Bloc de notas

El verano como categoría del espíritu

Francesco Pecoraro se sitúa a la altura de los personajes de su última novela para contar lo que verdaderamente le importa de una crisis generacional

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Luis M. Alonso

Luis M. Alonso

"Lo único que importa es el verano", la tercera novela de Francesco Pecoraro (Roma, 1945), es en apariencia más austera que las anteriores; carece de esa nota predominantemente barroca que envuelve "La vida en tiempo de paz" (Periférica, 2018) y "La avenida" (Periférica, 2021), comprende casi una unidad de tiempo, lugar y acción, se permite escasas cesuras narrativas e incorpora un foco que se mueve alternativamente de un personaje a otro a través del retrato generacional de unos jóvenes nacidos en los años setenta y que alcanzan la treintena con el nuevo siglo, en el contexto de una fuerte crisis globalizadora que sacude sus existencias. Aquel 20 de julio de 2001 hacía mucho calor, tanto en Génova como en Roma. Un mes antes se había instaurado el segundo gobierno de Berlusconi, el más longevo en la historia italiana de la posguerra y el que probablemente más influyó también en la mentalidad y el futuro del país. La novela de Pecoraro sigue la vida cotidiana de tres amigos, Giacomo, Enzo y Filippo, entre el viernes 20 y el sábado 21 de julio de ese año, coincidiendo con la manifestación contra el G8 en Génova. La violencia policial ejercida para aplacarla en medio de una cumbre de estados y la muerte de Carlo Giuliani, el joven activista antiglobalización de un disparo en la cara de un carabinero, permanecen en el trasfondo de estos dos días que transcurren entre la capital y la costa del Lacio.

Aunque todos se declaran de izquierdas, a ninguno de los tres protagonistas, romanos, y más concretamente privilegiados del norte de Roma, burgueses que intentan recomponer contradicciones irreconciliables, ha pensado en acudir a Génova para manifestarse durante las protestas. Su orientación ideológica la ha determinado exclusivamente el Mamiani, un típico instituto de la burguesía progresista. Además, tras matricularse en la universidad, sus pasiones políticas se han enfriado. Ahora, intentan dar un último sentido profesional a sus vidas. Uno de ellos es diseñador gráfico; otro, pretende ser investigador filosófico; el tercero, mecánico de bicicletas. Como cuenta Pecoraro, se dirigen a un futuro inopinado, nada fácil de gestionar, que les fascina y contra el cual, a su vez, sienten resentimiento, porque los arrastra sin darles tiempo para comprender, organizarse o respirar. El presente escapa a su juicio: avanza con incertidumbre, como el que se desliza sobre una lámina de hielo. Biba, el cuarto personaje de la novela, ocupa el centro de un triángulo afectivo y sexual con sus tres amigos. Es ingenua y astuta a la vez, impredecible.

FRANCESCO PECORARO , ESCRITOR

Francesco Pecoraro, por Pablo García. / .

Para los protagonistas de la novela de Pecoraro, Roma es un refugio de la complejidad del mundo y del vaivén europeo al que su generación se ha entregado con cierto fervor y sutil inquietud, esta última debido a que el mundo, y en particular Europa, no se parecen en nada a la Ciudad Eterna. No son provincianos, sus mentes, profundamente colonizadas por Estados Unidos, conservan una porción casi intacta de romanismo, tanto en el idioma, el romanello, como en la actitud ante la vida, en la conducta adquirida de poder disfrutar del momento sin creer, o fingir no creer, que hay mucho más de qué preocuparse. Es importante ocultar cualquier pasión, sobre todo a los demás, pero también ocultarse uno mismo: nada les complace o interesa hasta el punto de hacerles perder su lento y manifiesto desinterés.

En el verano tirreno de esta novela, que bien podría ser llevada al cine como una penúltima expresión de un tardoneorrealismo mitigado por los tiempos, las playas no aparecen. El verano, para Pecoraro, es una categoría del espíritu, un estado metafísico en el que ocurren experiencias particulares que no se repiten probablemente en otras estaciones. Es la fruta madura de la misma madurez que ha llevado a este arquitecto y urbanista a estrenarse en la ficción de un modo tan tardío como cautivador y convincente para sus lectores. Aunque no pueda disimular el caos que produce la falta de planificación unitaria evidente de sus libros –todo lo más, se limita a planear las pequeñas historias incluidas en ellos–, Pecoraro sobresale como el mejor representante de una novela ensayística contemporánea; en "Lo único que importa es el verano", hasta el punto de situarse él mismo a la altura de sus personajes para intervenir como sujeto narrador y contar las cosas que personalmente le parecen o implican.

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Lo único que importa es el verano

Francesco Pecoraro

Traducción de Carmen Torres García

Periférica, 208 páginas, 19 euros

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