Bloc de notas
Rock con Rabelais
Colosal edición de la obra lírica de Frank Zappa, músico y letrista iconoclasta, maestro de la variación rítmica

Frank Zappa. / .
Solo hace falta detenerse un rato a escuchar "Zappa in New York" (1978) y algunos otros álbumes del gran artista italoamericano, la mayoría de ellos entre los 60 y los 70, para tener una muestra exacta del apetito de Frank Zappa (1940-1993) por la variación rítmica. Ese deseo es muy persistente en su música. "Run home slow theme", de "The Lost Episodes" (1993), es, algo más tarde, un claro ejemplo. Compases con divisiones impares sincopadas, en "It Must be a Camel", de "Hot Rats" (1969), y "Eric Dolphy memorial barbecue", de "Weasels Ripped My Flesh" (1970). O el ejemplo polirrítmico de "What will this evening bring me this morning", de "200 Motels" (1971), donde el ritmo cambiante de la melodía refleja justamente la longitud de las sílabas de las palabras. Ágil, hilarante, Zappa es un genio del rock dorado de su tiempo, tan ecléctico como desconcertante. Ahora, todas las canciones, sus letras, están condensadas en un libro que acaba de publicar Del Kultrum y que, en una concienzuda edición bilingüe de Manuel de la Fuente, ofrece la magnífica oportunidad de servir de guía de una obra lírica inconmensurable, la de un autor singular, más allá de la comprensión exacta de cualquier género. Y sin género de duda.
El propio Zappa se refirió con frecuencia a la influencia verbal en los ritmos de su música, que no están calculados, sino que siguen un movimiento libre comparable al del lenguaje hablado. Muchas veces, la influencia verbal es directa, cuando una melodía adapta su ritmo a la letra que se canta junto con ella. Resulta muy reconocible en "Evelyn, a Modified Dog", de "One size fits all" (1975), y en los recitativos improvisados en directo "The Dangerous Kitchen" y "The Jazz Discard Party Hats" de "The Man From Utopia" (1983), a los que se les añadió la parte de guitarra más tarde en el estudio. El ritmo, así como la melodía, están influenciados por los acentos de las palabras. Otro ejemplo perfecto es "Titties and Beer", del citado "Zappa in New York", que cuenta con un riff rítmico de dos compases e incluye el uso de pausas. El primer compás es rítmico, el segundo sincopado. Y así.
Los primeros álbumes de Zappa a finales de los años 60 mezclaban doo-wop, guitarras electrizantes, suspiros y gruñidos, pero si hay que hacerle caso a él mismo allí, desde el principio, había un compositor de música orquestal seria. Sus ídolos eran Stravinsky, Varèse y Anton Webern, aunque él pareciera a simple vista un camello extraviado. Su apariencia extravagante era un arma de doble filo. Ofrecía pura visibilidad en un momento en el que ser visible significaba algo más de lo que había representado hasta entonces. Sentando en el inodoro, atraía los titulares de prensa que lo tildaban de pervertido. Las letras contribuían a reforzar una imagen heterodoxa, pero bastaba con poner la oreja y agudizar el oído para darse cuenta de que lo que se ofrecía era mucho más de lo que cualquiera podría imaginarse. He pasado una parte de mi vida oyendo improperios injustificados contra Zappa, sobre todo de personas que no se habían parado siquiera a escuchar su música, más de sesenta discos de diversos estilos, y únicamente lo juzgaban por todo aquello que les parecían resoplidos y letras aparentemente cursis, escritas conscientemente por Zappa, claro está.
El influyente crítico de rock Lester Bangs podía ser también destemplado y hasta cáustico en sus apreciaciones. En unas notas sin título, publicadas póstumamente en 1981, etiquetó a Zappa como "un desgraciado al que los idiotas llaman en realidad compositor en lugar de artista de la estafa, un despojo humano andante, si es que alguna vez existió algo así". Sin embargo, en la página siguiente, Bangs valoraba su trabajo de mediados de los años 60 como líder innovador de la música, el blues, el jazz, el noise y el rock, Mothers of Invention. La franqueza emocional y el sentido del humor que tantas veces, fumado o sobrio, Bangs admiraba en esa clase de música generacional, distante para él de cualquier forma perturbadora de academicismo, parecía esfumarse de manera esporádica cuando aludía a Zappa. Manuel de la Fuente lo compara, en cambio, por su actitud transgresora e iconoclasta con Rabelais por sus neologismos, procacidades, las historias fantasiosas y los juegos de palabras en algunas de las letras. ¿El Rabelais del rock? Puede ser. Si les gusta Zappa o les pica la curiosidad lean este libro que incluye, además de la obra lírica, una explicación a la altura del interés que puede llegar a suscitar el artista.

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Zappa, obra lírica completa
Edición, introducción y traducción de Manuel de la Fuente
Libros del Kultrum, 610 páginas, 39 euros
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