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El inquilino de los banquillos

El técnico Aníbal López, que acaba de recibir la insignia de oro del Comité Asturiano de Entrenadores, lleva dirigiendo equipos desde hace tres décadas

Aníbal López junto a Vicente Miera, quien le entregó la insignia de oro del Comité Asturiano de Entrenadores. En el círculo, en un partido con el Condal. lne

Pocos entrenadores pueden decir que llevan 30 años en los banquillos, tres décadas de vivencias, historias y anécdotas de toda índole. Las hay buenas, también malas, pero al final lo que queda es el amor por un deporte, el fútbol, que entró en su vida cuando apenas tenía 10 años y que en la actualidad sigue muy presente en su día a día. Se trata de Aníbal López, actual entrenador del Siero, un hombre de fútbol, de banquillo. No en vano, ha dejado su impronta en multitud de ellos. Y es por esa trayectoria por la que el Comité Asturiano de Entrenadores le impuso la insignia de oro, algo "que me hace sentir muy orgulloso, eso quiere decir que algo he hecho bien", dice.

El fútbol y Aníbal se conocieron, como en tantas otras historias, en el colegio. Con 10 años empezó a jugar en el Lloreda. En el club gijonés inició una etapa como jugador que le llevó a vestir la camiseta de varios equipos, entre ellos el Inter de Tremañes, ya desaparecido, Aboño, San Martín o Pinzales, equipo en el que colgó las botas. Como futbolista, jugaba en el medio del campo o de central: "Era frío, iba bien de cabeza", indica.

Cuando el Veriña supo que Aníbal se retiraba del fútbol en seguida llamó a su puerta para ofrecerle el banquillo del primer infantil del club. Fue en 1985 y no lo dudó. "Tenía dos hijos jugando allí, me liaron y no pude decir que no", comenta. Y así comenzó la aventura de Aníbal López como entrenador, una carrera de 30 años, con ascensos y descensos, con anécdotas e historias que muchas de ellas siguen muy presentes en su cabeza. Revillagigedo, La Braña, Ceares, donde estuvo como segundo técnico hasta que él mismo cogió las riendas del equipo, Europa de Nava, donde tuvo su primera experiencia en Tercera, forman parte de su trayectoria en los banquillos. "Recuerdo que con el Europa descendimos con un buen equipo en el último partido de Liga, pero seguí una temporada más y logramos el ascenso, fue un alivio", apunta López. En el Europa vivió también, quizás, la peor cara del fútbol. "A un jugador le diagnosticaron leucemia y falleció. Fue un golpe muy duro para todos. Al final, dejé el equipo antes de finalizar la temporada", recuerda.

Aníbal pasó entonces unos meses complicados, hasta que el Veriña volvió a llamar a su puerta, club al que regresó como coordinador. Valdesoto, donde sumó un nuevo ascenso, Condal, donde pasó unas temporadas "muy buenas", y Colloto, además del Siero, su actual equipo, fueron las siguientes paradas de Aníbal como entrenador. Aún recuerda el reciente ascenso a Tercera la campaña pasada con el Siero. "Son muchos años entrenando", relata el técnico gijonés, que añade que "el fútbol siempre me ha acompañado en la vida, es una parte de mi vida".

La pasión por este deporte se la inculcó también a sus hijos. "Jugaron al fútbol, incluso al mayor le entrené en el Valdesoto. Iba a verlos jugar cuando podía. En este sentido, la madre es vital, me aguantó a mí, se ocupaba de los hijos", señala. Eso sí, Aníbal siempre siguió una máxima en una familia donde se respira fútbol por los cuatro costados. "El fútbol fuera de casa, yo no llevaba las penas de este deporte a casa", indica.

Aníbal ha entrenado a cientos de futbolistas. No quiere dar nombres porque para él son todos "esenciales, me quedo con todos, tuve mucha suerte con ellos, para mí son esenciales". Como técnico, también sigue una premisa. "Yo respeto a los jugadores y ellos me respetan a mí". Eso sí, dicen "que soy demasiado bueno, tengo esa fama, no sé cómo se interpreta eso", dice, entre risas.

A Aníbal aún le queda cuerda para rato. Ahora está inmerso en un nuevo objetivo: lograr la permanencia del Siero en Tercera. A largo plazo, no hace planes. Sólo sabe que seguirá vinculado al fútbol mientras pueda. "La ilusión que tengo es que el Siero siga en Tercera", señala. Pero va más lejos. A Aníbal López le gusta tanto entrenar, le apasiona tanto lo que hace, que no le importaría morir en un banquillo durante un partido de fútbol. "Un domingo, dirigiendo a mi equipo, y que me dé un infarto y no me entere de nada, sin sufrimiento, sería el sitio y el momento ideal para morir", argumenta. De momento, al técnico gijonés le queda mucho camino por recorrer y banquillos a los que llevar su forma de entender y ver el fútbol. "No hay que darle vueltas, hay que vivir al día", concluye Aníbal, un entrenador con 30 años de experiencia.

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