Spa-Francorchamps

(Bélgica),

Álvaro FAES,

enviado especial de

LA NUEVA ESPAÑA

«En esta curva se distinguen los niños de los hombres». Es una frase del ex piloto de McLaren Juan Pablo Montoya, pronunciada en 2005, refiriéndose a Kopse, en el circuito de Silverstone. El Mundial de Fórmula 1 guarda para el espectador momentos gloriosos, lugares de los circuitos que están en la historia o que pasarán a ella a través de los años por sus características sin igual. Spa-Francorchamps es en sí mismo un lugar histórico. El circuito se esconde entre los bosques de Las Árdenas, en la zona francófona de Bélgica, pero muy cerca de Alemania y Holanda. La pista aparece y desaparece entre árboles centenarios, mientras la niebla de la mañana se engancha perezosa en el paisaje. La carrera belga es el primer aviso de que el verano se acaba en Centroeuropa. Las temperaturas, muy frescas a primera hora de la mañana, difícilmente superan los quince grados por el día. El sol que luce estos días atenúa el fresco y la temida lluvia no tiene pinta de querer manifestarse.

Un lugar del circuito destaca sobre los demás. Eau Rouge es la curva más espectacular del trazado y una de las míticas del Mundial. Es lo que tienen las carreras europeas. Puede que las infraestructuras no sean las mejores, pero las pistas ofrecen momentos espectaculares, como lo es el paso por Eau Rouge. La frase de Montoya bien podría aplicarse en este lugar. Hace años existía una suerte de piquilla entre pilotos por ver quién era capaz de pasarla a fondo. Hoy en día, la técnica permite hacerlo a los 22 conductores.

Ayrton Senna, cómo no, era un auténtico especialista en este giro de izquierda a derecha. Después de una espectacular bajada, el rapidísimo giro (se llega a más de 300 por hora) da paso a una subida muy pronunciada con un desnivel del 10 por ciento. Los monoplazas parece que vayan a despegar al lanzarse cuesta arriba por una montaña rusa. «Es como cuando vas en un coche por un cambio de rasante y se te sube algo en el estómago, es prácticamente lo mismo, pero a trescientos y pico». En los entrenamientos libres del viernes, Fernando Alonso pasó por allí a 314 por hora. Así simplifica el asturiano la sensación de un piloto cuando afronta Eau Rouge, que toma su nombre del río cuyo cauce prácticamente atraviesa.

En 1994, tras la muerte de Senna, la mítica curva quedó mutilada por una chicane montada con neumáticos. La idea sólo tuvo un año de vida y aunque fue modifica en 2002, mantuvo toda su esencia para continuar en la lista de los lugares legendarios del «Circo» de la Fórmula 1. Han sido muchos y espectaculares los accidentes que se han dado. El canadiense Jacques Villeneuve dijo tras salirse en Eau Rouge: «Ha sido el mejor accidente de mi vida».