Paisajes conocidos en lugares extraños
Enrique Bueres compone en "Lo propio y lo ajeno" una guía de viajes en el tiempo por el mundillo cultural con humorada extrañeza

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Hay una más que probable disociación dispuesta a asaltar al lector que se enfrente a "Lo propio y lo ajeno", el regreso a la edición del periodista asturiano residente en Madrid Enrique Bueres. Sucede que las páginas de este "relato cultural", como subtitula la portada del libro editado por Renacimiento en la colección "Los cuatro vientos", transcurren entre los años 2000 y 2002, aunque no precisamente por ese orden. El mundo de presentaciones y viajes ilustrados por el que se mueven Bueres y sus amigos es el de hace dos décadas, cuando no había Starbucks en España pero sí Torres Gemelas en Nueva York, Gustavo Bueno y Eduardo Haro Tecglen todavía eran el último filósofo y crítico (respectivamente) en pie, las fotografías se hacían con cámara, un Motorola con tapa era el summum tecnológico y el único Shazam disponible era la cabeza del autor, su memoria melómana y un papelín donde tomar nota de lo que estaba sonando en el club lisboeta LuxFrágil. La disociación llega en el momento en que esa distancia de dos décadas desaparece en el texto. No hay lugar a la nostalgia ni, tampoco, a la "metafísica pedestre", escribe el propio Bueres. Alérgico al hallazgo poético, que reparte cicatero y preciso en según qué páginas, el autor presenta sus notas en tiempo real y desordenado, abrazándose con razón y verdad al relativismo, despreocupado ante los hechos y preocupado con la anécdota. Y por eso "Lo propio y lo ajeno" funciona como un agujero negro donde se olvida todo lo sucedido en los últimos veinte años y uno está en el universo paralelo donde todavía (¡ay!) se puede pasear por Lisboa sin miedo a ser atropellado por alguna atracción turística a pedales.
Además de ese aquí y entonces tan ameno donde se inserta el relato, este volumen también podría ser una primera entrega de los diarios de Bueres, pero sus alergias incluyen el ombligo de su mundo interior más íntimo, solo vislumbrado en algún paréntesis, una aposición, algún descuido narrativo. Así que el resultado evita lo confesional privado y se inclina más por el de una divertida excursión al zoológico del mundillo cultural, con un estilo depurado y quirúrgico.
Bueres escribe en frase corta y aseada y, del grano, se queda con los justos pedazos de cáscara que le interesan. Acostumbra a quedarse en la periferia en vez de sumergirse en el meollo, a describir el diseño del sillón donde se produce la entrevista al autor de la novedad de turno antes de glosar el contenido de la charla; a enredarse en los personajes secundarios mejor que a retratar al antagonista. Con cambiante tiro y parecido desparpajo, ese viaje por los márgenes le lleva a convertir sus excursiones por la agenda cultural diaria madrileña en pequeños relatos con el sello del viejo nuevo periodismo, galerías de intelectuales de todo pelaje junto a sus botellines de agua, música para todo tipo de camaleones que se pasean por ARCO, Nueva York o Lisboa. "Paisajes conocidos", como canta Celia Cruz en la página 128, convertidos por el autor en "lugares extraños" regados con humor.
También hay sátira y pequeñas maldades, sí, pero Bueres resulta incapaz a la hora sacudirse su natural bondad. Por más que bajo la forma de una cita de Cansinos-Assens haya una excusa antes de que nadie se la haya pedido en la primera página de libro, quien busque aquí puñales y cuentas ajustadas quedará bastante decepcionado. En su lugar hay una mirada distanciada y extrañada que puede bordear la burla, pero sin sangre. Al revés, este libro habla más de la amistad y de los compañeros de viaje, como pueden ser Pepe Colubi, Martín López Vega o Marta Reyero, coadyuvantes, escuderos, cómplices o, como en el último caso, compañera del alma y la vida asomada incluso a la portada del libro. Todo ese amor y esa fraternidad se extienden a la pasión del autor por la cultura en todas sus formas. "Lo propio y lo ajeno" se convierte, en fin, en un libro disfrutón y culto en el que Enrique Bueres va regalando, entre sus páginas, libros, discos, películas, restaurantes, museos, galerías y librerías, una forma de recorrer algunas ciudades y atravesar los días en buena compañía, animados y estremecidos por tanta belleza.

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Lo propio y lo ajeno
Enrique Bueres
Prólogo de David Trueba y epílogo de Pepe Colubi
Renacimiento, 169 páginas, 17,95 euros
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