Tinta fresca
La celebración de un bello arte
La gran "Historia del dibujo y la ilustración" de Díaz Cubeiro hace honor a un género imprescindible

Cultura - Libros
Carlos Díaz Cubeiro traza una primera aproximación escrita en castellano a la "Historia del dibujo y la ilustración". Se dice pronto y se lee despacio, como merece un texto dedicado a un género que no siempre recibe la atención que merece. Un libro que, como bien apunta el editor Antonio Cuesta, recuerda que "la línea y el trazo no son meros instrumentos subsidiarios, sino lenguajes primordiales que han dado forma a nuestros sueños colectivos, que nos devuelven a ese instante de asombro, ese momento preciso en que una línea sobre el papel deja de ser una marca para convertirse en una ventana a otros mundos posibles".
El autor no oculta en ningún momento que es un apasionado del dibujo, y lo es desde que vio a su padre trasladar una vocación sin límites al papel con un lápiz en la mano: "Mi padre fue el primer dibujante que conocí. Desde que tengo memoria, me acostumbré a verlo de espaldas, inclinado sobre un original, con aire concentrado y ausente, dibujando indios y vaqueros. A veces lo sorprendía haciendo muecas: sonreía cuando sus personajes estaban felices o fruncía el entrecejo si se hallaban enzarzados en una pelea, como un concertista de piano que precisa subrayar un delicado bemol cerrando los ojos o levantando las cejas".
Un legado que Díaz Cubeiro convierte en páginas tan didácticas como reveladoras: "Este libro no está escrito por un historiador, sino por un profesional de la ilustración al que le mueve, principalmente, la curiosidad; no pretende ser una historia del dibujo y la ilustración al uso, aunque a veces lo parezca, sino una celebración –parcial y subjetiva– de un arte que, si bien nunca se ganó la atención de los académicos, goza de un privilegio mucho más importante, formar parte de la vida y la memoria sentimental de la gente corriente".
Son casi seiscientas páginas habitadas por copistas e iluminadores medievales, respondiendo a la pregunta de si fueron todos monjes o hubo alguna monja, y con figuras fundamentales como Albrecht Dürer, la primera estrella de la ilustración, sin olvidar, los ilustradores que fijaron la imagen de la publicidad moderna y, claro está, los artistas digitales contemporáneos. La historia forja una detallada genealogía de la creación visual que ha sufrido un olvido injusto en los márgenes de la historia del arte y pone el foco en conexiones nada previsibles entre épocas y autores. Ahí es nada: figuras clave como Blake, Doré o Steinberg, fenómenos como el impacto del ukiyo-e en el arte occidental, recorridos por los pliegos de cordel, las revistas satíricas, los cuadernos de viaje o la ilustración de los grandes clásicos literarios. Desfilan desde la abadesa Herrada de Landsberg, primera directora de arte, hasta las rompedoras portadas del "Saturday Evening Post" o "The New Yorker", con parada especial en ilustradores científicos, caricaturistas políticos o genios como Edward Gorey o Roland Topor, creadores de laberintos visuales singulares e irrepetibles.

Historia del dibujo y la ilustración
Carlos Díaz Cubeiro
Berenice, 592 páginas, 40 euros
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