Bloc de notas

Posición horizontal

Bernd Brunner aborda esta vez la historia cultural de una postura no meramente contemplativa y perezosa como es la de vivir tumbado

Bernd Brunner

Bernd Brunner / Ilustración: Pablo García

Luis M. Alonso

Luis M. Alonso

Uno se relaja cuando se tumba; es la posición que menos resistencia ofrece al cuerpo y menor fuerza requiere. Para mucha gente estar tumbado no goza de buena reputación; a menudo se confunde con quedarse quieto, ser pasivo o perezoso, escribe el alemán Bernd Brunner (Berlín, 1964) en "Vivir en horizontal". Groucho Marx no opinaba lo mismo que esa gente cuando dijo aquello de que lo que no puedas hacer en la cama, no merece la pena. La postura horizontal ofrece momentos de contemplación que a menudo generan las mejores ideas, explica Brunner en su lúcido ensayo. Cuando nos acostamos boca arriba con los ojos abiertos, perdemos el acceso físico a las cosas que nos rodean y nuestros pensamientos vuelan. Ya antes, Chesterton, en "Quedarse en la cama", había aventurado que, gracias a esa cómoda costumbre, Miguel Ángel se dio cuenta de cómo convertir el techo de la Capilla Sixtina en una terrible imitación de un drama divino, que solo podía representarse en los cielos. Jardiel, que entre 1932 y 1935, vivió a 40 kilómetros del Pacífico y a 30 de Charles Chaplin, no tardó mucho en descubrir que en las playas de Hollywood solo existen dos ocupaciones: tumbarse en la arena a contemplar las estrellas o tumbarse en las "estrellas" a contemplar la arena.

Brunner, autor de otros dos ensayos tan deslumbrantes como glaciales, "Cuando los inviernos eran inviernos (Acantilado, 2020) y "La invención del norte" (Acantilado, 2023), rinde homenaje esta vez a la posición horizontal y la facilidad con que se ha brindado históricamente a la condensación de las ideas. Se refiere, por ejemplo, a los autores literarios que solía trabajar en la cama: Marcel Proust, Mark Twain, Edith Sitwell o al caso de William Wordsworth, que prefería escribir sus poemas acostado, en absoluta oscuridad, y volvía a empezarlos cada vez que en medio de la penumbra perdía una hoja y le costaba encontrarla. Recuerda a Heine, obligado por enfermedad, a trabajar en el lecho. O a Edith Wharton, autora, entre otros títulos, de "La edad de la inocencia", que se refugiaba horas en la cama para huir de la tiranía impuesta por el corsé. Propongo la figura de Juan Carlos Onetti, como la de un campeón de la postura horizontal cuando decidió refugiarse en la cama por simple pereza. Allí pasó los diez últimos años de su vida, de encierro voluntario, fumando y leyendo novelas policiacas. Berd Brunner explora en su libro la teoría de Alberto Manguel de que la literatura de acción, con tramas trepidantes, es la más apta para la tumbona o el lecho, puesto que garantiza la transición a un sueño tranquilo mucho mejor. El autor berlinés de "Vivir en horizontal" se pregunta también cuánto tiempo se puede pasar en la cama, aceptando según lo convenido que la tercera parte de nuestras vidas transcurre durmiendo. Cita a Oblómov, el protagonista de la novela homónima de Goncharov, como alguien que encarna mejor que nadie el ocio excesivo de la cama hasta el punto de no hacer otra cosa en la vida. De ese aristócrata perezoso y superfluo, una especie de salchicha en pijama.

Sin embargo acostarse no es lo mismo que dormirse, ya que permite una amplia gama de estados de ánimo diferentes desde la pasividad absoluta hasta la acción apasionada. Al fin y al cabo, según Edmond y Jules de Goncourt, todas las etapas importantes de la vida humana, el parto, el coito y la muerte, suelen tener lugar acostados. Lo que hace que valga la pena volver a examinar un asunto que ha pasado desapercibido para la historia del pensamiento. Brunner demuestra que estar acostado implica mucho más que unas pocas horas de sueño reponedor del trabajo y la vida cotidiana. Ofrece una recopilación de anécdotas ingeniosas e informativas, pero sobre todo muy entretenidas, permite profundizar en la historia y explica cómo nuestros antepasados, desde el hombre de la Edad de Piedra hasta los reyes absolutistas, se acostaban entre sí. Existieron, además, las camas en las que se concedía audiencia a los invitados. Ningún aspecto de estar tumbado, por pequeño que sea, parece pasar desapercibido en el libro de Brunner, como los peligros que entraña comer acostado, que los romanos consideraban elegante desde el triclinium. O cuáles son los efectos fisiológicos de acostarse y, en última instancia, simplemente dormir.

Vivir en horizontal 1

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Vivir en horizontal

Bernd Brunner

Traducción de José Aníbal Campos

Acantilado, 152 páginas, 16 euros  

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