Tinta fresca
No hay descanso para el malvado
Ian Rankin encierra al inspector John Rebus en prision en la espléndida "Azul medianoche"

. / .
De bien leídos es ser bien agradecidos. Así que vaya por delante la gratitud lectora a Ian Rankin por no conformarse con transitar por caminos trillados y llevar en "Azul medianoche" a su personaje John Rebus a escenarios en los que sufre algo parecido a una deconstrucción casi total. ¿Reconstrucción? Rankin se lo quita todo y pasa de ser un temido inspector y alguien que no tiene más ayuda que la que puede aportarle su experiencia y su propia personalidad. Con ciertos atisbos de perversidad, el autor lo encierra en una prisión escocesa, solo frente a sus propios demonios, aunque sin permitirse el lujo de caer en la autocompasión ni permitirse mostrar debilidad ante los demás.
En esa prisión donde el tiempo se detiene y el pasado se convierte en compañía inquietante, Rebus debe romper el espejo donde se reflejaba con cierta comodidad para (sobre)vivir al otro lado de las sombras, sin lugar para esconderse y protegerse de aquello contra lo que luchó cuando llevaba placa y disponía de autoridad. Como era de esperar, su instinto no desaparece con el cambio y se pone en estado de alerta a la primera oportunidad: un preso es asesinado y el inspector se pone en guardia, aunque esta vez no tiene un fin basado en la justicia sino en la necesidad de encontrar respuestas y solucionar enigmas. El laberinto moral y turbulento que habita en las novelas de Rankin es trasladado aquí a las paredes de una prisión en forma de universo en miniatura donde la ley brilla por su ausencia, salvo la del más fuerte.
Sin la atmósfera en expansión de toda una ciudad, Rankin somete a Rebus a un centrifugado total que exprime hasta el menor detalle de sus complejidades y dudas. Y deudas, claro. Al compás de unos diálogos milimétricos y con varias manos de pintura melancólica, Rankin convierte a Rebus en un superviviente crepuscular bien avenido con la lucidez y la tentación de aceptar una rendición reparadora. El depósito de ilusiones apura sus últimos litros de combustible pero que quede claro: Rebus es siempre un profesional de los pies a la cabeza y su mente no descansa cuando se trata de maniatar cabos sueltos y rastrear pistas de las que el resto del mundo nunca se daría cuenta.
"Azul medianoche" se mueve sin prisas, como debe ser cuando se aborda una trama encerrada. Que nadie espere volantazos para sorprender a lectores desprevenidos. Hay algo de demolición lenta pero insegura en la forma adoptada por el autor para dibujar la silueta casi desvanecida del desencanto aunque sin escarbar en la herida ni regodearse en los remolinos más turbios. Quien parecía tener claros los límites del bien y las fronteras del mal se encuentra, ahora, algo desorientado, por momentos amenazado por una nostalgia sombría sin sentirse desarmado por ello. Rankin agita el tablero al que nos tenía acostumbrados y se (nos) divierte creando personajes secundarios magníficos mientras la búsqueda se convierte en el último refugio.

. / .
Azul medianoche
Ian Rankin
RBA, 416 páginas, 22,90 euros
Suscríbete para seguir leyendo
- Asturias estrena su árbol de Navidad más alto y no estará en el centro de la localidad: el gran símbolo de bienvenida navideña a la entrada de la ciudad
- La mejor fabada del mundo de 2025 se come en un acogedor restaurante asturiano a pie de carretera y a pocos kilómetros de una estación de esquí
- La ciudad asturiana donde se encuentra la estrella de Navidad más grande de España: diez metros de alto y miles de luces
- Lágrimas en Oviedo por Antonio Martínez, el vendedor de la ONCE que se ganó a miles de carbayones: “Era un cielo”
- Estos son los barrios más 'vulnerables' de Gijón: el estudio que los cataloga por su vivienda y servicios públicos
- Adiós a la gijonesa Amalia López, la lotera de El Llano que repartió el premio más grande de la ciudad
- Así afectarán las obras de la nueva universidad privada de Oviedo en uno de los edificios más singulares de la ciudad
- Tomasín está 'de viaje' a Luarca para renovar su DNI y rechaza volver a casa: compró chorizo, jamón y callos en Obona para seguir su camino
