Manuel Gutiérrez Aragón cruza el bosque de las palabras
El cineasta y escritor emprende en el libro "Vida y maravillas" un deslumbrante viaje por su memoria

Manuel Gutiérrez Aragón cruza el bosque de las palabras / Pablo García
El viaje continúa, irremediable, irrenunciable. Viajar es como enamorarse. Y escribir es parecido a viajar.
Manuel Gutiérrez Aragón emprende en "Vida y maravillas" un viaje que enamora tanto a los admiradores de su cine, como creador de algunas de las mejores películas españolas de todos los tiempos, como a los seguidores de su posterior carrera literaria. Estas memorias nada convencionales –como era de esperar– muestran las mejores cualidades de un gran escritor engarzadas a un poder inagotable para convertir cada episodio vital en un pequeño gran relato donde conviven en armonía misteriosa el humor a la norteña, la destreza narrativa que no malgasta ni una sola palabra y el poso reflexivo de quien se enfrenta a su pasado sin telarañas nostálgicas para iluminarlo con lucidez y, si hace falta, saludable autocrítica.
"El cuento que cuenta todos los cuentos" arranca en la estación de la infancia: "Imagínense ustedes un niño tendido en una cama, rodeado de la atención de familiares, visitantes y sirvientas. El niño tiene una mancha en el pulmón y necesita cuidados. Entre las atenciones y los regalos que recibe (…) están los cuentos que le cuentan, los que lee en las interminables páginas de ‘El tesoro de la juventud’, y finalmente los que él mismo se inventa para pasar el rato. Como no puede ir al cine, las películas le son contadas de palabra; el enfermo debe poner las imágenes que surjan de su cerebro. El niño se ha convertido en un artista de la enfermedad, la moldea a su gusto, la hace expresiva, la utiliza como palanca para mover el mundo que le rodea". Aquel niño "acude al cuento, se cura con el cuento, en donde lo único real son las páginas que va pasando con dedos ansiosos".
De tanto leer y de tanto observar a los mayores había "entrenado la imaginación. Ahora llegaba la ocasión de sacar provecho". Comenzó a tener éxito como narrador de cuentos con hermanos, primos y algún vecino añadido". Como el de la centella voladora. Las historias de Gutiérrez Aragón tienen raíces en la Guerra Civil, se acuerdan de la abuela cubana que "sabía contar sucedidos misteriosos". Y las primas cubanas, ay, las primas cubanas.
El primer curso del bachillerato fue un año de revelación. "Cómo diferenciar la imaginación del conocimiento era arduo pero necesario". Se debatía entre "tres fuerzas interiores que tiraban cada una para un lado, como fuerzas contrapuestas. Las dos primeras eran la rebelión y la autodisciplina. La tercera fuerza era el misterio".
Los años universitarios en Madrid traen brotes políticos en un país cambiante. "Los sesenta estaban siendo los auténticos años de cambio del punto de vista, de abandono del nacionalismo ramplón, del marxismo esclerótico, del sexo prohibido". La filosofía "en la calle, en los parques, en los dormitorios. En cualquier sitio menos en la Facultad de Filosofía y Letras".
Entra en la Escuela de Cine contra todo pronóstico. En el tribunal del examen de ingreso, Carlos Saura, Berlanga, José Luis Borau. Casi nada. Había quien movía la cabeza: "Manolo nunca será director de cine". Una vista de lince, vaya. Con "Habla, mudita" inició una carrera inimitable. Aprendió que "el principal enemigo del director es su propio cansancio. La falta de autoexigencia. No se le puede pedir un esfuerzo al equipo si tú mismo no apuras las cosas. Y las cosas suelen salir al revés de lo que esperas".
Prescindía muchas veces de lo escrito "y pedía a los actores que hicieran esto o aquello que no estaba en el guión. No lo hacía por capricho, sino por todo lo contrario, precisamente para adaptar el personaje al actor y no el actor al personaje. Es decir, el actor o actriz inspiraban la escena, y yo les seguía. Eso era un juego peligroso".
Fue en la Escuela de Cine donde se enfrentó por primera vez "a esa cosa tan rara que es explicar a otra persona, a un actor, lo que tú deseas que haga como si lo deseara él mismo. Descubrí que me gustaba hacerlo. Yo fui descubriendo que la cosa consistía en buscar una mutua complicidad".
Viajes por China, Cuba y Rusia amplían la cartografía vital a realidades con mucha enjundia política y social. Tan humana. "Maravillas" marcó un antes y un después. La primera película en la que "me sentí dueño de los recursos expresivos que comportan la dirección cinematográfica. Ya no noté que estaba aprendiendo al hacerla; lo que salía era precisamente lo que quería que saliera".
Algunos de los que le consideraban "un director rompedor y distinto se desilusionaron con ‘Demonios en el jardín’. En cambio, gané el favor del público y dejé de ser un director raro. No se puede contentar a todo el mundo, dicen. Y yo mismo, ¿qué pensaba de esa oposición entre un determinado tipo de hacer cine sin ataduras y este otro tipo de filmar, más clásico? Pues que la gracia estaba en el cambio mismo, en la capacidad de elección, no tanto en lo que se haya elegido. La libertad es eso".
¿Y por qué el adiós al cine? Se dio cuenta de que "cualquier proyecto tendría que pasar por el filtro de las televisiones, que eran quienes pagaban el producto; en las empresas televisivas los requerimientos no eran los habituales en el cine, sino otros relativos a la política comercial propia de cada televisión. Había que negociar el contenido del guión, el reparto de actores y casi todo lo demás durante largo tiempo. Variaban, de pronto, sus propios criterios, no se podía estar seguro ni de lo que querían. Yo no tendría paciencia".
Y aparece la literatura: "Lo que más me atraía de escribir era precisamente la escritura como tal. Desnuda, exacta, creadora por sí misma de todo lo demás. Por supuesto, también me gustaba construir los diálogos, el argumento, las emociones... Pero me ocurría igual que con el cine: sabía que lo importante era el guión y los actores, pero el auténtico placer había estado en la fabricación de las imágenes, más allá del bien y del mal. Y ahora ocurría lo mismo con la actividad de escribir". ¿Qué es escribir? "Una actividad apasionada que termina en algo parecido a la eyaculación liberadora". El haber retrasado dedicarse a la novela "hacía que me considerase creativamente joven; tímido y audaz, como un enamorado en su primera cita".

Vida y maravillas
Manuel Gutiérrez Aragón
Anagrama, 360 páginas 20,90 euros
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