíciles y también en los más felices"

La autora de 'El infinito en un junco' publica la versión en cómic de su gran éxito mundial y recupera 'La leyenda de las mareas mansas', un libro de cuentos ilustrado por Lina Vila

Irene Vallejo, escritora.

Irene Vallejo, escritora. / JOSÉ LUIS ROCA

Juan Cruz

Irene Vallejo (Zaragoza, 1979) es una mujer formidable. Tiene un libro singular, El infinito en un juncoque escribió en medio de una incertidumbre hospitalaria, tras el nacimiento de su hijo, esperando y escribiendo, haciendo de la historia de la lectura, y de la humanidad, su arma para subsistir y desafiar la incertidumbre que traía la salud presente y futura del niño.

Ese libro ha sido un éxito mundial, del que ella se ha repuesto con sensatez y alegría, sabiendo que escribir es su alimento. La alegría la tiene cerca, el hijo Pedro, el marido Quique, y los amigos. Ahora sus amigos son de muchas nacionalidades del universo, pues ella los ha llamado a leer con ella.

Su pasión es leer. Acompañar a leer. Fruto de esa pasión que es su vida ya había escrito, antes de El infinito…, entre otros, un libro de cuentos, La leyenda de las mareas mansasque ilustró su amiga Lina Vila. Ese leyenda que proviene de un tesoro escrito por Ovidio reaparece bajo el sello de la editorial Siruela, la que puso en la estampa el más famoso de sus libros, a la vez que una versión de 'El infinito en un junco' reaparece como cómic en Debate. Los dibujos en este caso son de Tyto Alba.

Escucharla hablar es como verla escribir (con la mano izquierda), y en esta entrevista tendrán ustedes ocasión de disfrutar lo que dice como si lo estuviera contando al oído de los que aún no la han podido escuchar hablar en público. He aquí, pues, Irene Vallejo, hablando para ABRIL, una artista de 44 años que parece que ya tuvo todas las edades, pero que ríe como si todavía fuera la niña que aprendía a leer con su madre.

Es lícito ver su cara en este dibujo con el que se abre su libro…

Sí, en efecto es un retrato… Este libro lo rescata ahora Siruela, pero se publicó ya en 2015, en una editorial independiente aragonesa. Lleva años descatalogado, así que le agradezco mucho a Siruela que lo haya rescatado. Cuando nació el proyecto quise escribirlo porque formaba parte de un duelo a la muerte de mi padre… Para mi es importante elaborar literariamente los momentos difíciles o los grandes retos de la vida. Y yo quise escribir un libro para esa circunstancia, de modo que volví a los clásicos, en concreto a La Metamorfosis de Ovidio, para escribir un relato infantil o juvenil que hablara de la muerte, pero también de la transformación, del reencuentro, no del cambio o del miedo al futuro, pero sí de la aventura de conquistar la vida después de una pérdida y encontrar la manera de regresar a todo lo que dejaste atrás. Y este es un relato de Ovidio que volvió a mi mente, se apoderó de ella y decidí hacer esta recreación trabajando con Lina Vila, una pintora aragonesa a la que yo conocía. Había visitado sus exposiciones, y aunque con ella no había coincidido sentí que ese mundo de sus cuadros era el universo en el que sucedía esta historia que iba a contar. Ella también estaba en una fase de duelo y decidimos las dos, a través de este relato, exteriorizar, exorcizar esa experiencia. Y trabajamos juntas con mucha intensidad, de manera que el texto se reflejase en las ilustraciones, pero que también las acuarelas tuvieran su propio impacto, sus flujos y reflujos en el texto.

Y eso está verdaderamente logrado…

Me gusta mucho la idea de Lina de trabajar con acuarelas, algo que es poco habitual en libros infantiles ilustrados, pero yo decía que en un libro tan marítimo trabajar con el agua era simbólicamente muy apropiado al texto, pero también porque la acuarela es una técnica en la que tienes que improvisar; no tienes que jugar con la mancha del agua, que es imprevisible. Y eso tenía también que ver con la idea de la metamorfosis. La verdad es que por eso fue una colaboración muy intensa. No fue solo escribir el texto y luego ir con las ilustraciones: fue elaborar juntas y asomarnos a un proceso creativo en otro lenguaje distinto al de la pintura, que es el de la imagen. De ese fruto tan compenetrado y tan intenso nació, por ejemplo, el regalo que me hizo Lina retratándome al inicio del libro. Por otra parte, el hermano de Lina es fotógrafo de aves y esas imágenes que hay en el libro están basadas en las fotos que hace él. 

Irene Vallejo.

Irene Vallejo. / JOSÉ LUIS ROCA

¿Qué dice Irene Vallejo en ese retrato?

Yo lo miro ahora con el paso de los años y veo cierta tristeza por el momento que estaba atravesando. Ella me coloca un manto de estrellas sobre los hombros. Quizá tiene que ver con los sueños que yo podría expresar en ese momento, cuando para mi la literatura era aun un afán inalcanzable como forma de vida. Entonces yo viajaba constantemente a pequeñas ferias, a bibliotecas minúsculas en el mundo real. Era una época de esfuerzo, de sueños, de idealismo. Y creo que todo eso está en esa imagen. Lina tenía una carrera más asentada, de modo que me veía todavía como jovencita soñadora y tuvo la generosidad de colaborar en este libro y de hacerlo con sus acuarelas. Las acuarelas luego se expusieron en el Museo Pablo Serrano de Zaragoza. El libro nos trajo muchas alegrías, aunque hay que decir que costó encontrar editorial, pues en aquel tiempo asustaba la temática de la muerte. En este caso yo creo que era un asunto luminoso, pero entonces el tema provocaba incomodidad en la literatura infantil y juvenil.

A usted la escritura de ese cuento, y la escritura en general, la han salvado del dolor y del duelo…

El dolor y el duelo son fases que no puedes obviar. No puedes borrarlo, no puedes evitarlo, no puedes acelerarlo ni impedirlo. Pero la literatura sí me ha acompañado siempre en todos los momentos difíciles, y también en los más felices. Soy pudorosa con el verbo salvar, pero creo que me han acompañado, me han hecho sentir menos sola los libros que leo. Leer y escribir están relacionados y me dan una puerta de escape a la obsesión que suele acompañar esos momentos tan difíciles. Los hospitales, la muerte, el duelo, el vacío, la angustia, tienden a absorberte como un agujero negro. Así que la literatura me sirve a mi para huir de la desapropiación que hace el dolor de nuestras mentes y de nuestros pensamientos.

El dolor y el duelo son fases que no puedes obviar. No puedes borrarlo, no puedes evitarlo, no puedes acelerarlo ni impedirlo

El propio El infinito en un junco se hizo en cierto modo en tiempos de dolor. La pandemia, el nacimiento del hijo, el dolor de los hospitales. Dolor y alegría a la vez, tantas combinaciones. ¿Cómo recuerda ahora el momento? En contraste con este momento de mareas mansas, esas eran mareas más duras…

Fue una larga época la que hubo desde la muerte de mis padres. Después vino el nacimiento de mi hijo con sus graves problemas de salud. Un tiempo muy exigente. Necesité todos los apoyos, todas las muletas, entre ellos los que siempre he necesitado más: la creación y la palabra. Porque realmente en esa época me parecía imposible haber salido del duelo de mi padre para encontrarme con la enfermedad de mi hijo y volver a empezar otra vez con el ciclo de los hospitales, de los cuidados. Casi una década cuidando primero a mi padre y después a mi hijo. Fueron momentos muy difíciles porque ambos me necesitaron, cada uno en su tiempo, y yo tenía miedo porque el cuidador tiene que mantenerse sano y fuerte para acompañar y mantener el rumbo de modo que no te arrastren las mareas… Todavía no hemos verbalizado todo lo que nos ha sucedido durante la pandemia. Hay muchas despedidas y duelos pendientes que no hemos elaborado por la prisa que teníamos de regresar a la vida cotidiana. Yo creo que la literatura ayuda a encauzar esas conversaciones, que quizá son difíciles, sobre nuestro propio dolor. Las metáforas, las historias de los personajes y de los relatos, harán más difíciles de abordar ese dolor del pasado. Por eso creo que este libro, igual que El infinito…, pueda ayudar de alguna manera.

Después de tanta escritura, de relacionarse tanto con la escritura, ¿qué significa para usted personalmente el hecho mismo de escribir?

Yo siempre había pensado que la escritura era una forma de liberarme y de combatir el silencio. Pero después de estos años de viajar por el mundo y de encontrarme con lectores y con editores, por ejemplo en la Feria de Buenos Aires, me he dado cuenta de que esta es una actividad profundamente colectiva, que a través de los libros creamos comunidades. Quizá no era consciente de ello porque no había tenido, hasta El infinito…, todo ese contacto con los grupos, las familias, las tribus, con el clan lector, en suma… Y ahora me he dado cuenta de hasta qué punto construimos a través de la literatura. Y en Latinoamérica me ha impresionado mucho cómo los libros y la lectura se utilizan como herramienta de reconstrucción para curar las cicatrices de sociedades que sufren la violencia. Tengo la esperanza de que esta polarización, toda esta atmósfera de enfrentamiento y de agresividad verbal que se está extendiendo por el mundo, de alguna manera se pueda suavizar por medio de relatos, ficciones, literatura.

La escritura es una actividad profundamente colectiva, a través de los libros creamos comunidades

¿No será, Irene, que gran parte de su éxito es que la gente no sólo le lee sino que sobre todo lee con usted?

Me gustaría pensar que es así. Cuando escribo yo trabajo para que haya una dimensión oral en el registro escrito, de manera que quien lea, o al menos eso me gustaría, se sienta acompañado, que hay una presencia a su lado que habla, que le dirige la voz suavemente, con una cercanía de tú a tú. Me gustaría que eso lo sintieran quienes lean. Por eso trabajo tanto sobre la oralidad y leo lo escrito en voz alta para asegurarme de que lo que les doy a leer tiene una cierta musicalidad. Y sí, ojalá se sintieran acompañados por quienes en nuestras sociedades tenemos un grave problema de soledad. Y no, esa soledad no existe del todo porque ahí están estos amigos, estos compañeros leales de las estanterías, que nos ofrecen una voz que nos hablan para romper la soledad…

De hecho usted hace a mucha gente feliz…

Ojalá, ojalá sea así…

En este último libro, en el que hay peligros y muerte, usted misma avisa que habrá compensación más adelante. Así que el dibujo y usted van animando a sentir que también habrá serenidad en medio de la tormenta…

Gracias por esa síntesis… Yo he querido jugar con todas esas metáforas porque creo que también la sensación de ahogarse es la que hemos sentido durante la pandemia. Los relatos han tenido que ver, de una manera o de otra, con aquel “y comieron perdices” de los cuentos. A mi me gusta jugar con las expectativas, desafiarlas. De modo que, como en este caso, en este cuento, el gran drama, el gran episodio, no sea el núcleo de la historia… Y se cambia el compás de lo que ha sucedido para construir otro relato que después se representa con su parte onírica. Esa visita al mundo de los sueños permite el reencuentro con la vida anterior que se incorpora a la que sigue… Me gusta pensar además que las ilustraciones de las acuarelas de Lina tienen en su propia literatura un mensaje muy poderoso que hay que respetar dándole mucho espacio para que también despliegue su propia elocuencia, llena de estas atmósferas azules.

Nada más empezar el libro, cuando aún no hay peligro cierto, aparece una frase en la que los protagonistas se sienten mutuamente raros, como “cazadores de nubes”, y las nubes son el inicio de la tormenta que agita en seguida el miedo…

Los símbolos están todos muy cuidadosamente seleccionados. La nube es la premonición de la tormenta, y además las nubes son pura metamorfosis. Formas que están cambiando. Cuando somos niños miramos las nubes y vemos imágenes y figuras en ellas que además van desapareciendo. Por supuesto, en el libro la chica extraña soy yo, que es así como era en el colegio. En la literatura me reconcilio con esa rareza mía y escribo también para los chicos y chicas raras del presente por ver si se sienten un poquito más acompañados o quizá sepan ya que al final los raros somos muchísimos. Creo que lo más anómalo es la normalidad. Estadísticamente hay muy poca gente normal y somos casi todos raros de alguna manera.

Lo más anómalo es la normalidad. Estadísticamente hay muy poca gente normal y somos casi todos raros de alguna manera

Usted es una rara de la literatura española.

Sí es cierto que esa pasión por los clásicos quizá me ha dado unos referentes distintos a los que tienen en común los bagajes de otros escritores de mi generación. Pero, bueno, al final quien escribe siempre tiene una mirada peculiar, original y singular sobre el mundo. Entonces somos una hermandad de raros.

Ahora Debate lleva al dibujo su éxito mundial, El infinito en un junco, interpretado por el dibujante Tyto Alba. ¿A qué la ha obligado esta nueva dimensión de su trabajo?

Quise darle a Tyto muchísima libertad creativa, porque pienso que al ser una adaptación es también una lectura suya, su propia mirada sobre el libro. De todos modos acabaron surgiendo preguntas suyas, sobre imágenes del texto, reconstrucciones que pedía que hiciéramos juntos, así que me pedía grabados de frescos de la época de Alejandría, por ejemplo, porque él quería sentirse seguro de representarlas bien. Pero llegamos a la parte más personal y me pedía fotos familiares, por ejemplo de mi edad en en el tiempo en que ella me contaba cuentos, así como una fotografía del patio de mi colegio… Esa parte terminó siendo un álbum de familia en la que estamos todos los de casa… Tiene, por tanto, este libro el aire de un volumen en el que los dos compartimos atmósferas, una literaria y otra dibujada. Para mi todo esto ha sido muy emocionante: ver cómo construía con su lápiz lo que había estado en mi mente al escribir. Ha hecho cosas muy audaces, pasa del blanco y negro al color, ha hecho acuarelas a página completa, experimentos de representación… Y me hacen gracia todos esos retratos que, en el epílogo, representan a los autores con los que yo dialogo.

Hace tiempo le pregunté por la primera palabra que recordaba haber dicho. Dijo que era mambo. ¿Ahora cuál sería su palabra?

Escuchar. Escuchar para encontrarse. Escuchar a la gente, aunque sea en momentos fugaces. Escuchar, escuchar, escuchar.