Trama o urdimbre para dar fuerza al paño
El artista plástico Txomin Badiola pone a dialogar arte y religión a través del tiempo en "Mamuk", una novela coral atravesada por las transformaciones
M. S. Suárez Lafuente
Txomin Badiola es un artista plástico nacido en Bilbao en 1957 que colabora habitualmente con la prensa y que ya ha publicado varias novelas: "Malformismo", en 2020, y, en 2025, "El curador" y "Mamuk". Badiola investiga, a través de su propia experiencia, el desarrollo del impulso creador y, por tanto, funde el arte plástico con el del lenguaje, que son empujados por la Historia misma y su componente ineludible de transmisión cultural tanto clásica como tradicional.
En una entrevista reciente con la agencia Efe, Badiola explica que "Mamuk" surge de la necesidad que sintió, como artista que escribe, de comprender el paso del tiempo. Necesidad que denomina "desasosiego": había pasado muchos veranos de su infancia en Ondarroa y, al volver al cabo de cuatro décadas, constata que la iglesia-fortaleza de Santa María, muda e impertérrita, es la única testigo "viva" de lo que aconteció desde que empezaron a erigirla.
En realidad, no es solamente la iglesia en su conjunto finalizado quien nos interpela, sino también sus piedras y decoraciones, planeadas, ejecutadas y colocadas año tras año para formar un todo orgánico, al igual que lo hicieron las diferentes vidas de las personas que pasaron por el recinto entre sus inicios a finales del siglo XV hasta el último cuarto del siglo XX.
Una parte de la historia quedó impresa en las escenas pétreas que jalonan el edificio, hombres y mujeres de las clases altas tardo-medievales rindiendo homenaje a sus reyes, y gárgolas siniestras que trastocan los aparentemente ordenados grupos precedentes y muestran el lado más oscuro de la humanidad. Un bestiario que revela a uno de sus primeros constructores "un territorio al que ninguna monstruosidad le era ajena": lobos con las fauces abiertas, "búhos petrificados escrutando todo lo que sucede a su alrededor"; águilas y leones, dragones y arpías alimentan la imaginación de la gente a través de los tiempos y se convierten en tenebrosas leyendas que se transmiten de boca en boca. Estos fantasmas venidos del pasado se denominaron "mamuk" y dan título a la novela.
Para subrayar la característica fundamental del tiempo como un continuum, por mucho que nos esforcemos en compartimentarlo, la novela comienza el 20 de julio de 1969, fecha marcada por un hito de la ciencia y la tecnología: el Apolo XI aluniza en el Mar de la Tranquilidad; pero en esa misma fecha actuará un "mamu" en Santa María de Ondarroa, iglesia que es también hito del arte y de la construcción de su tiempo. El Mar de la Tranquilidad pierde su nombre con la invasión del cohete, al igual que Santa María es visitada ese día por el Mal.
Con estos mimbres, Mamuk roza los límites del realismo mágico, un espacio donde lo que podemos concebir se convierte en "real" y donde el arte, la estética y la religión multiplican sus posibilidades. Para comunicarnos esta pluralidad potencial, la novela abunda en personajes de diferentes procedencias temporales, sociales y políticas. Domina ÉL, "el ARTISTA, arte y parte", quizás, por tanto, trasunto del propio Badiola, que, apostado tras un pronombre personal "tan de espectro" y en mayúsculas, se declara "reacio a asumir una identidad completa, contentándose con una existencia cooperativa", un nodo del pasado, el presente y lo que está por venir.
Es imposible resumir en una reseña todos los temas y personajes que aparecen en esta obra, que, muy fragmentada, va hilando lentamente vidas y hechos, narrando cómo se van encontrando las gentes y cómo se van entrecruzando las historias, para constatar que la Historia, con sus causalidades, indefectiblemente se repite y que "todos somos trama o urdimbre, imprescindibles para dar fuerza al paño".

Mamuk
Txomin Badiola
Acantilado, 462 páginas 26 euros
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