La cultura de la guerra
Alfredo González Ruibal ganó en 2024 el Nacional de Ensayo con "Tierra arrasada", que escribió para hacer repulsiva la mera idea del enfrentamiento bélico

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En 2019, la escritora coreana Han Kang, en una entrevista para "La Vanguardia", afirmó: "Me hago una pregunta primordial, el porqué de la violencia humana. Y, junto a eso, la belleza del ser humano: las colas infinitas para donar sangre". La cuestión no ha decaído. Se busca la causa en los genes, en el cerebro, en las desigualdades, las ideologías y las religiones, pero de las pesquisas no se ha extraído aún una conclusión firme. No obstante, el esfuerzo está dando sus frutos. Vamos conociendo mejor todos los aspectos de la violencia, lo que provoca una conmoción cada vez más fuerte en nuestra actitud hacia ella. Por desgracia, el rechazo moral no ha bastado hasta la fecha para cortarla de raíz.
Vista con amplia perspectiva histórica, la violencia es ubicua y permanente. Aparece integrada en la vida diaria de todos los seres humanos y el resto de los animales, y nunca ha dejado de practicarse, de una manera u otra. La novedad de los tiempos actuales consiste, precisamente, en la expansión del concepto. De acotar el uso del término a la fuerza física ejercida sobre un cuerpo con la voluntad de hacerle daño hemos pasado a reconocer hoy formas de violencia en las que no habíamos reparado. Así, hablamos de violencia psíquica, simbólica o estructural para referirnos a violencias sutiles, emocionales y por lo general disimuladas. No debe sorprender, por tanto, la prioridad que concede la premio Nobel de Literatura a comprender la razón de que se desate la violencia entre individuos que, por otro lado, exhiben muestras de empatía, altruismo y buena vecindad.
La guerra se comprende mejor analizando la cultura y la antropología que subyace a ella
La guerra es la violencia elevada al cubo. Y es también una constante en la historia de la humanidad, que por momentos parece reducirse a una guerra inacabable, a la que ni siquiera la civilización ha conseguido poner fin. Alfredo González Ruibal, arqueólogo del Centro Superior de Investigaciones Científicas, ha indagado en la guerra y su evolución, desde tiempos remotos hasta las carnicerías de Ruanda y Bosnia. Ha transitado campos de batalla y en los restos de las víctimas ha escrutado el armamento, las modalidades de la muerte en la lucha y las ejecuciones. Todo ello está descrito en el libro con minucioso detalle y oportunas ilustraciones. Pero, además de la física de las guerras que han marcado la historia de la humanidad, el lector podrá averiguar el motivo que las desencadenó y el significado que tuvieron para las sociedades implicadas. El autor cierra su exposición, antes de citar la abundante bibliografía consultada, con unas atinadas conclusiones sobre las coyunturas históricas que han propiciado la sucesión de ciclos guerreros. De especial interés es la hipótesis de la pedagogía del terror, que postula tras observar numerosas fosas comunes.
Alfredo González parte de concebir la guerra como un hecho social total, un fenómeno multidimensional, que trastorna a la sociedad entera y a todas sus instituciones. En este ensayo, que se lee como una apasionante novela, presenta los hallazgos de su trabajo de campo llevado a cabo en distintos lugares del planeta. No se detiene en la guerra civil española, a la que ha dedicado un libro aparte. En el prefacio confiesa que la guerra le ha fascinado siempre por lo mucho que la ha repelido y que ha escrito el libro con la intención de hacer repulsiva la mera idea de la guerra. En las últimas líneas reproduce un poema de Óscar Acosta y declara la guerra a la muerte, dice, para que los muertos vivan en nuestra memoria. Un Premio Nacional de Ensayo muy merecido, en la estela de los clásicos, como la "Historia de la Guerra" de John Keegan, para los que los eventos bélicos son mucho más que estrategias y tácticas militares. La guerra se comprende mejor analizando la cultura y la antropología que subyace tras la violencia masiva.

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Tierra arrasada
Alfredo González Ruibal
Crítica, 508 páginas, 22 euros
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