Tinta fresca

Las heridas infinitas

"Stendhal en Mauthausen" recoge un dialogo en el tiempo de un padre y un hijo sobre un pasado traumático

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Tino Pertierra

Tino Pertierra

Dos voces. Dos tiempos. Dos vidas emparentadas con una conexión especial desde el escalofrío. El horror, el horror. Un grito de espanto que atraviesa las memorias. "Stendhal en Mauthausen" se alimenta de un diálogo entre un padre y un hijo separados por las fronteras del calendario. Por un lado, Llibert. Es hijo del deportado Joan Tarragó. Prisionero de los nazis en 1940, fue deportado a Mauthausen (1941-1945), donde tuvo un papel destacado en la Resistencia republicana. Ideó y fundó una biblioteca clandestina. Exiliado en Francia, tuvo dos hijos y murió en 1979 a los sesenta y cinco años.

El padre pidió a su hijo que escribiera sus memorias pero, con veinte años, le intimidaba afrontar de nuevo a los horrores que había escuchado en casa cuando era un niño y se escondía de los exdeportados que iban a ver a su padre y compartían sus experiencias. Sus terribles días de cautiverio y dolor en manos de la bestia nazi. Poco antes de morir, Joan Tarragó escribió sus memorias, su reclusión de cuatro años y cuatro meses en convivencia con la muerte, el miedo y la devastación cotidiana. Cuarenta años después, Llibert se suma al padre con su escritura de la memoria y su mirada al pasado sombrío. ¿Y qué función tiene el arte de Stendhal en Mauthausen? La literatura como vía de escape mental y emocional del infierno alambrado y mortal.

Cuenta Francesc Marc-Álvaro en el prólogo que "este libro es una manera honesta, sutil y sabia de llenar el silencio". Llibert revela las memorias de su padre y, al mismo tiempo, "su viaje en dirección a un pasado traumático que exige ir separando las capas que conforman la dialéctica perenne entre el recuerdo y el olvido, entre la herida y la resiliencia, entre las pesadillas y la esperanza. Tarragó, con una prosa rápida, rica y llena de meandros, ilumina el pasado y, con ello, proyecta sobre nuestro presente un testimonio familiar que se inserta dentro de la memoria colectiva como una advertencia, como una señal de alarma, ante las nuevas barbaries y los nuevos odios que se van normalizando a día de hoy".

Esta obra también es una historia alternativa de España, "una sociedad que se permite el dudoso lujo de relativizar los viejos y los nuevos fascismos, por si acaso alguien se pudiera ofender". Estamos, pues, ante un imprescindible tributo a la figura de un padre y un diálogo "con las sombras, a corazón abierto. El joven Llibert descubrió, a escondidas, en el despacho paterno, las pruebas del dolor que no se comentaba: ‘Imágenes de fosas comunes medio llenas de capas de cadáveres. Cadáveres blancos. El blanco de la cal. En el margen, tres mujeres vigilantes nazis, expertas del terror, la femineidad disuelta en su uniforme de tosco dril y con la cara adusta, arrojaban los esqueletos como quien arroja sacos de patatas..." El horror que deja heridas que nunca cicatrizan.

Imagen Captura

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Stendhal en Mauthausen

Llibert Tarrago yJoan Tarrago

El Mono Libre, 168 páginas, 18 euros

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