La Iglesia y la política moderna

Anna Grzymala-Busse indaga en la tensa convivencia entre los dos poderes en un libro cuya lectura deja huella

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Óscar R. Buznego

Óscar R. Buznego

La unidad política básica en la que organiza su vida en común el género humano es el Estado. Toda la población mundial y todo el territorio, incluida una parte de los océanos y mares, están distribuidos entre los casi doscientos miembros de la ONU. Aún hay comunidades reivindicadas como Estados y reconocidas de esta manera por otros, y que no han sido admitidas en la organización. Sometido simultáneamente al embate de la globalización, la tendencia a formar entidades superiores, tal es el caso paradigmático de la Unión Europea, y a la descentralización interna, el Estado sigue siendo todavía la sede del poder político prevalente. Pero no siempre ha sido así. La definición y el origen del Estado son objeto de uno de los debates más largos, en el que han participado todas las ciencias sociales y que permanece abierto.

Para unos, la forma estatal surgió durante la revolución neolítica, con la necesidad de administrar los primeros excedentes agrícolas, mientras que para otros apareció en torno al siglo XVI, cuando se afianzó la idea de soberanía. La historiografía se divide entre quienes consideran el Estado el resultado de las guerras, un producto de los conflictos sociales o la consecuencia lógica de la creciente complejidad de las sociedades en su normal desarrollo. De alguno de estos procesos o de la acción combinada de todos ellos derivaría el poder centralizado, la hacienda y el ejército, y una burocracia encargada de gestionar los asuntos compartidos de una población acotada, habitante de un territorio perimetrado al milímetro e intocable.

Pues bien, esta explicación está siendo revisada a raíz de nuevas investigaciones. Entre ellas, destaca la llevada a cabo por Anna Grzymala-Busse, historiadora y politóloga de ascendencia polaca, profesora en Stanford, que ha aplicado al estudio de la cuestión, además de apoyarse en una bibliografía inmensa, técnicas cuantitativas. Su conclusión, sorprendente para quien haya bebido de la visión clásica, es que la Iglesia tuvo mucho que ver en la configuración del Estado como forma cuasiuniversal de organización política de las sociedades. Remonta su fundación a un periodo anterior, denominado por el medievalista americano Charles H. Haskins "el Renacimiento del siglo XII", que sin embargo no cita en su libro, en el que habrían confluido vientos reformistas en la Iglesia y una actitud receptiva de emperadores, reyes, príncipes y nobles. La dialéctica establecida en la disputa que ambos mantuvieron por la preeminencia en el gobierno de las almas y los bienes habría fructificado a la postre en una tensa convivencia entre los dos poderes, que se irían fusionando o separando a medida que se abría paso la modernidad.

Dicho en resumen, la Iglesia provocó la fragmentación de los imperios y al mismo tiempo implicó todos sus recursos en el crecimiento de los Estados, que en su etapa embrionaria emularon los conocimientos, técnicas y procedimientos que manejaban con soltura los clérigos. La Iglesia transfirió al Estado en su fase primaria el legado de la cultura griega, el derecho romano, el modelo de instituciones como la universidad, la documentación, el archivo y la rutina administrativa, la representación política y el parlamento, contribuyendo a su expansión y consolidación. Con su saber hacer, la Iglesia hizo notar su influencia y se incrustó en el Estado, dándole forma.

Anna Grzymala-Busse presenta sus hallazgos con todo lujo de detalles. Su aportación es convincente. La discusión sobre el Estado no termina aquí, pero va asentándose contra el tópico que imagina la Edad Media como un túnel oscuro donde nada se movía, en cuyo interior solo había tradición y quietud, la percepción de que la competencia por el poder entre la Iglesia y los poderes terrenales dio más fruto que el de una rivalidad de vencedores y vencidos, e imprimió un mayor dinamismo al curso histórico, preparando la llegada de los tiempos modernos, que por lo que se refiere a la política están definidos por la existencia del Estado. El libro presenta con brillantez la teoría, los hechos y los datos. Una lectura de las que dejan huella.

buznego

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Orígenes religiosos del Estado en Europa

Anna Grzymala-Busse

Panolia, 335 páginas, 26 euros

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