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Arte

La Escuela de Tito Bustillo

Dos exposiciones resaltan la impronta del arte prehistórico en el contemporáneo

Vista de la exposición "Lo que es eterno", en el Centro de Arte Rupestre Tito Bustillo.

Vista de la exposición "Lo que es eterno", en el Centro de Arte Rupestre Tito Bustillo. / Luis Feás Costilla

Luis Feás Costilla

Luis Feás Costilla

Visitar la cueva de Tito Bustillo en Ribadesella y a continuación ver una exposición de arte contemporáneo en su centro de interpretación supone constatar la modernidad de los artistas prehistóricos. No es de extrañar que nadie creyera a Marcelino Sanz de Santuola cuando contó que su hija había descubierto bueyes o bisontes pintados en la cueva de Altamira en 1879, tal era la perfección con la que estaban hechos. Durante milenios esa maravilla permaneció oculta y se desveló justo en el momento en el que las artes plásticas mundiales iniciaban con el impresionismo un proceso de renovación completa que todavía no ha concluido. La primera cueva con pinturas de Asturias, la de El Pindal, en Pimiango (Ribadedeva), fue descubierta en 1908, cuando el cubismo estaba dando sus primeros pasos, y la de Tito Bustillo en 1968, con las neovanguardias.

Vista de la exposición "Lo que es eterno", en el Centro de Arte Rupestre Tito Bustillo.

Vista de la exposición "Lo que es eterno", en el Centro de Arte Rupestre Tito Bustillo. / Luis Feás Costilla

Realizadas entre los 30.000 y los 14.000 años, al menos, en los períodos Solutrense y Magdaleniense, si no antes, pero desaparecidas del imaginario colectivo hasta hace apenas ciento cincuenta años, su contemporaneidad hizo que influyeran enormemente en las vanguardias del siglo XX. Basta recordar a Joan Miró o a Ángel Ferrant y Mathias Goeritz, fundadores junto al crítico Ricardo Gullón de la denominada Escuela de Altamira, que en 1949 puso en marcha la Primera Semana de Arte de Santillana del Mar, en la que se reivindicaba el arte prehistórico como modelo creativo y se abría la puerta a la abstracción, en pleno franquismo autárquico. Entre nosotros, esa impronta se halla en Joaquín Vaquero Turcios, quien llegó a publicar un apasionado estudio sobre los que él consideraba "maestros subterráneos", y en otros que practicaron o practican el arte primitivo de los nuevos prehistóricos como Ricardo Mojardín en su momento o Vicente Pastor hasta la actualidad. Incluso Javier Riera cuando pone a pasear sus ciervos de luz, pues la influencia del arte paleolítico no se ciñe a lo pictórico y se expande a su dimensión espacial, como cuando los paleolíticos aprovechaban los recovecos de las cuevas o la intermitencia de las lámparas de grasa animal para hacer de su arte una experiencia dinámica y trascendental. De eso trató Paco Nadie al exponer en el Centro de Arte Rupestre Tito Bustillo, en 2020, su proyecto "Los Cantos del Inframundo", que seguía el rastro de Orfeo.

Dibujo de una cierva prehistórica realizado por Eduardo Chillida en 1948.

Dibujo de una cierva prehistórica realizado por Eduardo Chillida en 1948. / Luis Feás Costilla

Un lustro después, en abril de este año, el profesor y crítico de arte de LA NUEVA ESPAÑA Santiago Martínez invitó a once artistas de diversas generaciones y prácticas diferentes a que visitaran la cueva de Tito Bustillo para que conocieran de primera mano el enclave arqueológico, Patrimonio de la Humanidad. La iniciativa buscaba que la observación y el análisis detallado pudieran inspirar nuevas formas de expresión artística, conectando el conocimiento histórico con las posibilidades creativas del presente. Aquella visita sirvió para que cada artista plantease la experiencia de una manera personal y el resultado se muestra ahora en una atractiva exposición colectiva en el mismo Centro de Arte Rupestre en la que participan Fernando Alba, María Álvarez, Tania Blanco, Iyán Castaño, Maite Centol, Kela Coto, Asaaf Iglesias, Lisardo Menéndez, Hugo O´Donnell, Elena Rato y María Jesús Rodríguez. En la confianza de que cada uno aportaría en función de su talento, el conjunto es tremendamente eficaz, y además de pintura hay escultura, cerámica, vídeo e instalación visual y sonora, como registro de lo que permanece.

Que el descubrimiento del arte prehistórico fue fundamental para el desarrollo del arte contemporáneo lo demuestra también otra exposición en Oviedo, segunda que le dedica en Asturias a Eduardo Chillida la comisaria Alicia Vallina, tras la más breve del centenario en Avilés a finales de 2023. Celebrada en la sala privada del Banco Sabadell Herrero, como primera colaboración del Ayuntamiento de Oviedo hasta que se decida a abrir su propia sala municipal, la exposición está centrada principalmente en la obra gráfica del escultor donostiarra, pero se resalta en su arranque su interés por las más antiguas manifestaciones artísticas, las huellas y los gestos que se trazaron en las cuevas primitivas, en una comprensión y un respeto hacia una forma de mirar el mundo en la que el arte se confunde con lo ritual y lo primitivo y que se traduce en el precioso dibujo de una cierva prehistórica, realizado en 1948 por otro artista universal que buscó en la obra de sus ancestros su lenguaje esencial.

Eduardo Chillida. La presencia del vacío

Sala de Exposiciones Sabadell Herrero, c/ Suárez de la Riva, 4, Oviedo. Hasta el 14 de diciembre

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