El ciclismo en pista en Asturias es algo tan atípico que sus escasos practicantes tienen que escuchar de todo de boca de algunso de sus compañeros, tradicionalmente conocidos como los esforzados de la ruta. Le pasó a Jaime Vega, un chaval de San Román de Candamo, de 18 años, al que el velódromo de La Morgal le cambió la vida. Después de iniciarse, como todos, en la carretera, descubrió que la velocidad, los esfuerzos concentrados en segundos o minutos, eran lo suyo. El tiempo le ha dado la razón porque forma parte de un equipo de elite, el Reyno de Navarra, habitual en las competiciones internacionales. Es la punta de lanza de una generación que está cambiando los hábitos de una comunidad que espera al sucesor de Adolfo Alperi, diploma olímpico en Barcelona y Atlanta.

Jaime Vega ni siquiera tenía a la bicicleta entre sus distracciones favoritas cuando Santi Pérez pasó por la escuela de Grullos para captar alumnos para su escuela de ciclismo. Le picó tanto la curiosidad que, con diez años, incluyó el ciclismo en su rutina: iba dos días a la semana a entrenar a Grado, más el sábado y el domingo, cuando solía tocar competición. Guarda el mejor recuerdo de su primer entrenador, Marcos José Antuña, y de unas carreras que casi siempre acababa en el podio.

Como destacaba sobre todo en el sprint, Vega fue uno de los corredores que Luis Alzaga y José Luis Junquera eligieron para probar en la pista. "En 2008 se planteaban cerrar el velódromo de La Morgal porque apenas se utilizaba", explica Junquera, que desde la presidencia de la Federación Asturiana quiso dar un golpe de pedal: "Empezamos con las chicas, que eran más receptivas, y ahora tenemos un grupo de 22 chavales. Apostamos por Jaime porque de aquella era muy fuerte y rápido, ideal para la velocidad".

Tras un período en el que intentó compaginar la carretera con el velódromo, Jaime Vega se centró en la pista. "Se quejaba de los puertos que había que subir", explica Santi Pérez, comprensivo con las razones de Vega. "Las pruebas de velocidad en pista son como un sprint sostenido, que es lo que se me daba bien en carretera", acota el ciclista. En los tres últimos años, el chaval de Candamo ha cambiado los hábitos de entrenamiento, ni mejores ni peores que los de ruta, simplemente distintos: "Tengo que hacer mucho gimnasio y esfuerzos cortos y muy explosivos. En carretera nunca vomité en un entrenamiento. En pista sabes que lo hiciste bien cuando acabas vomitando".

Lo dice con tanta convicción que no le importa lo que, medio en broma medio en serio, le espetan sus ex compañeros: "En Asturias, para muchos, soy un vago, un bicho raro". En todo caso, un vago bañado en oro, ya que se subió cuatro veces a lo más alto del podio en el último Campeonato de España de velocidad, en Galapagar (Madrid): individual, por equipos, keirin y el kilómetro. Fue la mejor despedida de la categoría juvenil, respaldado por varios compañeros que han situado a Asturias en el mapa del ciclismo en pista.

Esa colección de medallas llegó después de que Jaime Vega, asesorado por Santi Pérez, Junquera y con el apoyo de su familia, se decidiera a dar un salto de calidad. Fichó por el Reyno de Navarra, un equipo profesional continental de pista, pese a que también tenía la opción del Centro de Alto Rendimiento de Baleares. Prefirió la cercanía de Pamplona y, sobre todo, las inmejorables referencias del director del equipo navarro, Héctor Rondán, el entrenador más prestigioso de España en la especialidad.

Y, aunque ahora mismo lo deportivo pesa mucho, en la elección de Pamplona también tuvo que ver las facilidades para continuar sus estudios: "Me he matriculado en Economía, parecido a lo que iba a hacer en Oviedo, Comercio y Marketing". Su empeño por asegurar un futuro le condena a una agenda muy apretada: "Dedico las mañanas a la Universidad y por la tarde tengo entrenamiento todos los días. Como voy a participar en pruebas de la Copa del Mundo en muchos paises me he matriculado en la mitad de las asignaturas".

A la espera de la llegada de un compañero argentino, Jaime vivo solo en un piso en Pamplona, aunque matiza que su entrenador, Héctor, "me trata como un padre". En cualquier caso da por buenos todos los sacrificios por perseguir su sueño: "Quiero ser olímpico. Espero estar en Río de Janeiro, pese a que en 2016 seré muy joven, para aprender".